lunes, 8 de octubre de 2012

We spoke en el Perú + El "síndrome King of Convenience"


Estos días vienen siendo muy intensos, musicalmente hablando, para Lima. Actualmente se está desarrollando, con el "silencio cómplice" de los medios, el X Festival Internacional de Música Contemporánea de Lima (aquí, el cronograma según los amigos de Opera Perú, y aquí según Erart Perú), organizado por la Asociación Cultural Erart Perú y coorganizado por el Centro Cultural de España, la Municipalidad Metropolitana de Lima y los programas "Lima Ciudad para Todos" y "Lima Cultura", más el apoyo y/o el auspicio de varias entidades del Estado, de la sociedad civil y del sector privado.

La programación general es un lujo que va desde las clases maestras y las conferencias hasta los recitales, todo gratis y bastante descentralizado. Tuve la suerte de asistir a una de las presentaciones programadas, cuya crítica (¿ya podré decir que hago crítica musical?) paso a reproducir en dos partes: la primera hablando de la música en sí y la segunda sobre algunos asuntos que, creo, deben ser mejorados.

We Spoke en el Perú

No es la primera vez que nos visitan y ya se han presentando en Lima, yendo de Villa El Salvador a Miraflores y Santa Beatriz, pasando por el Centro Cultural de España, el Conservatorio Nacional y el ICPNA.
Fuente: http://www.serperuano.com

We Spoke es un ensamble de percusionistas especializados en obras para... percusiones, pues (marimbas, gongs, platillos, bongos y demás instrumentos afines), además de sonidos corporales y experimentaciones por el estilo; obras que, dígase de paso, no escasean en el repertorio contemporáneo. Replanteando lo anteriormente escrito, creo que la descripción exacta sería: ensamble experimental de percusión conformado por músicos especializados en música clásica contemporánea.

El sábado 6 de octubre de 2012 se presentó el dúo de percusión suizo formado por Olivier Membrez y Julien Annoni, miembros ambos de We Spoke, con obras (todas inéditas para mí) de Reich, Gonseth y Hauser, entre otros.

Imagen tomada del Facebook de We Spoke
El dúo (al igual que todos los demás miembros del ensamble, a juzgar por lo visto en sus videos en Vimeo), demostró maestría en el manejo de los instrumentos y de un escenario que se les ofreció incómodo debido a lo reducido del espacio y al tamaño de los instrumentos (había un gong y dos marimbas que ocupaban el 70% del escenario). Además, el dúo sabe explotar perfectamente la performance escénica... en resumen, son bastante buenos, aunque para afirmar que son extraordinarios o si están entre los mejores del mundo, tendría yo que conocer muchas más propuestas similares (algunas conozco, pero he visto muy pocas en vivo).

Sobre el tamaño del escenario, la incomodidad de los músicos (ellos mismos se quejaron un par de veces sobre esto) se tradujo, en más de una ocasión, en perjuicios para las obras que interpretaban: reiteradamente se chocaban entre ellos o tropezaban con los atriles, produciendo sonidos evidentemente inesperados para un concierto de percusión (de música contemporánea). Además, la proximidad de los instrumentos entre sí hizo que las vibraciones de unos, al ser percutidos, generasen vibraciones en otros, como fue el caso del gong durante la puesta en escena del "Fingercapriccio", de Huber... ¡el gong vibró durante toda la pieza, produciendo una frecuencia aguda constante que, estoy seguro, no forma parte de la partitura original! (o tal vez sí; total, es música contemporánea...)

Imagen del Facebook de We Spoke
Por lo demás, la performance del dúo Membrez-Annoni merece los elogios dignos del más afiebrado de los Alejandro Yori, QEPD, y sus recordados epítetos. Los suizos en cuestión son sincronizadísimos, teatrales y tienen mucha habilidad (¡y paciencia!) para sortear los inconvenientes (mencionados líneas arriba y líneas abajo).

El repertorio escogido debe haber producido orgasmos múltiples a los estudiantes más 'hipsters' de los conservatorios peruanos (por lo pronto, los produjo en este humilde redactor, crítico y musician wannabe). Allí estuvieron "Clash Music", del alemán Nicolaus A. Huber, la cual me pareció un poquititito 'over the top', demasiado difícil y caprichosa para ser escuchada sin explicación previa por parte del autor. Interpretaron también un tema de Steve Reich, "Nagoya marimba" (aquí, en otra versión), de evidente impronta reichiana, además de ser muy amigable, por cierto, acaso la más amigable de la noche.

Huber repitió el plato con "Fingercapriccio", una pieza extraordinaria (de hecho y por mucho, lo mejor de la velada, según yo, aunque discrepe conmigo la persona que me acompañó al evento), una especie de concierto para percusiones de estructura clásica, si cabe el término, con sus tres movimientos tradicionales y con temas y 'leit motiv' perfectamente reconocibles.

Cerraron la presentación dos frenéticas composiciones de Lucas Gonseth: "Marie" y "Salsa for Mummie". Y, aunque fue anunciada y figuraba en el programa, no fue ejecutada la obra que, se supone, traía el dúo en estreno, del compositor Ezko Kikoutchi.

Cabe destacar la elegancia, el buen humor y la paciencia del dúo para enfrentar algunos de los contratiempos que se suscitaron reiteradamente, los cuales comentaré a continuación... pero, primero, los dejo con videos de los temas de Gonseth, versión Membrez-Annoni, y en el orden mencionado en el párrafo anterior.




El síndrome The King of Convenience

Antes de empezar esta segunda parte de la entrada, quiero aclarar que "El síndrome The King of Convenience" es el rótulo que quiero darle no al comportamiento ni a la responsabilidad del público sino a cómo se le escapan algunas cosas a los organizadores de eventos.... y dice así:

The King of Convenience
Hace algunos años se presentó el megafamoso dúo de pop noruego The King of Convenience en Lima, en una discoteca de Larcomar cuyo nombre no quisiera recordar... lo sucedido en ese concierto fue bastante comentado en redes, reforzando (lamentablemente) ciertos prejuicios socioeconómicos (en perjuicio de los conocidos como sectores A y B): la música del grupo requería de mucho silencio, complicidad y contemplación por parte del público mientras que el público, al parecer, no conocía la música del grupo. Un dúo de cantantes y guitarristas interpretando temas lentísimos en inglés, desconocidos para una mayoría que llevaba varias latas y botellas de cerveza encima y estaba con ganas de tonear a lo bestia; evidentemente, habían ido a poguear a la disco.

¿El resultado? Silbidos e insultos gritados a voz en cuello durante todo el concierto, incomodando a los pocos asistentes que sí habíamos ido a ver a uno de nuestros grupos favoritos (con el plus de encontrarlos en plena vigencia). Hubo varios expulsados del recinto (incluyendo a una actriz de la serie "Al fondo hay sitio" cuyo nombre ya ni recuerdo); a uno de los que no pudieron expulsar fue un sujeto borrachísimo que no se calló durante todo el recital, y a quien no pudieron botar porque era el dueño de la discoteca (!!!). La justificada molestia de los músicos hizo que, durante varios minutos, se sentaran al borde del escenario a esperar que el público se calle la boca. Al parecer, no abandonaron el escenario debido a la presencia de unos pocos seguidores allí presentes.

Los organizadores se lavaron las manos, arguyendo que ellos no eran responsables del comportamiento del público. Y los gerentes y dueños de la discoteca... bueno, ya comenté sobre el comportamiento del dueño y no es necesario agregar nada más, ¿no creen?

Salvando las distancias con el comportamiento del público, algo básicamente parecido sucedió durante la presentación de We Spoke. El público, conformado en su mayoría por personas de la tercera edad, parecía no tener la menor idea del tipo de música que iba a escuchar. Varios se quedaron dormidos y hasta ¡roncaron! durante la presentación, particularmente en los momentos que requerían mayor silencio.

Pero no fue lo único molesto que sucedió; hubo otros ruidos que ya no provenían del público. Por ejemplo: minutos antes del concierto apareció una fotógrafa acompañada de una niña bastante pequeña quien, evidentemente, se iba a aburrir durante la performance de We Spoke. Dicho y hecho, la fotógrafa tuvo que retirarse del concierto a la mitad del mismo llevándose a la niña, que ya empezaba a hablar un poco más fuerte de lo normal, no sin antes entrar y salir del recinto reiteradas veces produciendo el consiguiente ruido de la puerta al abrirse y cerrarse... ¡en los momentos en que debía haber mucho silencio!).

Mención aparte merece la persona encargada de filmar el concierto: se fue a dios sabe dónde cuando debía estar haciendo su trabajo => se le acabó la batería de la cámara => la cámara emitió el pitido característico durante varios minutos (¡en los que debía guardarse SILENCIO!) => el camarógrafo hizo todo el ruido del mundo al cambiar la batería... en fin.

Mención aparte también merece el hecho de que, al parecer, varios de los presentes tenían problemas de audición y hablaron entre sí, gritando durante todo el concierto... pero esto es comprensible, dado que no había traductor disponible y que necesitaban explicarse entre ellos lo que más o menos entendían de lo que decían los músicos... ¡sólo que no debían hacerlo durante la performance!

Sobre los particulares arriba mencionados, quise sentar una queja en el libro de reclamaciones del Centro Cultural de España, sede del concierto, el cual me fue negado por el personal de seguridad de manera inapropiada, por decir lo menos (aunque me lo dijo, no pondré su nombre en este post, que no se trata de joderle la vida). Llegué a conversar con Jorge Garrido-Lecca, presidente de la Asociación Cultural Erart Perú, quien tuvo a bien escuchar mis quejas, indignación y ofuscación, a las cuales respondió, al parecer sin comprender que todo, todo, todo, desde los ronquidos del público hasta garantizar que el recinto a donde lleva a sus músicos cuente con un libro de reclamaciones, es parte de su responsabilidad como organizador del X Festival Internacional de Música Contemporánea de Lima. Esto, y la incomodidad de los músicos por lo estrecho del escenario, la torpeza del camarógrafo, etc. ¡Todo está bajo la responsabilidad de los organizadores!

Era evidente que se trataba de un concierto difícil. Y quien conoce el Centro Cultural de España sabe del promedio de edad de los asistentes usuales a este tipo de eventos. Lo mínimo que podría haberse hecho era mantener presente, durante todo el concierto, a un traductor del inglés (incluso, alguno de los presentes bromeó exigiendo “los subtítulos”). Los músicos explicaban, en inglés, desde aspectos técnicos musicales hasta imágenes divertidas, con mucho sentido del humor, luego de percatarse del perfil del público frente al cual estaban, pero desistieron de estas explicaciones lúdicas al percatarse de que muy pocos de los presentes entendía el inglés.

En aras de aportar en la difusión de la cultura y de promocionarla lo mejor posible (y con el fin de criticar en buena onda y aportar soluciones), opino que no se puede organizar un evento sin garantizar las condiciones mínimas para que todo salga muy bien, en este caso concreto a la altura de los músicos. Visto desde la perspectiva de un enfoque de derechos, y con el fin de garantizar ser democráticos (y no 'snobs'), este concierto debió contar con la presencia de un traductor que se responsabilice de explicar a los presentes que no estaban yendo a escuchar a Beethoven sino a Reich. Y no sólo se trataba de traducir al español, pues había quechua hablantes entre el público. Jorge Garrido-Lecca tradujo al inicio del concierto algunas palabras del dúo, pero no pudo hacerlo con precisión y tampoco captó ni transmitió el espíritu juguetón que pretendían imprimirle los suizos.

También debió contarse (aunque esto sea más una precaución que yo tendría en cuento y no una necesidad) con personal que pueda resolver contratiempos... hubiese sido genial que alguien despierte a los señores que se quedaron dormidos (y roncaron, porque el problema no es que duerman sino que ronquen), además de advertirle amablemente al camarógrafo que este podría ser el último concierto que filme si no asumía su trabajo responsablemente.

Debo mencionar que el resto del personal del CCE se portó a la altura de lo esperado ante los reclamos, y que por lo menos conocían las implicancias de no contar con el libro de reclamaciones.

Debemos reconocer el esfuerzo de la Asociación Cultural Erart Perú por organizar el X Festival Internacional de Música Contemporánea de Lima. Sabemos que no implica poca cosa algo de tal magnitud, con los ojos del mundo culturoso encima. Precisamente por eso decidí quejarme y también escribir este texto, sin intención de escuelear a nadie sobre cómo organizar festivales de música (yo, a lo mucho, he organizado mi propia fiesta de cumpleaños; pero, eso sí, fue un juergón) sino de aportar en la solución de lo que parecen ser puntos ciegos.

Volviendo al tema, el esfuerzo no termina en traer a los músicos y hacer que toquen, ni en darles los instrumentos y conseguirles el espacio, programar sus presentaciones y difundirlas en los medios. La responsabilidad de todos es o debería incluir la facilitación de los procesos educativos para todos los públicos. ¿Queremos educación musical? Pues la solución nunca ha sido meter a los alumnos de un colegio a un auditorio y obligarlos a escuchar "Las Cuatro Estaciones" de Vivaldi... ¡y mucho menos a escuchar música clásica contemporánea!

¿Qué tal una introducción hablando de qué va la música clásica contemporánea? ¿Algo sobre la historia del grupo? ¿Una explicación de las piezas a interpretarse? ¿Otra sobre los instrumentos, tal vez, con la posibilidad de que algunos de los presentes suban al escenario a tocarlos? Qué sé yo... solo son ideas sueltas...

El asunto es que la responsabilidad que asume quien quiere promover la cultura y la música, especialmente aquellas con características de vanguardia, debe ser total y transversal a todos los procesos derivados. Al menos eso creo yo. Sé que en este X Festival Internacional de Música Contemporánea de Lima hay presentaciones, conferencias y clases maestras para músicos y estudiantes de los conservatorios limeños, pero si se va a abrir el espacio al público general (lo que es genial de por sí), pues hay que considerar todos los escenarios posibles. ¿Y si alguno de los asistentes al concierto de King of Convinience se aparecía en el CCE y le lanzaba una lata de cerveza a los We Spoke? ¿Y si había que retirar a una actriz calabazona (y ebria) que les grite "¡aburridos!"? Claro que estos son ejemplos jalados de los pelos, pero creo que sirven para graficar el punto al cual quiero llegar.

Finalizando esta entrada, ante todo quiero agradecer, a nombre de los que se perdieron este concierto, a Erart, al CCE y a los We Spoke, por la oportunidad de escuchar su música y de conocer nuevos compositores (ahora sé que existe Huber y que es un obligado en la colección). Y a los lectores que llegaron hasta esta parte, solo queda decirles que vayan a ver y escuchar las presentaciones que quedan en este X Festival Internacional de Música Contemporánea de Lima. Advertidos están, después no digan que no les contaron.

We Spoke:



jueves, 6 de septiembre de 2012

DakhaBrakha, o la teoría del caos étnico

Fotografía: Evgen Rakhno
Música inesperada, íntima y revolucionaria… al menos para este lado del mundo...

Pues resulta que un buen amigo estuvo viviendo seis meses en Ucrania y, ya de regreso, como suele hacer cada vez que viaja en misiones de trabajo, se trajo consigo un puñado de muy buena música autóctona. Claro, él no es de los que se conforman con conseguir la música de moda si no que suele ir más allá de las tiendas y los puestos formales… en ese itinerario, por las calles de Donetsk se encontró con el interesante disco de un grupo ucraniano que mezcla folclor, rap, urbano, rock y algo de música clásica, en ese orden.

Fotografía: Evgen Rakhno
DakhaBrakha significa “Dar y recibir” en ucraniano antiguo… pero no es una palabra compuesta sino que, al parecer, es un verbo que significa ambas acciones a la vez (Deepak Chopra debería estar de plácemes) y bueno, a la filosofía especulativa porque yo de ucraniano solo sé decir Андрій Шевченко, pero como he llevado varios cursos de semiótica ya se imaginarán que me encuentro en el séptimo cielo semiológico nerd.

Volviendo a la música… no creo que una descripción de lo que el grupo hace dé la talla, especialmente porque es muy probable que algunas de nuestras categorías o juicios de valor no le hagan justicia a este interesante experimento musical. De qué va, en cuanto a la lírica, como que tampoco se puede ahondar, pues nos costará un poquititito entender si son buenos, malos, creativos, arjonianos, silviorrodriguezcos o si tienen el saoco propio de los raperos latinos tipo Calle 13 o Chocquiptown. Aunque algo he leído acerca de su rollo social , ecológico y espiritual, con eso de “dar arte y recibir las buenas vibras”.


Se autodefinen como músicos auténticos… y sí, yo coincido con ellos. Profundizo: la autenticidad musical es un valor que muchas veces es vilipendiado por culpa de aquellos músicos sin talento que pretenden esconder sus carencias detrás del rollito “no me vendo a la profesionalización” porque, claro, no van a dar la talla y lo saben. Pero con DakhaBrakha sucede algo parecido que con el punk: son auténticos y eso se nota en su arte, porque tienen oficio.

Fotografía: Evgen Rakhno
Fotografía: Evgen Rakhno
En Ucrania, dicen ellos, aún no se ha desarrollado el folclor urbano, conocido como “world music”. Claro, se trata de un país con un difícil contexto sociocultural y político, heredero de la Unión Soviética y muy cercano, demasiado cercano, a la Rusia de Putin; estamos hablando de un país en el que tienes que pedir permiso al Estado hasta para cambiar euros en las casas especializadas. Y algo de todo esto se traduce en la música de DakhaBrakha: acordes larguísimos, sostenidos hasta la exasperación, sobre los cuales bailan las voces de las cantantes (es como si a las Voces Búlgaras uno les diera café con Red Bull) y sobre esta amalgama se escucha rapear, o recitar, en ucraniano, ruso y griego, al único integrante masculino del grupo. 


Voces, violines y acordes que se desplazan de una octava a otra pisando hasta los dieciseisavos de tono, como es usual en la música del Medio Oriente. También hay reminiscencias (y muchas) de la música sacra ortodoxa, de Tchaikovskii, de Shostakovich; hay algo de arquitectura musical asiática, de la de más allá y de la que les queda a tiro de Corán; y claro, ritmos africanos, polirritmos más bien, porque no hay vanguardia musical que pueda ser ajena a ellos. Y, por último, llevan su propia gran dosis de rabia y disconformidad, tanta que esta puede ser captada sin necesidad de traducir las letras de las canciones.


DakhaBrakha nació en 2004 en el Centro de Arte Contemporáneo de Kiev (DAKH, por sus siglas en ucraniano) con el director de teatro de vanguardia Vladyslav Troitskiy a la cabeza; teatralidad que ha dominado sus performances escénicas y hasta los videoclips que han grabado.


Integrantes

Vladyslav Troitskyi: autor y creador del proyecto, director artístico.
Cantantes: Marko Halanevych, Iryna Kovalenko, Olena Tsibulska y Nina Garenetska
Instrumentos que utilizan: darbuka, tabla, didjeridoo, djembe, cajon, bass drums, percussion, bugay, zgaleyka, accordion, cello, piano…

Troitskyi menciona que le gusta mezclar instrumentos que usualmente no son ejecutados juntos, especialmente dentro del folclor tan conservador de las exrepúblicas soviéticas. Y señala que este tipo de experimentación sonora debería ser una de las puertas que abra un poco más la mente y los criterios de la sociedad ucraniana pues, como todos los artistas del mundo, también parece tener el sueño de mejorar un poquito la sociedad en que vive. Y no sabemos si hará de Kiev una ciudad más tolerante, pero por lo pronto sus aportes musicales son bienvenidos.

На межі” es su segundo disco (no me pregunten qué significa) y es una de sus mejores producciones, por lo que se puede escuchar. Por cierto, en su página web oficial se puede descargar toda su música de manera gratuita… lo que les ofrezco aquí es el disco a 320 kbps… todo el archivo pesa 114 MB.

Y nada… a escuchar y disfrutar, que vivimos épocas globalizadas; aprovechemos que las culturas ya no tienen fronteras y rompamos un poco nuestras cabezas :-)

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Даха Браха - На межі
DakhaBrakha - Na mezhi

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Fotografía: Evgen Rakhno

Título del álbum: "На межі"
Intérpretes: ДахаБраха
Año: 2008
Género: Folclor, Pop, Rock Urbano
Formato: MP3 - 320 kbps

TT: 58:10

1. Ой за лісочком - 8:43 
2. Над Дунаєм - 8:41 
3. Весна - 7:48 
4. Вальс - 6:09 
5. Ванюша - 9:32 
6. Заїнька - 11:26 
7. Дівка Марусечка - 5:43 

1. Oy za lisochkom - 8:43
2. Nad Dunaem - 8:41
3. Vesna - 7:48 
4. Vals - 6:09 
5. Vanyusha - 9:32 
6. Zainka - 11:26 
7. Divka Marusechka - 5:43 

Centre of Contemporary Arts “DAKH”
Proyecto de Vladyslav Troitskyi.
Manager: Iryna Gorban’
Fotografías: Evgen Rakhno
Diseño – Marko Halanevych

Grabado en "Guta Records"
Sonidista: Anatoliy Soroka

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Página web en Ucraniano (para hipsters musicales):
http://www.dakhabrakha.com.ua/ukr/title
Página web en inglés (para gente más mainstream):
http://www.dakhabrakha.com.ua/eng/band
No tengo la menor idea de qué puede ser esto: http://www.dax.com.ua/

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viernes, 31 de agosto de 2012

La canción desnuda de Leonard Cohen

¿Qué es una canción? Pregunta simple pero difícil de responder, especialmente para los tiempos que corren. Sumergidos en la tiranía del videoclip y de los arreglos ensordecedores, no nos percatamos de que cada vez hay más bulla y menos canciones. Felizmente, todavía nos queda Leonard Cohen para poner las cosas en su lugar.

http://www.lollapalosoradio.com

Ni bailes ni trajes estrafalarios. Ni cantantes impecables que nos deslumbran con su amplio registro, la potencia de su voz y su afinación perfecta. Ni efectos visuales generados por computadoras. Ni ‘samplers’ de viejos temas ni recargados arreglos orquestales. Nada de eso es una canción.

Lo que escuchamos suele tener muchas capas de resguardo y, solo después de retirarlas, podemos encontrar aquello que buscamos: una canción desnuda, cubierta apenas por el velo de una guitarra o de un piano; simplemente, buenas letras y melodías al descubierto. Parece simple, pero en realidad son pocas las veces que una canción sobrevive al reto de dar la cara.

Para eso se necesita talento a la hora de componer. Podemos citar grandes compositores desde Chabuca Granda o Felipe Pinglo hasta Charly García, Silvio Rodríguez o Joan Manuel Serrat. Si miramos hacia el hemisferio norte, encontraremos a Nina Simone, Elton John o Rufus Wainwright; y claro, también a Leonard Cohen.

Suzanne

Leonard Cohen (Montreal, 1934) ha trascendido todas las barreras idiomáticas y artísticas con la misma importancia. Proveniente de una familia judía publicó, mientras estudiaba en las universidades McGill, de Montreal, y Columbia de Nueva York, los poemarios “Let us compare mythologies” (1956), “The spice box of earth” (1961) y “Flowers for Hitler” (1964). Luego vendrían las novelas “The favourite game” (1963) y “Beautiful losers” (1966). En 1968, una antología ganaría en Canadá el Governor General's Award. Y, sin embargo, económicamente no le iba tan bien como podría suponerse.


Es por esta época que Cohen decide escribir la música de sus poemas y empieza a cantar en diversos locales, muy influenciado por el estilo de la canción francesa, acompañando solo con una guitarra acústica su áspera voz. Sus canciones, al igual que sus poemas y novelas, no se ajustaban a los estándares comerciales de aquella ni de ninguna época, así que parecían estar destinadas al fracaso comercial. Sin embargo, cuando el tema “Suzanne” fue grabado por Judy Collins en 1966, se convirtió en un éxito moderado. Un año después, la misma canción aparecería en dos discos de Nina Simone, en 1967 y 1969. Desde entonces, “Suzanne” ha formado parte del repertorio de artistas como Peter Gabriel, Harry Belafonte, Roberta Flack, Bruce Springsteen, Nana Mouskouri, Tori Amos y Tangerine Dream, entre otros.

“Suzanne” es una canción de amor dedicada a una mujer aunque en realidad pareciera estar consagrada a una ciudad (Montreal). En ella, la letra y la melodía cobran tal protagonismo que nadie en su sano juicio se atrevería a orquestarla. Formó parte del disco “Songs of Leonard Cohen” (1967), que tuvo muy buena presencia en los Billboard de EEUU y Reino Unido. Con temas como el antes mencionado, “Sisters of Mercy” y “So long, Marianne” este disco ayudó a establecer el estilo musical de cantautores norteamericanos como Laura Nyro, Tim Buckley, Neil Young, and Joni Mitchell.

Hallelujah


Pasaron los años y Cohen continuó con éxito su carrera discográfica, con “Songs from a Room” (1969), “Songs of Love and Hate” (1971) y “Live Songs” (1973). En “New Skin for the Old Ceremony” (1974), se anima a ponerle algunos instrumentos adicionales a sus canciones, como violines y mandolinas.

En 1978 edita el álbum “Death of a Ladies’ Man”, escrito y producido junto con Phil Spector, además de un poemario con el mismo nombre. Tanto el disco como el libro llaman inmediatamente la atención del público y de la crítica y, a estas alturas, Cohen tenía tal renombre que no sorprendía encontrar entre los colaboradores de sus discos a genios como Bob Dylan haciéndole los coros.

En 1979 aparece “Recent songs”, otro álbum memorable, pero es en 1984 donde casi se sale el mar con el lanzamiento de “Various Positions”, disco que incluye por primera vez sintetizadores y coros masivos, además de una canción perfecta: “Hallelujah”.

¿Y qué podemos decir sobre “Hallelujah” que ya nadie sepa? Ha sido cantada por artistas de la talla de Jeff Buckley, K.D. Lang, Rufus Wainwright y John Cale, entre varios otros, algo que el mismo Leonard Cohen ha considerado como “un absurdo”. En líneas generales, se trata de tema que empieza describiendo cómo se compone una canción de amor; de allí, continúa abarcando aspectos personales y cotidianos para terminar hablando del amor y hasta de dios, mientras la melodía de la canción recorre una y otra vez el ciclo del inicio, clímax y final que tanto fascina a artistas, críticos y público.


Posteriomente, Cohen editó los poemarios “Book of Mercy” (1984), “Stranger Music: Selected Poems and Songs” (1993) y “Book of Longing” (2006), además de los discos “I'm Your Man” (1989), “The Future” (1992), “Ten new songs” (2001) y “Dear Heather” (2004), junto con varios compilatorios y álbumes en concierto.

Viejas ideas y un nuevo disco

Su vida personal no ha estado exenta de problemas y escándalos, pero ninguno que valga la pena recordar dado que Cohen ha sabido dejar su vida privada lejos de la prensa.

Cohen ya tenía asegurado un lugar en el Parnaso de las letras y de la música cuando, en 2010, le fue otorgado el Grammy Lifetime Achievement Award y, en 2011, nada menos que el Premio  Príncipe de Asturias de las Letras. A lo que él respondió estremeciendo los cimientos de la música discográfica con un nuevo álbum, “Old Ideas”. A los 77 años de edad, debutó en el número 3 del Billboard en EEUU, el 2 del Reino Unido y el 1 en España, Noruega y Holanda, llegando a los pocos días a la cima de los ‘charts’, desde Japón hasta Hungría.


Sabemos que la historia no termina aquí, y que cuando Leonard Cohen cumpla 80 años celebrará con un nuevo disco, un nuevo libro y varios premios más. Y que, mientras siga en el ruedo, el resto de artistas tendrán que agachar la cabeza y bajar la voz ante un genio que conquistó el planeta sin otra parafernalia que su talento para escribir canciones.

Crédito: Coveralia

Por Daniel Ágreda Sánchez
(Publicado en la Edición 35 de la Revista Phantom Marzo/Abril de 2012)

Con los ojos bien abiertos

Alejandro y María Laura son un dúo peruano que recoge todas las influencias musicales posibles, desde el pop hasta el jazz, pasando por el rock progresivo y algo de balada. Con un álbum bajo la manga, lleno de arreglos eclécticos y letras personales, además de muchas presentaciones en vivo y un par de videoclips rotando por internet, ambos se van abriendo camino, poco a poco, en el difícil medio artístico local.


Paracaídas” (Play Music, 2011), primer disco de Alejandro y María Laura, empieza con una especie de declaración de principios, una canción llamada “Abre los ojos”. Para quienes en la vida han optado por ir detrás de sus propios sueños en vez de seguir los deseos familiares y las normas sociales, la letra les sonará familiar: “Abre los ojos, llegó la realidad / ya comienzas a caer y no hay paracaídas / cuando choques contra el suelo / todos dirán: ¡te lo dije, los que sueñan demasiado terminan así!”.

Si  bien el camino que ambos recorrieron para llegar a donde están no fue tan terrible, sí les ha quedado claro que el éxito es proporcional al esfuerzo que invierten en el trabajo.

“Cuando hacíamos teatro teníamos muchas dudas”, dice María Laura. “No sabíamos si seguir, si al final tanto esfuerzo terminaría en nada; ni te cuento sobre las presiones de la familia y los amigos. Así es que ese primer tema fue escrito como si fuese hablado por nuestras abuelas”. Alejandro complementa la idea: “hemos tenido que aterrizar un poco; tuvimos que empezar a trabajar en cosas que nos permitan tener tiempo y estabilidad para seguir haciendo música. Tenemos tocadas casi todas las semanas, pero es difícil sentarse a componer nuevamente”.

Despegando

María Laura Bustamante y Alejandro Rivas se conocieron hace cuatro años, y casi desde entonces iniciaron una relación sentimental y musical. Sobre esto último, arrancaron profesionalmente en 2009, haciendo ‘covers’ de grupos como Beach Boys y Café Tacvba, algo de música peruana y canciones de cine. A finales de ese año viajaron a EEUU para trabajar en un ‘resort’, como empleados, aunque de vez en cuando también se animaban a tocar. Así probaron en bares, restaurantes, buses y cuanto local les abriera las puertas. Ya de vuelta a Lima (marzo de 2010) decidieron “abrir los ojos” y retomar sus carreras universitarias ante la aparente imposibilidad de salir adelante solo con la música. Pero igual, siguieron las presentaciones en diversos locales como el Jazz Zone, La Noche o el Teatro Mocha Graña, y poco a poco empezaron a aparecer los temas propios.

A finales de 2010, realizan un montaje teatral y musical llamado “En pausa”, de donde surgieron algunos de los temas que posteriormente serían publicados en su primer disco. En febrero de 2011, entraron en contacto con Mabela Martínez quien a su vez los contactó con Matías Cella, productor musical argentino que  ha trabajado con Jorge Drexler y Kevin Johansen, entre otros. Al poco tiempo, todos estaban juntos en Buenos Aires, en el estudio de grabación, dándole forma al “Paracaídas”.


Ambos, llegaron al estudio sin una intencionalidad sonora. Lo único que querían, señalan, era “sonar honestos”. “Nosotros teníamos los temas arreglados para nuestro formato: voz, piano, guitarra, y sobre esa base se sumaron otros instrumentos, generalmente retomando melodías que nosotros habíamos escrito previamente”, cuenta María Laura. “Nosotros no queríamos que nuestro disco suene de una forma en particular. No teníamos nada en mente. Solo queríamos sonar honestos y no ser aburridos, que cada tema sea diferente del otro”.

Mundo musical

Cantante y guitarrista, Alejandro Rivas empezó desde muy pequeño en el mundo de la música, tomando clases de cello desde los cinco años, proceso que decidió abandonar a los 12. “Lo dejé porque nunca aprendí a leer música, y eso me frustraba”. De ahí, influenciado tal vez por los compañeros del colegio, quienes se entretenían tocando canciones de las bandas de moda, empezó a tocar la guitarra; tenía 15 años, y entonces descubrió que resultaba más divertido (y provechoso) tocar temas propios que ajenos. “Armamos, con algunos amigos, una banda de rock progresivo llamada Winkerbeats, donde yo tocaba guitarra rítmica, además cantaba y componía”.


Hace cuatro años conoció a María Laura, quien pasaría a ser su enamorada y su contraparte musical. “Le mostré algunas canciones mías, me mostró algunas canciones suyas, nos gustaron y decidimos echar para adelante”.

María Laura Bustamante, de otro lado, provino de un entorno marcado por la música. Su papá, sin ser profesional, andaba siempre con la guitarra de arriba para abajo, interpretando sus propias canciones. “Sin querer, solo de verlo y oírlo, aprendí a afinar la guitarra y a tocar los acordes básicos. Luego estuve un tiempo en el conservatorio, pero la exigencia era abrumadora así que lo dejé”.

Ella pasó parte de su infancia en Arequipa, donde estuvo un poco alejada de la ejecución y creación musical. Pero pudo más el arte, y terminó tomando clases de guitarra con un profesor que le enseñaba música a partir de las canciones que a ella le gustaban.

Ya en la universidad, integró el coro Jazz House. “Con ellos aprendí a cantar en armonías, conocí las síncopas y el ‘scat’ (un tipo de improvisación vocal)… hasta ese momento, no sabía que las voces tenían tantas posibilidades dentro de la música”. Luego, pasó a formar parte del grupo vocal Ezquilache, un trío vocal de armonía cerrada con el que interpretó estándares de jazz.


Con este último grupo llegó a grabar un disco, pero a la larga terminaron separándose. “Me molestaba un poco el nivel de profesionalización que adquirimos; de pronto dejamos de ser espontáneos y de disfrutar lo que hacíamos para ocuparnos de cosas menos vinculadas con el arte musical”.

Aterrizando

Alejandro y María Laura entraron al 2012 con una agenda bastante ocupada y acompañados por una nueva banda, llamada Los Sexy Zombies. Con ellos, reinterpretan los temas de su disco en nuevas versiones que, según dicen, pueden variar según una serie de condicionantes; entre ellas, la respuesta del público.

Parte de esa conexión está dada por la honestidad de la cual hablamos al inicio. Empezando por el nombre del grupo: “nos pusimos Alejandro y María Laura porque somos Alejandro y María Laura; cualquier otro nombre nos hubiese sonado artificioso. Desde el primer momento hemos buscado ser como somos, sin máscaras; eso se nota en la música que hacemos”.


En su repertorio figuran baladas jazzeadas como “Quiero estar sola” y “Dentro de ti”, temas nostálgicos como “La abuela de Alejandro” y “Estos días”, otros más juguetones en letra, música y arreglos, como “Abre los ojos” o “Sensual intergaláctica”, y otros abiertamente derivados de la trova como “A un centímetro”. Todas estas canciones pueden ser escuchadas en sus diferentes versiones en la web del grupo y vía Youtube.

Con todo, la aventura musical del dúo parece ir viento en popa. El videoclip de “Estos días” (con la participación de los mimos Juan y Carmen Piqueras) tiene un alto índice de visitas en Youtube. Y “Paracaídas” figura entre los discos más vendido de 2011, manteniendo la tendencia en lo que va del año. Al parecer, Alejandro y María Laura encontraron la fórmula para seguir soñando, pero con los ojos bien abiertos.


(Publicado en la Edición 36 de la Revista Phantom Mayo/Junio 2012)

La gran Esperanza del jazz

El mundo supo de ella cuando se convirtió en la primera artista de jazz de la historia en ganar un Grammy como Artista Revelación; con este galardón consiguió, súbitamente, para ella y para el género música que representaba, la atención de un público y unos medios bastante esquivos.


El jazz había perdido la batalla frente al pop, a tal punto que ni los productores ejecutivos del Grammy se dignaban a anunciar los nominados por televisión. Se trataba de un género alejado de las masas debido a su complejidad y a la erudición musical que se precisa para poder siquiera escucharlo; el jazz estaba quedando fuera de ligas, sepultado bajo una serie de géneros y artistas cada vez más ligeros y digeribles.

Tal vez este hubiese sido el tenor de la historia del jazz en los espacios masivos, pero también es cierto que siempre ha dado muy buenos manotazos de ahogado (como el merecido Grammy al Disco del Año para “River: The Joni Letters”, de Herbie Hancock, en 2008). Además, súbitamente apareció una nueva generación de jóvenes artistas que, al mismo tiempo y en distintos países, decidieron darle una oportunidad uno de los géneros musicales más exigentes.

Es en esas que el mundo descubrió a Esperanza Spalding (Portland, 1984), cantante, compositora, bajista y pianista que, además, se convirtió en el primer músico de jazz en llevarse el Grammy al Artista Revelación (2010), dejando sentados nada menos que a Justin Bieber (¡¿?!), Florence + the Machine, Drake y Mumford & Sons.


El jazz por el jazz

Y ya que a estas alturas deberíamos citar algún referente musical para que quienes no conozcan a la Spalding puedan ubicar su sonido, aclararemos que su música no suena a nadie que sea comercialmente conocido como “cantante de jazz”. Ni Sade (por ponernos nostálgicos y amplios de criterios), ni Norah Jones ni Diana Krall suenan como suena ella. Esperanza Spalding es jazz del duro, del de verdad, del que desborda ritmos irregulares y sincopados, acordes disonantes, armonías funcionales, caprichos técnicos y mucha improvisación, sobre lo cual instrumentistas y vocalistas demuestran su habilidad acrobática a velocidades vertiginosas. Ese jazz que tiene canciones hermosas pero no necesariamente bonitas ni fáciles de escuchar, o que con solo tres instrumentos suena a un ataque masivo de artillería pesada, o que puede darse el lujo de hacer susurrar a toda una orquesta con un tema lentísimo de no menos de 20 minutos de duración.


Esperanza Spalding tiene de todo esto. El disco por el cual entró a la justa del Grammy, “Chamber Music Society” (2010) incluye temas como “Chacarera”, una secuencia de improvisación sobre la base del popular ritmo argentino; o “Wild is the Wind”, que está a medio camino entre un tondero peruano y un tango argentino, y sobre cuya base armónica ella lanza, desde su garganta, las melodías más agudas que se le hayan escuchado hasta ahora. En su disco anterior, “Esperanza” (2008), experimentaba para la canción “Precious” con coros de niños acompañados de un trío de jazz que siempre amenaza con ir a la sabrosa descarga, que al final nunca llega, quedando contenida, frustrada, como la relación amorosa de la que habla la letra. También tenemos “Fall In”, una declaración de amor tan erótica como triste, susurrada por ella y un piano que tiene la delicadeza de la garúa sobre la piel. En su primer álbum, “Junjo” (2006), ella se había entregado al jazz por el jazz, retando con su bajo y su voz a los demás instrumentos en temas demoledores como la descarga de “The Peacocks”, la brasileña “Loro”, la juguetona “Mompouana” y la romanticona “Cantora De Yala”.


En todos ellos, Spalding ha demostrado la amplitud de su registro vocal y la ausencia de temor para incorporar cualquier género a su arsenal musical, cantando por igual en inglés, portugués y español. Y claro, no podemos dejar de lado su nuevo disco, editado en abril de 2012: “Radio Music Society”. En él, le hace ojitos al pop y al rock pero bajo sus propias reglas, dando como resultado un álbum que rezuma elegancia por donde se le mire y escuche. “Black Gold” ha sido el primer tema presentado, con todo y video sensualón de modelos afrodescendientes (incluyendo el renovado look de la cantante y de su co-vocalista) que desencajarían cualquier mandíbula.


Expectativa mundial

Radio Music Society” ha sido lanzado en los formatos CD, CD+DVD Deluxe y vinilo, lo que es una evidente muestra de que, en la vida de Esperanza Spalding, ha habido un antes y un después del Grammy.

Porque ella no la tuvo fácil desde sus inicios. Si bien siempre estuvo rodeada de músicos y de hecho siempre fue considerada una niña prodigio, la suerte le fue esquiva por mucho tiempo. Incluso estuvo a punto de abandonar la música y meterse a estudiar ciencias políticas cuando la economía no le daba para más y sus estudios musicales pendían del delicado hilo de los préstamos y de las becas que no llegaban nunca. Eso, al parecer, tuvo sus orígenes en su indecisión al elegir un instrumento y un género para explorar: en sus estudios, pasó del piano al bajo haciendo escala en el violín, y de la música clásica al jazz por influencia de sendos discos de Yo-Yo Ma y Miles Davis, respectivamente. En algún momento recibió orientación por parte de Pat Metheny, quien vio en ella el potencial que ahora todos conocemos como una realidad. Fue gracias a sus consejos que pasó de ser alumna del Berklee College of Music a una de sus principales profesoras… y la segunda egresada de dicha casa de estudios en alzarse con el Grammy (la primera fue Paula Cole).


Así la historia, Esperanza pasó de ser una artista conocida por un puñado de seguidores a ser la invitada de honor del presidente Barack Obama para la ceremonia del Nobel de la Paz, y abrir uno de los números principales en la gala del Óscar.

Y es así como, sin dar concesiones, Esperanza Spalding es ahora una figura de la música, la principal representante del jazz ante los oídos del mundo.



(Publicado en la Edición 36 de la Revista Phantom Mayo/Junio de 2012)

Mr. Jason, de la A a la Z


Un tanque pop, musicalmente impecable, matizado con elementos del blues y del soul, de los estándares y del vodevil estadounidenses de la década de 1940, del rock y hasta del latinjazz. En resumen, y nunca mejor dicho, un compendio de música desde la A a la Z.



Siempre, antes de escribir una reseña o una crítica musical, uno se hace las mismas preguntas: ¿cuál es el aporte de este artista, tanto a nivel musical como en cualquier otro aspecto? ¿Qué elementos musicales ha recogido, sistematizado o perfeccionado? ¿Cuál es su relevancia artística, política o histórica?

Algunas respuestas parecen obvias pero no todas soportan un análisis técnico, porque no en todo los casos el entusiasmo que un artista despierta entre el respetable va de la mano con su calidad artística o con su real importancia en más de un área. (Personalmente, me resisto a hablar de los artistas de moda cuando no valen la pena)

Ahora es el turno de Jason Mraz, un músico de talento indiscutible y ojo magnífico para colocarse en la cresta de la ola pop contemporánea, equilibrando formas, contenidos y rollos relacionados con la conciencia social, con las dosis exactas de azúcar para engatusar a los fanáticos sin empalagar a sus críticos.

Esperando el cohete (del éxito)

Jason Mraz nació en Virginia, el 23 de junio de 1977. De ascendencia checa, estudió teatro musical en la American Musical and Dramatic Academy (Nueva York) antes de mudarse a California. Al principio su música estuvo influenciada por géneros como el reggae, el pop, el rock, el folk y el hip hop, aunque poco a poco fue incorporando nuevas propuestas a su sonido.



En el inicio de su carrera publicó más de una docena de EP y cintas de audio, distribuidas entre amigos y familiares, y que poco a poco fueron llegando a manos de un público más amplio. La evolución del cantautor pop y folk hacia propuestas más ambiciosas y cuajadas quedó registrada en el álbum en vivo “Live at Java Joe's” (2001), un recital íntimo editado posteriormente en formato CD+DVD  bajo el nombre de “Jason Mraz: Live & Acoustic 2001”. De esta época datan varios de los éxitos que serían editados en su primer álbum oficial.



Este recorrido previo, que se remonta a mediados de la década de 1990, y la presencia de músicos como Noel “Toca” Rivera (percusiones y segunda voz) y Ian Sheridan (bajo), hicieron de “Waiting for My Rocket to Come” (2002) un álbum redondísimo por donde se le escuche. Desde las composiciones hasta los arreglos, pasando por las letras, llenas de sentido del humor; todo estaba en su sitio. El disco se convirtió en una seguidilla de hits de éxito respetable (incluso varios de ellos rankearon entre los primeros lugares del Billboard) como “You and I Both”, “The Remedy (I Won't Worry), “Curbside Prophet”, “Sleep All Day”, “Too Much Food”, “Absolutely Zero”, “No Stopping Us” y “Tonight, Not Again”.

De la A a la Z

Tal fue el éxito del álbum y su calidad musical que Jason Mraz lanzó un disco en concierto titulado “Tonight, Not Again: Jason Mraz Live at the Eagles Ballroom”, con una súper banda y nuevos arreglos que acercaron a las canciones al latinjazz y al estándar estadounidense.

Mraz, tal vez para no ir contra la esencia de sus inicios y con el fin de recoger nuevas lecciones aprendidas, continuó editando casi compulsivamente varios EP en estudio y en concierto, con material inédito que luego formaría parte de “Mr. A–Z” (2005), álbum producido por Steve Lillywhite. Si bien no obtuvo el éxito de su predecesor, demostró las intenciones especulativas de Mraz con relación a su música: desde balada italiana (“Life Is Wonderful, “Bella Luna”) hasta fragmentos de ópera (“Please Don't Tell Her”), música electrónica (“Wordplay”, “Geek in the Pink”) y algunos otros de difícil catalogación (“O. Lover”).

Mraz, a la sazón, estaba involucrado en cuanta campaña social podía: protección de animales, vegetarianismo, derechos de la comunidad LGBTI, medio ambiente, derechos del niño, escuelas musicales gratuitas y un largo etcétera. En 2010 fue nombrado Humanitario del Año por la SIMA. Pero dos años antes, lanzaría el álbum con el que tocó la cima del éxito y hasta un poco más allá.

Cantar, bailar y “pedir prestado”



En “We Sing. We Dance. We Steal Things.” (2008) pidió “prestadas” las armonías de clásicos de casi todos los géneros: “I’m yours” es un respetuoso calco de “Somewhere over the rainbow”, “Butterfly” es “I will survive” a la cara y temas como “Only Human”, “Love for a Child”, “Make It Mine”, “If It Kills Me” y la mismísima “Butterfly” podrían presentarse como una tesis de doctorado sobre estructuras de composición propias de Michael Jackson y Marvin Gaye. Sin embargo, más allá de todas las referencias más o menos obvias según el entrenamiento de quien las escuche, existía una intencionalidad artística.



Con todo, sumando la habilidad de Mraz para revisar, corregir y aumentar a los clásicos y los niveles de perfección interpretativa que iba alcanzando su grupo, el álbum se convirtió en uno de los mejores lanzamientos de la década, y elevó a Mraz a la categoría de ídolo. En los conciertos, la historia corría acorde con lo producido en el estudio, y fue así que en 2009 editó “Jason Mraz's Beautiful Mess - Live On Earth”, lanzamiento que reinventaba algunos temas e incluía canciones inéditas y covers bastante bien elaborados, como el “All night long” de Lionel Richie.

“We Sing. We Dance. We Steal Things.” contó con la participación de más de cien músicos de sesión y con la producción de Martin Terefe (entre otros: Bisons, Craig Davis, Alex Cuba Band, KT Tunstall y Martha Wainwright), y fue editado en diversas presentaciones, entre ellas vinilo y una edición de lujo con dos CD y un DVD que incluía un formidable recital. Se convirtió, además, en su disco más vendido y mejor rankeado.

En 2010, Mraz ganó dos Grammy en las categorías Mejor Interpretación Vocal Pop Masculina por “Make It Mine” y Mejor Colaboración Pop por “Lucky”.



Cuatro letras

Este año, apenas hace un par de meses, editó “Love Is a Four Letter Word”, no sin antes lanzar la consabida seguidilla de EP en estudio y en concierto. La expectativa era altísima cuando apareció “I Won't Give Up”, primer sencillo del álbum, una balada ortodoxa que recoge varios elementos típicos de la música de Mraz. Pero además traía un agregado; y es que si bien todos sabían que Jason era un excelente cantante, la interpretación dramática del sencillo hizo que por primera vez su voz estuviese en primer plano. El tema fue calificado como una “joya pop con coros góspel”, y Mraz tuvo el camino allanado para el lanzamiento de su nuevo disco a tal punto que la fecha del lanzamiento fue adelantada.



Siendo objetivos, “Love Is a Four Letter Word” no es un desborde artístico como lo fuera “We Sing. We Dance. We Steal Things.”, sí es un muy buen disco en cuanto a lo musical, con temas de características poco convencionales como “5/6” y “Be Honest”. Y, aunque algunos fanáticos han resentido el exceso de optimismo en las letras, jason simplemente responde que “es un disco de canciones de amor pero visto no solo con el filtro del romanticismo; también trata de la compasión y la empatía y el amor por el mundo natural”.

“Love is…” está fresco todavía, aunque el debut en el número 2 en los Billboards tanto de EEUU como del Reino Unido no es nada desdeñable. Lo bueno es que, gracias a Jason Mraz, el pop mantiene la esperanza de contar con artistas musicalmente talentosos y con llegada a un público masivo. Esperemos que su presencia determine la llegada de otros como él en un futuro no muy lejano.



(Publicado en la Edición 37 de la Revista Phantom)

domingo, 15 de julio de 2012

(Porque nunca tendremos suficientes versiones de) la Novena de Beethoven


“Musique d'Or” es un sello de música clásica que se encuentra actualmente fuera de circulación. Fue creado para distribuir discos compactos principalmente en Europa, allá por la década de 1980, pero eventualmente llegó a otras partes del mundo, como acá en Perú, donde se vendía a precio de ganga para una época en que tener un CD era algo a medio camino entre una rareza y un lujo anacrónico, considerando que el APRA estaba destrozando económica y culturalmente al país... bueno, volviendo al sello, sus grabaciones eran bastante buenas aunque, claro está, luego de los DVD, Blue Ray y las subsiguientes remasterizaciones, estas ediciones se volvieron obsoletas. La mayoría del repertorio era ejecutado por artistas europeos y, entre otras características, cada disco venía empaquetado en un sencillo sobre de cartón (reciclado, cabe resaltar). Todo esto hizo de Musique d'Or un sello adelantadísimo para su época en más de un aspecto.

Crédito: Wikipedia.
De Musique d'Or compré Carmina Burana, las Cuatro Estaciones y varios otros clasicazos. Esta colección incluía, claro, la Novena de Beethoven, en versión de la London Festival Orchestra, bajo la dirección de Alberto Lizzio. Lamentablemente, algunos de estos discos han sido tomados por los hongos (consideren los años que han pasado y el bendito sobre de cartón reciclado, que será muy amigable con el medio ambiente pero también lo es con todo tipo de vida microscópica), así que deben pasar por un cierto acicalamiento antes de ser digitalizados.

El primero en pasar por este proceso casero ha sido, justamente, Beethoven.  Vamos, sean conscientes que se trata de una edición que probablemente jamás encuentren en el mercado (y, según he buscado, tampoco entre las descargas de internet), así que consideren este aporte como una contribución de mi parte para con el patrimonio musical de la humanidad.

Acompaño el link para descargar esta versión de la Novena con un texto que extraje de la traducción al español de “Beethoven”, de Marion M. Scott, el cual me di el trabajo de transcribir mientras escuchaba una y otra vez la Novena según Lizzio. Pero, mientras leía y tipeaba el texto (en otra oportunidad hablaré, justamente, sobre las biografías que me regalaba mi hermano cuando yo era niño), me percaté de que la traducción de Juan G. Basté para Salvat (1985) dejaba mucho que desear, así que tuve que recurrir al libro en el idioma original, lo que a su vez me llevó a darme cuenta que la traducción no era muy buena porque, al parecer, el original en inglés era un loco calato (¡cursos de redacción urgente para los musicólogos del mundo, carajo!).

Bueno, ya; sin más, el texto y el link para descargar el disco (como siempre, en MP3 de 320kbps). Con aportes como este, cada vez me siento más cerca de sembrar el arbolito para sentirme realizado como persona en esta puñetera vida. Ya, ya; enjoy your Beethoven.


"La Novena Sinfonía"

Más de diez años pasaron antes de que Beethoven terminara la Sinfonía en re menor, la novena y última, lo que ocurrió a finales de 1823 (o principios de 1824). Y así cumplió uno de los objetivos de su vida. Fischenich había escrito a Charlotte von Schiller, treinta años antes, lo siguiente: “Le adjunto una composición de ‘Feuerfarbe’, sobre la cual me gustaría conocer su opinión. Se trata de una obra de un joven de este lugar, cuyo talento musical es alabado por todos y a quien el Elector ha enviado, junto con Haydn, a Viena. Se propone, también, musicalizar el ‘Freude’ de Schiller, estrofa por estrofa”.

Aquel joven era Beethoven, y el propósito lo acompañó durante todos esos años. Vemos cómo aparece en los cuadernos de bocetos de 1798, 1811 y 1822. Cómo surge a gritos en la Segunda sinfonía, durante la crisis de 1802. Cuando llegó el momento adecuado lo compuso, pero no estrofa por estrofa; en su lugar, hizo una selección de los versos, incluso reorganizando el orden de los mismos, y atrapándolos en un texto compacto que podría servir para el final de una gran sinfonía. El resultado fue la estupenda Novena. En ella hay tres movimientos puramente instrumentales (un 'allegro', un 'scherzo' y un 'adagio') de una magnitud nunca antes imaginada, que pasan por un largo puente o transición hasta llegar al coral del ‘finale’, donde cuatro cantantes solistas y un coro completo se suman a la partitura para cerrarla triunfalmente.

La Novena Sinfonía, al igual que la Heroica, es una obra mixta, aunque su síntesis es mayor y su hilo conductor más extenso y más resuelto ya que, al parecer, Beethoven, que habría trabajado en dos esquemas sinfónicos, los resumió para esta única obra en 1818.

Además, la introducción de las voces humanas era un elemento perturbador. Y no precisamente porque un final coral resultara demasiado innovador. Compositores menores como Winter y Maschek ya habían echado mano de la idea, y el mismo Beethoven lo había hecho en su ‘Fantasía para piano, orquesta y coro’ en Do, op. 80, 1808. Sin embargo, en la Novena Sinfonía amplió enormemente lo planificado para conseguir expresar el gran sentimiento que quería transmitir con el 'finale'. Beethoven tenía una intención poética muy definida detrás de cada movimiento de la obra, pero lógicamente es más fácil sentir esto que expresarlo.

La interpretación usual es que el primer movimiento es el destino y el fin inexorable del universo, el segundo (el scherzo) es la exuberancia física y energética, y el tercero es el amor. Con el final no hay incertidumbre; la alegría es la idea dominante, y para Beethoven la alegría era lo que la caridad para St. Paul: la única cosa sin la cual todo lo demás está incompleto. Milton quizá soñaba con algo parecido cuando escribió: "La alegría nos sorprenderá quizá como una riada".

A Beethoven, la inspiración inicial le vino de Schiller; durante el transcurso de los años, su mente se encaminaba hacia una filosofía cósmica en la cual, mientras él miraba con calma las grandes verdades bajo el aspecto de la eternidad, sus diferentes manifestaciones terrenales eran vistas como símbolos relacionados místicamente entre sí. De ahí que no encontrase nada incongruente cuando quiso expresar la alegría divina combinando Schiller con Baco en un ‘finale’, y mucho menos viese nada irreverente al respecto, ya que el simbolismo de la Verdadera Viña está presente a lo largo de la religión cristiana. La extrema sencillez y la ausencia de sofisticación en Beethoven son desconcertantes, pero deben ser reconocidas. Como W. J. Turner ha dicho muy bien:

Es una peculiaridad de Beethoven que pueda usar palabras como “mejor” y “más noble” sin hacer reír a un hombre inteligente para sus adentros. Palabras como “bueno”, “noble”, “espiritual”, “sublime”, se han convertido en nuestros tiempos en sinónimo de patraña. En la música de Beethoven adquieren un significado nuevo y tremendo y ni todo el ácido corrosivo de la inteligencia más poderosa ni el más profundo escepticismo logrará calcinar en ellas sustrato de plomo alguno. Son de oro en su totalidad.

Primer movimiento: Allegro ma non troppo - un poco maestoso

Para el primer movimiento de la Novena Sinfonía, Beethoven parece llevarnos por un recorrido interestelar. La soledad es ilimitada. A través de unos compases a manera de preludio, de unas sencillas quintas y de unas trémulas octavas en las cuerdas, desciende el famoso primer tema, el lento relámpago.


El profesor Tovey, en su magnífico análisis de la sinfonía, dice de la apertura que es una revelación del poder total de Beethoven, y que de todas las obras de arte escogidas de una en una, esta es la que tendrá influencia más profunda y amplia en la música del futuro. La explicación del profesor Tovey sobre la forma en que Beethoven logra este efecto gigantesco, a pesar de limitarse a la duración normal de un primer movimiento, y sus sabias palabras sobre el método de Beethoven para instrumentar (aunque, prácticamente, todo sea un ‘tutti’), merecen un estudio detenido. Resulta imposible describir aquí la sinfonía; solo cabe hacerlo con los indicadores más concisos

Hay que tener en cuenta el variado y encantador grupo de temas que forman el 'segundo sujeto', y el pasaje de la coda que es como una premonición del Día del Juicio –el famoso murmullo dramático en semitonos de la masa total de las cuerdas, que empiezan con los bajos y aumentan hasta alcanzar las cinco octavas de profundidad en los violines-.

Segundo movimiento: Molto vivace

El segundo movimiento es “el más grande y más hermoso de los ‘scherzos’ de Beethoven”. Se dice que le vino la idea cuando pasaba de la oscuridad a la luz; a su manera, este movimiento también es aterrador, no por su encanto sino por su derroche de energía vital y rítmica. En la orquestación de Beethoven se encuentra su ser más explosivo y los pasajes de percusión resultan asombrosos. A lo largo de su carrera vemos que es característico de él concederle un papel preponderante a la percusión, llevándola a un nivel próximo al virtuosismo pero sin desestabilizar el estilo sinfónico consagrado. En el trío aparece aquel pasaje exquisitamente afortunado, unido a la segunda sinfonía en el pasado y con el ‘finale’ que se acerca.


Tercer movimiento: Adagio molto e cantabile

“El supremo movimiento lento –dijo Parry- es el mejor ejemplo orquestal de este tipo de movimiento lento”; esto es, tema y variaciones. Se trata de un doble juego, con dos temas. El primero es hermoso, pero el segundo lo es aún más. Es precedido por un par de acordes en los que el sonido de las trompas parece apoderarse del alma y compartir con ella una melodía que es la expresión suprema del amor (para con la persona amada, valga la aclaración).


Cuarto movimiento: Finale: Allegro assai

Para Beethoven no era fácil pasar con lógica a un final coral luego de tres movimientos con tanta magnificencia instrumental. Después de mucho meditarlo, ideó un plan a manera de puente o introducción que le permitiera mirar hacia atrás y hacia adelante como, a escala reducida, lo había hecho ya en sus modulaciones básicas.

Se trata de un pasaje verdaderamente dramático. Con violonchelos y contrabajos fieramente alborotados. Beethoven examina y despide cada movimiento por vez; luego, nos ofrece la visión anticipada de un nuevo orden, un presagio de la gran melodía que será el tema del ‘finale’. Se advierte primero en los violonchelos y contrabajos para después, gradualmente, resplandecer bellamente en el pleno de la orquesta; su llegada al punto culminante constituye un momento que vale la pena vivir.

El tratamiento que da Beethoven a las secciones de cuerda que acompañan lo anteriormente expuesto constituye un maravilloso ejemplo de su talento para realzar la belleza de sus más grandes melodías, situando debajo de los temas principales contramelodías vívidas y flexibles.


Pero, aún así, Beethoven no está satisfecho. Una vez más, el clamor estalla para ser calmado por el bajo solista con un recitativo: “O Freunde, nicht diese Töne; sondern Lasst uns angenehmere anstimmen und freutenvollere!” (“¡Oh amigos, no son estos los sonidos, pero vamos a cantar algo más agradable y más lleno de alegría!”). Esas palabras son del mismísimo Beethoven. Al igual que en la sección del puente, el compositor llegó a ellas luego de una larga reflexión.

Desde allí, toma un impulso ascendente hacia el ‘finale’ coral, un libre juego de variaciones. De ahora en adelante, el gran movimiento avanza majestuosamente en una marea de alegría, cuyas olas a veces golpean con sus embates y a veces nos elevan hasta el trono de las estrellas. En la sección señalada ‘adagio ma non troppo, ma divoto’, Beethoven alcanza una gran altura de devoción espiritual y éxtasis casi sin precedentes, mientras ordena los versos:

Über Sternen muss er wohnen.
Ahnest du den Schöpfer, Welt?
Such ihn überm Sternenzelt!
Über Sternen muss er wohnen.

Él tiene que vivir por encima de las estrellas.
¿Adivinas, mundo, quién es tu creador?
¡Búscalo más allá de la bóveda celeste!
Él tiene que vivir por encima de las estrellas.

Sir George Grove señala acertadamente la belleza y originalidad de los acompañamientos y la manera en que Beethoven, manteniendo las voces e instrumentos en los registros altos, ha producido un efecto que no se olvida fácilmente. Observa, también, las premoniciones –en la Cantata Leopoldo, de 1790, el final de Fidelio, y la Coral de Fantasía- de este efecto místico y hermoso.

El esquema de Beethoven para el final era excelente, pero su culminación se vio obstaculizada por el factor humano. Beethoven tenía cierto derecho a esperar una gran extensión de las voces de sus cantantes, tal como lo hacían la mayoría de los compositores de su época en Viena, pero sus exigencias eran absolutamente excepcionales. Ahora bien, el factor humano es variable: pocos coros pueden interpretar la Novena Sinfonía con la claridad prevista por él, y los expertos siguen preguntándose si el final coral es la corona o el crimen de la sinfonía. Pero el profesor Tovey suministra lo que debería ser la respuesta final a esta cuestión, cuando escribe: “No hay ninguna parte de la Sinfonía Coral de Beethoven que pierda claridad si aceptamos que el final coral es el correcto; en cambio, casi no hay punto que no se convierta en difícil y oscuro si caemos en la rutina de considerar incorrecto dicho final”.

A menudo, se supone también que Beethoven no orquestaba con eficacia. Si se le juzga a tenor del virtuosismo de un Berlioz, un Tchaikovsky o un Strauss, sus partituras pueden parecer carentes de destreza. Casi cualquier director actual podría señalar los pasajes en que Beethoven podría haber actuado con mayor efectividad, especialmente en lo que a metales se refiere. Sin embargo, por ejemplo, Berlioz comenzó donde Beethoven acabó; además, seguir el camino más largo puede ser, a menudo, la forma más rápida de llegar a casa. La forma en que Beethoven llevó a cabo sus partituras es la adecuada para su música, ya que es una parte integral de sus pensamientos. Pertenece a la modernidad –a diferencia de Haydn, que nunca superó las primitivas asociaciones con el continuo- y si bien es cierto que es menos flexible que la de Mozart, es, en cambio, más chispeante. Las sinfonías de Beethoven abundan en una orquestación apta y elocuente para exponer las más diversas situaciones y, si cabe, sus conciertos son, en todo caso, aún más finos en sus soluciones imaginativas al enfrentarse a los problemas de orquestación.

Tomado de:
Scott, Marion M.
“Beethoven”
© Salvat Editores, S. A., 1985
Barcelona, España
Páginas 149-154.

Traducción de Juan G. Basté, revisada por el autor de este post sobre la base del texto original en inglés.



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Ludwig van Beethoven - Symphony No. 9
Performed by The London Festival Orchestra, conducted by Alberto Lizzio
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Intérpretes: The London Festival Orchestra. Alberto Lizzio, Conductor.
Año: 1992
Género: Clásico
Formato: MP3 - 320 kbps

TT: 01:03:20

Symphony No. 9 in D-Minor, Op. 125
  1. Allegro ma non troppo - un poco maestoso (14:14)
  2. Molto vivace (11:38)
  3. Adagio molto e cantabile (13:35)
  4. Finale: Allegro assai (23:41)

Género: Classical Music
Categoría: Classical Music CD
Compositor: Ludwig Van Beethoven (1770 - 1827)
Artistas: The London Festival Orchestra, Alberto Lizzio
Sello: Musique d'Or 1025, 1992, UPC# 04716310252


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