sábado, 13 de abril de 2013

Tchaikovsky: Sinfonías 1 a la 6 (lista de reproducción)

Aquí les dejo las sinfonías de Tchaikovsky, en versión de la Orchestre du Theatre Mariinsky, dirigidas por V. Gergiev (y si cara de pocos amigos).

Que lo disfruten :-)



Y si las prefieren de una en una... aquí les van:

Sinfonía 1


Sinfonía 2


Sinfonía 3


Sinfonía 4


Sinfonía 5


Sinfonía 6


Por Daniel Ágreda Sánchez.

jueves, 11 de abril de 2013

El día después del día siguiente...


David Bowie ha regresado. Con esta oración podríamos dar por concluida esta crónica, porque su nombre y apellido encierran toneladas de significado audiovisual que hablan por sí mismos. Pero seamos benévolos con todos aquellos profanos que no han tenido el gusto de saborearlo; he aquí, para todos, la punta del iceberg, apenas un fragmento de la historia del rock.  


El mundo pudo no acabarse, pero definitivamente algunos de los más recientes eventos están anunciando ¡A GRITOS! el advenimiento de una era nueva: caen asteroides, renuncian los Papas, mueren dictadores latinoamericanos y damas de hierro inglesas, y David Bowie presenta un nuevo álbum. Sí, a ese nivel de trascendencia geopolítica le hemos catapultado todos, detractores y fanáticos.

No se trata de un cantante muy dotado, ni de un compositor infalible ni de un sorprendente arreglista; de esos los hay mejores, pero incluso los mejores le rinden pleitesía. Tampoco ha sido un adelantado a su época; experimentó, sí, pero fue primero que nada una fotocopiadora de géneros, según sus propias palabras. En la década de 1960 hizo blues y algo de pop, en la de 1970 le dio por roquear con toques progresivos y guitarras ‘glam’, según le soplaba a su banda el viento sobre los atriles. En 1980 fue la mata del ‘new wave’ con guiños a la música de los cincuenta (sus ‘hits’ más furibundos son todos frutos de aquel extraño híbrido) y en 1990 fue… todo lo que sonaba: ‘grunge’, alternativo, ‘trance’, ‘drum+bass’, ‘brit’ y bulla, mucha bulla en dosis generosas. Para los últimos diez años mantuvo un silencio estratégico hasta editar su más reciente disco, “The Next Day”, que es rocanrol puro y a la vena; la nueva tendencia global.


¡Ah! ¡Por cierto, Bowie también es actor! Participó, entre muchas otras, en “The Man Who Fell to Earth” (1975), “Furyo” (1983), “Labyrinth” y “Absolute Beginners” (1986), “The Last Temptation of Christ” (1988, la de Scorsese; en ella hizo de Pilatos) y se representó a sí mismo en “Zoolander” (2001). Y no habrá ganado un BAFTA ni un Oscar pero le dio lo justo para cerrarle el pico a todos los críticos de cine, lo cual, sabemos es tan improbable como que Francisco I oficie la boda de Ru Paul con Dennis Rodman en la Basílica de San Pedro.


¿Qué tuvo, tiene y tendrá David Bowie, que lo mantiene en la cumbre de la historia musical sin ser el mejor de los mejores? Relajando los análisis sociológicos, históricos y plásticos (que sendos han sido escritos ya), pienso que su principal mérito es hacer música correcta y aderezarla con elementos de su propia cosecha, anticipándose a las demandas del público y a la disposición de la industria, y contando con la asesoría de los mejores productores del momento (Brian Eno figura entre sus íntimos); además, explotó de la mejor manera una arista inédita en el rock hasta antes de su arribo: el mercadeo de una “escandalosa” vida privada (que en verdad resultó ser más aburrida que beber cerveza con cañita) y el manejo inteligente de una imagen lo suficientemente controversial como para despertar el morbo antes que el rechazo.


Pero, ¿quién carajos es David Bowie?

A los veinteañeros que leen estas líneas y que se están preguntando a quién le estamos reventando tantos cohetones, les digo que esa misma pregunta nos hemos hecho todos desde siempre y que, cuando ya nos estamos animando siquiera a hipotetizar sobre el asunto, el tío en cuestión nos cambia la plana con un ingenioso quiebre de timón. Así que mejor vayamos por partes, como solía hacerlo Jack el Destripador.

David Bowie, en la
década de 1960.
Primero, lo fáctico: David Bowie, quien en realidad es David Robert Jones, tiene 66 años de edad y nació en Londres durante la posguerra, que dejó nada menos que una amenaza atómica y al planeta polarizado en comunistas y capitalistas.

Ya en 1969 lanzó “Space Oddity”, canción que hizo colapsar el Billboard a ambos lados del charco y álbum homónimo de directa alusión a la película de Stanley Kubrick (y, entre líneas, nunca mejor dicho, al consumo de drogas). Pero este no fue su primer disco: él llevaba varios años cabeceando contra la bombilla para poder colarse en la lumbre del éxito, esquivo hasta el final de aquella década; y para suerte suya, porque los previos no fueron trabajos que merezcan la pena el recuerdo.

“The Man Who Sold the World”, nombre que a los nirvaneros debe sonarle a más familiar que el de sus propias progenitoras, apareció en 1970. Llevaba varias carátulas, siendo la más famosa aquella más controversial: Bowie se mostraba con el cabello largo y rizado, ataviado con un coqueto vestido y en posición de Maja de Goya. Híperfemenino. Con él, presentaba a su banda, Spiders from Mars, y lo que sería la exacerbación de su imagen (como verán, Madonna no inventó nada). Además, en pleno espacio/tiempo donde ser homosexual era un pecado, un escándalo y un delito, Bowie comentaba con la prensa, con pelos y señales, literalmente hablando, cómo la pasaba con amantes de su mismo sexo.

El extraterrestre

Como es imposible y ocioso enumerar todos sus álbumes, saltemos mejor a “The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars”, disco conceptual que todavía es motivo de tesis universitarias y artículos en blogs, que ya sabemos no pesan lo mismo (pero no mezquinemos el entusiasmo a quienes empiedran internet con sus buenas intenciones). David encarnaba en el escenario a Ziggy, el andrógino extraterrestre bisexual que cayó en nuestro planeta y sufría con nuestro estilo de vida decadente. El personaje, la temática y el género musical (‘glam’) le duraron como cinco años y otro tanto de discos.

Fuera del escenario, David Bowie adoptó el personaje por completo y se dedicó a explotar el morbo del respetable con su vida (bi)sexual y su look andrógino de cabello extremadamente corto y rojo, ojos de dos colores (al natural, verde uno y azul el otro), kilos de maquillaje y poses amaneradas… adelantando el final de esta historia: su imagen fue trabajada junto con su esposa de aquellos años, la actriz y modelo Angela Bowie, quien (se dice) inspiró el tema “Angie” de los Rolling Stones.

Cerrando el tema de la sexualidad de Bowie, después de Angela pasaron varias mujeres (sí, mujeres y nada más que mujeres) hasta que se casó, en 1992, con la súper-archie-mega-non-plus-ultra modelo somalí Iman. Bueno… ¿y sus relaciones con los hombres? Pues nada, que David engañó a todo el mundo diciendo que era gay mientras llevaba, en el clóset, una vida heterosexual.


Ziggy dejó de existir en 1975 y dio paso a un Bowie enternado y masculino, si se quiere, aunque igual de maquillado. Era su “etapa americana”, de hits pegajosos y calidad sobre la media, con uno que otro chispazo de genialidad. Se insinúa la etapa desde “Diamond Dogs” y se cierra con “Station to Station”.

Radical samaritano

“Low”, de 1977, pateó el tablero con experimentación sonora que solo Bowie y Brian Eno (su amigo, productor y coautor) entendían, dando inicio a la llamada “etapa berlinesa”. Luego, vendrían “Heroes” y “Lodger” (1979), de avasalladora aceptación comercial, con el que se cierra esta, según la mayoría d sus seguidores, genial  trilogía.


Bowie también hacía sus incursiones en el terreno de la producción musical: trabajó con Lou Reed en su disco más exitoso, “Transformer” (1973), y relanzó la carrera musical de un muy venido a menos Iggy Pop, a la sazón su ídolo, escribiéndole canciones, editándole discos, apoyándolo en sus giras… si Iggy sigue vivo aún, es por obra y gracia de San David. Como intérprete, recibió la década de 1980 salvando de la ignominia el mediocre “Hot Space” (1981) de Queen con el tema “Under Pressure”. Luego hizo duetos desiguales con Mick Jagger, Tina Turner, Pat Metheny, Bing Crosby…

Pero volviendo a su carrera solista, en 1980 apareció “Scary Monsters (and Super Creeps)”, tal vez su mejor álbum y, al mismo tiempo, uno de los más exitosos: canciones como “Ashes to Ashes” y “Fashions” lo situaron muy bien entre el ‘glam’ y el ‘new wave’ (lo que quiera que entendamos por este último).


Armado de un Armani, metales (el mismo Bowie toca, y bastate bien, el saxofón) y una base twist ‘reconceptualizada’ para la época, el por entonces conocido como “el delgado duque blanco” editó: “Let's Dance” (1983), número 1 en casi todo el mundo y cuyo “Modern Love” todavía suena por lo menos dos veces al día en nuestras limeñísimas radios; “Tonight” (1984), portador de otro megaéxito como “Blue Jeans” (también de audición diaria obligatoria en el Perú); y “Never Let Me Down” (1987), que lo devolvía al compromiso social… el video de “Day-in, Day-out” fue censurado por la cadena MTV debido a sus escenas de violencia… y esta vez, como en muy pocas, el ‘establishment’ no estaba exagerando.


Ébano y marfil

Tras su matrimonio con Imán, los diarios se volvieron locos. Recuerdo haber leído de adolescente en La República, baluarte progresista del periodismo peruano, en primera plana: “David Bowie se casó… ¡con una mujer!”. Esa tal vez haya sido la noticia más comentada en nuestro país en 1992, después del autogolpe fujimorista, claro está.

“Black Tie White Noise” (1993) abrió su etapa de mimetización con las nuevas tendencias; la diferencia es que Bowie ya tenía un lenguaje propio. Devoró todos lo que estaba de moda, lo masticó y lo deglutió en un puñado de discos tan geniales como desagradables (mucho influyó también la presencia de Brian Eno como productor, además de la colaboración de músicos como Trent Reznor): “Outside” (1995), “Earthling” (1997) y “Hours...” (1999) son algunas de sus mejores producciones.


La experiencia de su matrimonio también abrió una nueva veta temática: el racismo. En la presentación de “Black Tie White Noise” habló de “la importancia de abordar esta problemática en la música, pero seriamente y no como lo hicieron Wonder y Jackson”.

Y al día siguiente…

El 8 de enero de 2013, las redes amanecieron más convulsionadas de lo usual; había aparecido de la nada, cual el monolito de “2001: A Space Oddissey”, un nuevo tema de David Bowie, la balada “Where Are We Now?”, tras trece años de silencio y coincidiendo con su cumpleaños. Las mandíbulas de los melómanos no terminaban de encajarse aún del todo cuando, igual de súbito, el 25 de febrero fue lanzado el videoclip de “The Stars (Are Out Tonigth)”, chirriante y divertido producto audiovisal con Tilda Swinton en el protagónico liderando a un séquito de mujeres que lucen como el mismo Bowie y lo acosan hasta la locura.

Antes de salir a la venta, el disco pudo ser escuchado por completo desde diversas páginas de internet y batió récords de venta… ¡incluso antes de salir al mercado!

“The Next Day”, presentado el 12 de marzo, es el álbum número 24 (grabado en un estudio) de la carrera del también conocido como el camaleón del pop. Es su álbum más sinceramente roquero en décadas, y tal vez el más sincero en líneas generales. Su voz ya no es la misma (insisto, nunca fue gran cosa pero se defendía bastante bien) pero opta por no maquillarla con programas ‘ad hoc’ y la portada del disco es un guiño humorístico a “Heroes”, como diciendo que tuvo mejores épocas… sí, esa portada merece una crónica aparte.

Pero el nuevo álbum no tiene nada de decadente. “If you can see me” puede animar, encantada de la vida, una fiesta de púberes promedio, mientras que otros temas, como “Dirty Boys”, “Heat” y “Love is Lost” amplían el abanico de géneros musicales, como queriendo abrazar todas sus épocas y tendencias.


Lo acompañan en esta aventura Zachary Alford (baterista que nos visitó como parte de los B-52s), Gerry Leonard, Tony Levin y Tony Visconti (a la sazón, productor del álbum), además de un ejército de sesionistas que van desde los metales hasta las cuerdas, pasando por los coros góspel. El disco es de audición obligatoria, seamos o no fanáticos.

Se quedan en el tintero una suculenta ración de chismes, historias, méritos, aportes musicales y líricos, escándalos inventados y no inventados, álbumes editados y canciones que pasarán a la historia por mérito propio. Es imposible abarcar a David Bowie en un solo artículo (para eso se ha editado ya un centenar de biografías y de ensayos analíticos, en casi todos los idiomas). Y, ya para cerrar, podría decir que tendremos Bowie para rato, frase cliché, pero no; cerremos esta perorata con la misma oración que la inició y que, señalamos, se explica por sí sola:

“David Bowie ha regresado”.


Por Daniel Ágreda Sánchez
(Publicado en la Edición 40 de la Revista Phantom)

Reseñas: Rhye, Devendra Banhart, José James, Nick Cave And The Bad Seeds,


Rhye
Woman
Republic Records, 2013

El enigmático dúo Rhye, formado por Mike Milosh (canadiense) y Robin Hannibal (danés), hace su debut discográfico con “Woman” (Republic Records, 2013). Milosh y Hannibal ya tenían una carrera musical, cada quien por su lado (el primero como solista y el segundo como parte de Quadron), cuando decidieron trabajar juntos, como quien no quería la cosa. “The Fall” y “Open” fueron los primeros temas presentados vía internet, en versiones diversas y con sendos magníficos videos, manteniendo a los artífices en el anonimato para que el público se centrara tan solo en la fórmula musical: una sensual voz femenina que canta con la displicencia de una diva ebria entregada a los brazos de su amante de turno, arropada por armonías prestaditas del soul y por ritmos electropop bastante contenidos, una mezcla poderosamente erótica y, sobre todo, artísticamente completa. No suenan a nadie en particular, pero la taxonomía musical nos haría emparentarla con Everything but the girl, Sade, algo del Motown más progre, música disco setentera… cierto es que soul sería la etiqueta genérica, pero es difícil encasillarlos, más allá de decir que se trata de música muy buena. Como dato curioso, diremos que la sensual voz femenina del grupo pertenece a un varón (precisamente Mike Milosh) y que el disco está dedicado a su señora esposa.


Devendra Banhart
Mala
Nonesuch Records, 2013

Cada artista encuentra, en algún momento de su carrera, su propio lenguaje; el problema es cuando empieza a abusar de ciertos recursos sin preocuparse por oxigenarlos. Y no es que la innovación permanente sea sinónimo de calidad, pero hasta en la música se da aquello de que la cuerda se rompe por el lado más débil. “Mala” (Nonesuch Records, 2013), lo nuevo de Devendra Banhart, se acerca peligrosamente al lindero entre la fidelidad a los postulados artísticos y el punto en el que estos ya no dan más. Por ejemplo: “Mi negrita” habría quedado muy bien si no fuese por ese insufrible pretencioso exotismo que la echa un poquito a perder. O “Your Fine Petting Duck”, en que la sucesión de las variaciones, que en sí mismas no están mal, se siente forzada. Pese a todo, “Mala” aún ofrece momentos de lucidez, en especial desde la mitad del disco hacia adelante, que es cuando las piezas encajan mejor. Tal vez sea porque se trata de temas simples y compactos a la vez… lo que llevaría a pensar que Devendra es más un ‘performer’ que un músico. En este caso, lo mejor siempre es buscar buenos productores o verdaderos músicos que ayuden a dar forma a las ideas; que lo diga, por ejemplo, Peter Gabriel...


José James
No Beginning No End
Blue Note, 2013

Podríamos decir que, en los últimos años, venimos presenciando una fuga de talentos, desde el jazz hacia el pop, y que en (casi) todos los casos el resultado ha sido más que bueno. Ahora es el turno de José James, músico estadounidense de raíces panameñas que pasó gran parte de su carrera (actualmente tiene 35 años) fungiendo de vocalista para varias bandas de jazz, estigma que lo acompañó incluso en sus primeras producciones como solista. Sin embargo, con “No Beginning No End” (Blue Note, 2013) James le saca lustre al calzado pop en el cual mete, sin mayor esfuerzo, todo los chiches del jazz, con énfasis en cierta atmósfera acústica que remite a las 'precarias' técnicas de grabación de las décadas de 1930 y 1940. El resultado es un producto que si bien no deja de ser jazz (no vamos a entrar en minucias teóricas aquí), se cubre de ese filtro ‘light’ que Esperanza Spalding podría haber patentado, el cual hace a la música un poco más accesible sin quitarle un ápice de complejidad y riqueza. Ayuda, en este caso específico, que James vierta a discreción toda la sensualidad de la que es capaz su garganta. El sencillo del álbum es “Trouble”, pero las palmas de pie se las llevan “Vanguard” y “It’s All Over Your Body”. Y claro, también el resto de canciones. Joyita.


Nick Cave And The Bad Seeds
Push the Sky Away
Bad Seed Ltd, 2013

Al buscar información en internet sobre “Push the Sky Away” (Bad Seed Ltd, 2013), uno se da con la sorpresa de que llegó al N° 1 en todos los países que cuentan con un ranking medianamente serio. Lo sorprendente no es que Nick Cave obtenga tal éxito, merecido por donde se le mire, sino que lo haga con un álbum tan testimonial en medio de un mercado tan ávido de música escapista. O quizás, en el fondo, la humanidad esté demandando algo que la lleve por el camino la reflexión. Bien por Nick Cave y su genial pero inmetible nuevo álbum, que viene a llenar el nicho musical de quienes buscan deprimirse con obras de calidad y con versos aguafiestas como “the tree don't care what the little bird sings” (del tema “We No Who U R”) o con la desalentadora historia relatada en “Jubilee Street” (que cuenta con un videoclip censurado, nada menos). En todo caso, no es novedad esto del pesimismo de Cave, que le cae de perilla a su blues de sonido áspero pero que siempre le da cabida a la belleza. Este álbum tiene la particularidad de presentarnos a la banda nuevamente junta y viene, además, en cuchumil presentaciones, incluyendo una Deluxe y otra en Súper Deluxe Box Set… se ve que las malas semillas ya aprendieron a marquetearse mejor. 


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(Publicado en la Edición 40 de la Revista Phantom)