viernes, 20 de diciembre de 2013

50 álbumes de 2013 – Parte 3 (del 10 al 1)

Luego de los artículos concernientes a los puestos del 50 al 31 y del 30 al 11, a estas alturas del conteo resulta muy difícil decidir el orden de preferencias. De hecho, desde el post anterior había empezado con los arrepentimientos, puesto que hay discos muy buenos que podrían quedar entre los diez mejores. Así y todo, pongámosle un orden preferencial también a estos diez.

De los mencionados a continuación, “X'ed Out” de Tera Melos, “Ciudad deReyes” de Gabriel Alegría, “Woman” de Rhye, “No beggining No end” de José James y “Wagner” de Jonas Kaufmann ya han sido previamente reseñados. A Albita y Cecilia Bartoli se les ha dedicado sendos artículos a propósito de los discos editados este año, así que solo quedarían por comentar los discos de Javier Perianes, Andrew M. Pisanu y Patricia Kopatchinskaja. Pues aquí vamos:


10.- Rhye, "Woman" (Republic Records)



09.- Tera Melos, "X'ed Out" (Sargent House)



08.- Gabriel Alegría, "Ciudad de Reyes" (Sapo Negro Records)



07.- Cecilia Bartoli, "Bellini: Norma" (Decca)



06.- José James, "No Beginning No End" (Blue Note)



05.- Jonas Kaufmann, "Wagner" (Decca)



04.- Albita, "Una mujer que canta" (Angel's Down Records)



03.-
Patricia Kopatchinskaja, Vladimir Jurowski, London Philharmonic Orchestra
Prokofiev & Stravinsky Violin Concertos
Naïve

Patty es mi favorita por muchas razones y quiero dejar en claro que lo fue desde mucho antes de hacerse famosa, así que como decía Ferrando: ¡¡¡YO LA DESCUBRÍ!!! Este año ganó dos Gramophone Awards (categorías “Recording of the Year” y “Concerto”), premios que pasan a engordar la lista de logros de esta violinista moldava. Su estilo es inmediatamente reconocible, pues no apuesta por la pulcritud interpretativa sino por la expresividad (aunque esto implique soltar cromas, tropezar con el compás o ensuciarse un poquito la digitación). En vivo, ella es todo un espectáculo pegándole al violín, serruchando con furia las cuerdas, sacudiendo los cabellos de aquí para allá; en entrevistas, la exposición atropellada en inglés masticado de sus ideas extravagantes la convierten en una delicia admirable. Ya, bueno... en “Prokofiev & Stravinsky Violin Concertos” no consigue la interpretación perfecta que sí consiguió con “Bartok, Eötvös, Ligeti” (2012) pero otras son las razones que hacen de este disco uno de los mejores de 2013: el aporte de la "kopatchinskajanísima" cadenza al concierto de Stravinsky (parte que el autor nunca escribió) y la firmeza con que enfrenta los recovecos virtuosos de la pieza de Prokofiev. Jurowski, es cierto, dirige ambas piezas a la medida de la diva del violín y se las pone en bandeja, y también es cierto que hay momentos en que Patricia abusa de sus variados recursos musicales. Pero también es cierto que todo lo anteriormente expuesto solo contribuye a perfeccionar las que tal vez sean las versiones definitivas de estos conciertos para violín.


02.-
Andrew M. Pisanu
Collecting Diseases
Andrew M. Pisanu

Es el disco más acojonadoramente depresivo que haya yo podido escuchar… junto con el “Poses” de Rufus Wainwright, el “I am a bird now” de Antony and The Johnsons o cualquiera de Teddy Thompson y Matt Alber. Y, justamente, "Collecting Diseases" se inscribe en la línea de todos los anteriores: las letras cortavenas hablan de amores no correspondidos o de amores imposibles junto a desengaños muy, pero muuuuy dolorosos. Musicalmente se trata de un ‘tour de force’ de voz y piano, con algunos acentos proporcionados por un cuarteto de cuerdas y un par de clarinetes; se trata casi de un disco de cámara. Las canciones son tan extrañas y atemporales que bien podrían pertenecer al siglo XIX, de no ser por el toque pop que Andrew les imprime a todas ellas. No se sabe si el pianista es él mismo, pero en cuanto a la interpretación en general la cuota de sentimiento está más que cubierta. No se trata de un gran cantante pero sí de un gran intérprete; otrosí, considerando que las imperfecciones vocales, como la voz quebrada y las desafinaciones, podrían haber sido fácilmente reemplazadas o maquilladas en estudio, debemos suponer que mantenerlas en el producto final forma parte del paquete artístico. En cuanto a los temas, cada cual se muestra mejor que el otro, pero personalmente me quedaría con “Better off”, “John Doe”, “Disaster”, “Nazi Falls” y “RufusWainwright”, cuyo video tiene la capacidad de desmoronarte emocionalmente. Ojalá que este debut se convierta en una carrera correspondida por el éxito comercial y el aplauso de la crítica; motivos hay de sobra.


01.-
Javier Perianes
…les sons et les parfums
Harmonia Mundi


El disco estuvo disponible para ser escuchado en streaming por bastante tiempo como para hacerse un criterio completísimo de la obra; a lo que no se pudo acceder es al video que acompaña esta producción. Sobre la música, pues algo tiene Javier Perianes que lo hace perfectamente reconocible a primera audición, tal como sucede con la Kopatchinskaja aunque por los motivos opuestos: Perianes lleva a cero absoluto cualquier histrionismo interpretativo y hace que nos conectemos con el espíritu de la obra y acaso con las intenciones del compositor; ese es el resultado y la forma en que lo consigue es su receta secreta. Es por eso que, si bien ya estamos hasta la coronilla de grabaciones de Chopin y Debussy, uno puede confiar plenamente en el criterio de Perianes a la hora de poner en escena lo que todo el mundo ya puso en escena. “…les sons et les parfums” es una apuesta por revisitar el lado más expresivo de la música romántica y de la impresionista. A Chopin, al parecer, Perianes se lo conoce de memoria; debe ser por eso que temas como "Berceuse", los preludios y el "Étude No. 1" le quedan perfectos y a la vez muy distintos de aquello que usualmente escuchamos... indescriptible puede ser la palabra (conste que no soy el único que ha tirado la toalla a la hora de adjetivar el estilo de Perianes). La interpretación de los temas de Debussy, por otro lado, tienen un cierto matiz lúdico y, por momentos, fantasmal (ya, sí; mejor quedémonos con "indesciptible"). Todas y cada una de las notas suenan clarísimas, incluso cuando se trata tocarlas con efectos, con lo cual comprobamos que Perianes es único con las manos y con los pies con que maneja los pedales del piano. Lo único que se me ocurre agregar es que quien quiera que sea el ingeniero de sonido de esta maravilla de álbum, se merece un lugar en el Parnaso entre Chopin y Debussy. Vayan tomando nota, que aquí hay por lo menos otro CHOC, un Gramophone y quién sabe si un Grammy. Para mí, este es el mejor disco de 2013.


Por Daniel Ágreda Sánchez
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50 álbumes de 2013 – Parte 2 (del 30 al 11)

Continuamos con el conteo de los mejores álbumes de este año que, como hemos mencionado en el post previo, pintó muy bien para la música con grandes retornos, carreras que continúan cimentándose, artistas nuevos y otros que sorprendieron con discos inesperados.

Del 30 al 21

30.- Tal es el caso de Chris Thile, mandolinista del grupo progresivo Nickel Creek y del combo de bluegrass Punch Brothers. Con estos pergaminos, lo último que uno esperaba era la edición de su primer volumen con las sonatas y partitas de J. S. Bach. Esta revisión en mandolina ha conseguido críticas entusiastas en el mundo de lo clásico, que suele ser bastante cruel con quienes no la chuntan por todo lo alto al primer intento de migración desde el rock. 29.-Mesopotamia: Universe”, respectivamente las sinfonías números 2 y 3 de Fazil Say, significaron otro acierto en la carrera de este gran compositor y pianista turco, así como en el currículo de Naïve Records, aunque lo cierto es que, a nivel sinfónico, Say aún no se consolida como el genio que promete ser. 28.- Jordan Klassen es uno de esos artistas gringos que siempre están llevando lo ‘indie’ a un nivel superior. “Repentance” es su auspicioso debut discográfico. Muy, pero muy bueno.



27.-New Venetian Coronation – 1595”, del Gabrieli Consort, es la reedición revisada y mejorada del “A Venetian Coronation 1595” de 1990, solo que reinterpretado con instrumentos (todavía más) de época y rearreglado según los nuevos descubrimientos (etno) musicológicos y sociales en materia de coronaciones
ceremonias afines. Esta nueva versión revisitada volvió a ganar un Gramophone Award, tal como pasó hace 13 años. 26.- Caetano Veloso presentó “Abraçaço” y… bueno, Caetano Veloso pues: tradicional y experimental a la vez, romántico y pincha globos, todo eso al mismo tiempo. Tiene como 60 años haciendo música y nunca ha patinado, siendo este nuevo disco un imprescindible más en la colección de cualquier melómano que se respete. 25.- Por otro lado, Jeremy Denk presentó las variaciones Goldberg de Bach en CD con DVD explicativo, osadía que le ha granjeado aplausos y éxitos de venta. Junto con Thile, son los puntos más altos de Nonesuch Records en materia de música clásica en 2013. 24.- Y el eterno genio del jazz Mulatu Astatke nos presentó un disco antológico (como lo son todos sus discos): “Sketches of Ethiopia”, guiño evidente al mítico “Sketches of Spain” de Miles Davis con referencias que van más allá del nombre: todo lo que suena en este álbum es una maravilla, una jodida maravilla… lo siento, no puedo ser objetivo con Mulatu; soy su fan enamoradísimo.


23.- El “Ruiseñora” de Andrea Echeverri también está entre lo mejor de lo mejor del año: canciones simples pero de mensaje complejo, totalmente feminista, en clave de trova, folk y blues. Seamos sinceros, esto pudo ser una porquería panfletaria pero he aquí que el talento, la amplitud de criterios y el oficio de Andrea convirtieron a este puñado de canciones aleccionadoras en algo disfrutable y hasta entrañable por la buena vibra que contagia. 
22.- Ya hablamos del “Eva Ayllón + Inti Illimani Histórico”, documento musicológico con tintes experimentales que quedó muy bueno. Y en el caso de 21.- David Bowie por poco y convulsionamos de lo bien que le quedó “The Next Day”; con eso y con el emotivo videoclip del astronauta que cantó una de sus canciones insignia en pleno espacio. Esos fueron dos momentos épicos de 2013… imposible no haber moqueado con ellos.



Del 20 al 11

20.- Stephen Hough, junto con la Mozarteumorchester Salzburg dirigida por Mark Wigglesworth, editó la que tal vez sea la mejor versión de "Brahms: Piano Concertos Nos. 1 & 2" y por muchas razones: el particular estilo del pianista, la calidad de la grabación y la reinterpretación que el colectivo hace de estas obras, grabadas hasta el cansancio (que no es buen amigo de la calidad). Hough y el sello para el que graba (Hyperion) siempre han sido garantía de calidad, pero esta vez la cosa se puso demasiado buena. Personalmente, tenía en mi panteón la versión de Vladimir Ashkenazy dirigido por Bernard Haitnik, pero creo que esta nueva versión es muy superior. 19.- Y en la siguiente posición encontramos el enigmático “Sing to the Moon” de Laura Mvula, más jazz que otra cosa aunque a lo largo de cada tema uno pase un buen rato tratando de aplicarle la taxonomía; recapacitemos: hace rato que la buena música viene en géneros transversales y novedosos.


18.- Amos Lee regresó al ruedo musical con “Mountains of Sorrow, Rivers of Song”, y pese a que no repitió la locura de ventas de su predecesor, su música continúa mejorando con el tiempo. 17.- Chick Corea lanzó “The Vigil”, un extraordinario disco del que se esperaba tuviese mejor suerte en las premiaciones musicales, 16.- mientras que Sigur Rós nos trajo otro disco impronunciable, “Kveikur”, impecable desde todo punto de vista musical (porque de las letras jamás podremos opinar); en todo caso podemos afirmar que continúan superándose a sí mismos. 15.- Mayer Hawthorne y su sonido retrovanguardista (en serio que así suena, no me estoy excediendo con el adjetivo) nos preguntó “Where Does This Door Go”, que vino en todos los formatos posibles. Mayer es un aplicado estudioso de los barbershop quartets y del sonido sesentero de la Motown, especialmente del “Wall of Sound”, pero puestos en escena con tecnología contemporánea.


14.-Farinelli: Porpora Arias” de Philippe Jaroussky es, simplemente, todo. Cabe explicar, para quienes no lo sepan, que este álbum está integrado por arias escritas para el castrato Farinelli (sí, ese cuya vida recrea aquella película francesa que debería pasar al olvido) por parte de su maestro y tutor, Nicola Porpora. Jaroussky le da vida a estas obras con la complicidad de la Venice Baroque Orchestra bajo la batuta de Andrea Marco. Se trata de algunas de las piezas más hermosas del barroco europeo.


Dos álbumes que ya han sido reseñados en este blog son 13.-Get up!”, de Ben Harper y Charlie Musselwhite , y el magnífico, cuasi orgásmico 12.-The Electric Lady”, de Janelle Monáe. No vamos a repetir elogios en ambos casos para no parecer mermeleros. Pero al que sí le debemos la reseña es a 11.-Fiesta para los muertos” de Alejandro y María Laura. Este dúo se lleva de encuentro a todos sus coetáneos nacionales y lo demuestra con este álbum conceptual en el que menos es más: economía de instrumentos en contrapeso a los complejos arreglos musicales y rítmicos, letras lúdicas en su punto y más de un momento de belleza exuberante en el que dan ganas de aplaudir delante del equipo de sonido. Hace rato que los combos innecesariamente recargados deberían estar tomando nota de lo que hace este dúo. Por lo pronto, están abriendo puertas musicales en más de un sentido. Que yo recuerde, Lima nunca ha tenido un grupo así de bueno.




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Por Daniel Ágreda Sánchez
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jueves, 19 de diciembre de 2013

Cómo ser “una mujer que canta” y no morir en el intento

Con un disco nominado al Grammy Latino 2013, Albita Rodríguez regresó a la vertiente comercial de la música latina luego de algunos años dedicados a la investigación y el rescate de las raíces más profundas de la cubanía.


Si este artículo estuviese basado en una entrevista con Albita Rodríguez (La Habana, 1962), los tópicos tabú y la discreción serían leitmotiv. A ella no le gusta hablar de su pasado militante en la isla, del que poco se sabe porque, valgan verdades, mientras estuvo allá su carrera artística nunca fue, precisamente, la gran cosa; sus compañeros músicos la miraban muy por encima del hombro pues el talento no parecía desbordársele. Al menos eso es lo que dicen ahora, precisamente, sus compañeros músicos…

Otro tema tabú tiene que ver con su orientación sexual, secreto con el que juega permanentemente. Incluso al editar su primer disco en EEUU trató de explotar la ambigüedad de su apariencia andrógina pero, al parecer, algún asistente de imagen le recomendó dar marcha atrás, censurando incluso escenas del videoclip de “Qué manera de quererte” y presentándose híperfemenina en el de “El chico chévere”.

Aclaremos que ni el arte ni el talento dependen de con quién te acuestas ni a quién le vas políticamente hablando, pero asegurarse el éxito en EEUU sí. Por lo tanto, al llegar a Miami, Albita tuvo que alinear su discurso político con el de los disidentes; aunque, valgan verdades, es muy probable que lo haya hecho de corazón: en la década de 1980 la realidad cubana había llegado a un pico insoportable de escasez y persecuciones. Los Estefan se ofrecieron a cincelarle la carrera así que no podía andarse con medias tintas; ella tenía el talento, la voz y el carisma que nunca tuvo Gloria, así que Emilio debía procurar que, una vez famosa, Albita se hiciera su portavoz.

El largo camino para salir de casa

Albita salió definitivamente de Cuba en 1991, a propósito de una gira con su grupo. Asentada en Colombia y con un contrato de cinco años por cumplir, su situación era la de reinventarse o morir en el intento y, como no le quedaba otra, tuvo que dejar de lado los temas propios y arriar la bandera de la música guajira para izar la del cliché cubano. Así, rastrillando una y otra vez el repertorio de Celina y Reutilio y de La Sonora Matancera, sin querer queriendo se fue entrenando en las diversas claves rítmicas y la performance escénica, y se permitió explorar los registros agudos. Y aún hubo más: pudo tomar contacto con los sintetizadores y las cajas de ritmo, así como con los géneros musicales de otros países junto con aquello que marcó un antes y un después en su carrera: el jazz latino.


Sobre todo esto no hay muchas cosas escritas; Albita no menciona esto en sus entrevistas, tal vez porque no se lo han preguntado aún o quizás porque ella misma no es consciente de su cambio a partir de dichas influencias. Pero esto sí se puede deducir luego de escuchar y analizar su discografía completa, sacando conclusiones, además, a partir de lo que uno ha podido comentar con músicos cubanos que la conocieron, y de contrastar su historia con la de otros artistas en general.

Como sea, la Albita que salió de Cuba ya no era la misma cuando editó “No se parece a nada” (Epic, 1995), “Dicen que…” (1996) y “Una mujer como yo” (1997), una trilogía fundamental que puso en jaque el sonido de la salsa comercial a partir de la incorporación del latinjazz, la música tradicional de Cuba, el regreso a las sesiones de grabación tradicionales (con el grupo completo en el estudio tocando el tema para una única toma, sin regrabar ni superponer pistas) y ese no sé qué propio de Albita que, incluso en la actualidad, le permite siempre presentar un álbum completamente innovador , distinto y superior del que le precede.


Contra los molinos de viento 

Hacia 1997 la carrera de Albita tuvo un traspié. Se especula, porque tampoco hay escritos oficiales de esto, aunque sí abundantes rumores, que ella quiso hacer un disco más personal y sosegado, y que a sus productores no les gustó la idea, y que Albita la peleó hasta morir en su ley. Se dice, además, que el disco llegó a grabarse y que fue congelado (es decir que se prohibió su distribución). Pero la versión oficial da cuenta de una separación amistosa del sello Epic (ya sabemos propiedad de quiénes), además de tres años de silencio hasta la aparición de “Son” (Silva América, 2000).

La Rodríguez, sola contra el mundo, empezaba una cuarta etapa en su carrera (si consideramos que la primera tuvo lugar en Cuba, la segunda en Colombia y la tercera en Miami), mucho más libre y menos comercial, basada en aquello que dejó en ‘stand by’ al salir de La Habana. Retomó la trova en el que tal vez sea su mejor álbum, “Hecho a mano” (Times Square, 2002), una producción 100% acústica que habría retomado el concepto de aquel disco que nunca salió al mercado, para luego incorporar atinadamente el rap y el reguetón en “Albita llegó” (Angel's Dawn Record, 2004; desde entonces, su casa discográfica). Dos producciones en CD/DVD, “Live at the Colony Theatre” (2006) y “Toda una vida” (2010), la posicionaron como una experta en la exposición y fusión de las raíces musicales cubanas. En el ínterin, hizo giras por varios continentes, cimentando su carrera ante diversos públicos y recogiendo influencias de todos los países que visitó (por ejemplo, es evidente que en “Hecho a mano” hay fusiones con tondero y ritmos afroperuanos). Y también ganó premios y reconocimientos, entre ellos varios Grammy. Hasta condujo (o conduce) un programa televisivo.


Sintiéndose libre, libre

Una mujer que canta” (Angel's Dawn Record, 2013) marca, como ya se dijo, el regreso de Albita a una línea un poco más comercial (desde el lanzamiento de “Mis tacones”, en 2009). La salsa impera en todos los temas, lo que evidencia la intención de la cantautora de ponernos a bailar y gozar. Pero también se hacen presentes las consabidas fusiones musicales con rap, jazz, merengue y techno, entre otros, más la incorporación de todo lo aprendido en décadas pasadas. Ahora ella se encuentra en absoluto dominio de su arte y no le debe nada a nadie (“Libre” parece ser el tema que da fe de ello): ya no tiene que construirse una carrera así que no tiene que ocultarnos nada, según escuchamos en “A quién le importa”.


Los puntos fuertes de Albita siempre han sido la poesía, basada en el juego de palabras y en los referentes populares matizados con mucho sentido del humor, y los arreglos vocales. Justamente, en este disco ambos elementos están potenciados e incorporan, además, ciertos tópicos sociales como la migración, el feminismo y la diversidad de género.

De otro lado, artistas como Amaury Gutiérrez la acompañan en “Si no fuera por ti”, Elain Morales en “Caliente” y El Mola en “Libre”. El álbum incluye un homenaje a la música de la región en el meddley “América mía”, experimentos bailables como “I wanna party” y especulaciones más artísticas como “Canto a una sirena”.


En octubre, “Una mujer que canta” consiguió una merecida nominación al Grammy Latino 2013 como mejor álbum de salsa. La competencia fue dura, porque Albita se las vio con artistas de la talla de Víctor Manuelle, Tito Nieves y Gilberto Santa Rosa, y además con una compilación de músicos a cargo de Sergio George (que finalmente se llevó el galardón), pero la nominación en sí misma es una demostración de que Albita se encuentra en plena vigencia artística y sin enemigos, a fuerza de buena onda, carisma y muchísimo trabajo. Y pese a todo lo que evidentemente le costó llegar donde está, o quizás justamente por eso, parece que nadie la moverá de la cima por muchas décadas más.



Por Daniel Ágreda Sánchez
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miércoles, 11 de diciembre de 2013

50 álbumes de 2013 – Parte 1 (del 50 al 31)

Esto, más que una lista de lo mejor de 2013, es una enumeración de aquellas cosas que uno ha podido escuchar a lo largo del año y que merecen la pena ser mencionadas ahora, que se nos acaba el tiempo… digamos que fue un buen año en líneas musicales para todos los géneros mas no para la distribución (no así la producción) del jazz en el mundo. Salvo quienes trabajan con los sellos consagrados, muchas genialidades están pasando desapercibidas para los curiosos en el género, especialmente ahora que ha sido defenestrado del Grammy. Y uno trata de oírlo todo, pero a veces esto es imposible…

En internet podremos encontrar listas más específicas, sobre todo de las indies y las roqueras pero, para mi gusto, muchas de estas son demasiado localistas y excluyentes. En un mundo globalizado, la apuesta musical debería ser incluir a todos los géneros en igualdad de condiciones, compitiendo codo a codo, entre barras de valor absoluto, sin complejos académicos… hasta lograrlo, solo tendremos una audición sesgada de la música. Justamente, la apuesta aquí es continuar la tendencia de años anteriores en este blog: todos los géneros, todos los artistas, todos los sellos en el escalafón correspondiente a los mejores discos de 2013.

Del 50 al 41

Algunos de los que figuran en los últimos puestos en esta lista han ocupado los primeros lugares en las listas de otros. 50.- Tal es el caso del “New”, de Paul Mc Cartney, que ya ha sido comentado en este blog; se trata de un interesantísimo híbrido de rock y pop ‘beatleliano’ que asimila algunos de los elementos menos insufribles de las nuevas tendencias sonoras. Más allá de los gustos, hay que reconocer que la composición, la interpretación y la manufactura son impecables.

49.- De otro lado, grupos como 98° regresaron con más pena que gloria, con discos que merecieron mejor suerte. Parece que solo les dieron bola sus fans de antaño. Una lástima porque, de todas las boy band, 98° era una de las pocas que realmente cantaba; el disco, para los curiosos, se llama 2.0. 48.- Decca trató de resucitar el éxito comercial de Luciano Pavarotti con una nueva edición de sus grandes éxitos. “Pavarotti 50” es un buen intento por mantener viva a la leyenda, pero peca al incluir dúos ayayeros con varios innombrables, los que hacen de este disco algo interesante para neófitos pero prescindible para conocedores de mediano alcance. Pese a todo, se trata de un buen repaso a los aportes de este importantísimo tenor y nadie duda de que aportará amor por la ópera en las nuevas generaciones. 
47.- Dr. Dog es un banda gringa que se las trae, y a la que tengo en muy buena estima aunque por momentos suene deliberadamente idéntica a todas las demás; el enigmático “B-Room” es una de las mejores propuestas de blues + country + rocanrol en lo que va del siglo (aunque Lambchop sigan siendo los jefes absolutos del género).


46.- Una nueeeeeeeeva versión del Requiem de Verdi apareció en este 2013 de bicentenario, a cargo de una constelación de estrellas: Daniel Barenboim (director), Anja Harteros (soprano), Jonas Kaufmann (tenor), Elina Garança (mezzo) y Rene Pape (bajo barítono) junto a la orquesta y el coro del Teatro alla Scala. Esto es algo así como el Barça de la música clásica, háganse la idea. Pero más allá del impresionante reparto y de la clase maestra de canto en que se convierten las intervenciones de Pape, esta versión no destaca por encima de otras (igual es buena, muy buena, pero todavía no ha salido nada a la altura de lo grabado por Hellmuth Rilling, por ejemplo).

45.-Eddie Palmieri Is Doin' It in the Park (Original Soundtrack)” (para ver información sobre el documental, hacer clic aquí) es un EP editado en digital y vinilo, con sello independiente, y consagrado a ponerle saoco a un documental ‘indie’ dirigido por Bobbito Garcia y Kevin Couliau acerca del impacto cultural, social, económico e histórico del basketball en la vida de los neoyorquinos (en especial de los jugadores, obviamente). Palmieri acaba de presentar “Sabiduría” y ha recibido este mismo año una serie de reconocimientos por su tremendo legado artístico; el jazz latino puede seguir contando con uno de sus mejores exponentes y por varios años más. 44.- Arcade Fire presentó “Reflektor”, que es... bueno y extraño a la vez. No hay mucho en este disco del Arcade Fire tradicional, que suele ser un grupo contundente ante el cual uno se saca el sombrero luego de escuchar diez segundos de cualquier tema. Este deliberado giro hacia terreno 'FleetwoodMaciano' quiere decirnos algo (que cada quien saque su propia conclusión), porque gratuito no ha sido. Un buen disco que pudo estar mejor… ¿o Arcade Fire está demasiado adelantado como para que podamos descifrarle el arte y la ciencia? 43.- Por otro lado, Iron and Wine se hizo presente nuevamente este año, vuelta de timón mediante, con “Ghost on Ghost”, también comentado en este blog.

42.- Neeme Järvi dirige a la Bergen Philharmonic Orchestra, con James Ehnes en el primer violín, en la espectacular nueva versión del “Swan Lake”, álbum lanzado en CD Super Audio y que, entre otras cosas, ofrece el regreso a la partitura original tal como la concibió y escribió Tchaikovsky. Chandos es el sello que acuna a Ehnes y Järvi, y que además anda en investigaciones musicológicas de las obras del compositor ruso desde hace tiempo. Me animaría a decir, con ánimo dinamitero, que deberíamos deshacernos de las versiones previas de “El Lago” que tengamos en casa, porque este “Swan Lake” se las trae. 41.- Volviendo al pop, Vampire Weekend y su “Modern Vampires of the City” merecieron mejor prensa en lugar de ser tratados como producto de consumo masivo. Ahora que el mercado está saturadísimo de propuestas ‘indie’ en inglés, esta interesante mezcla de elementos góticos, pop, medievales, electrónicos, asiáticos, africanos y barrocos probablemente ni siquiera sea recordada a diciembre de 2014. Este disco debió destacar bastante más entre el montón pero, al mismo tiempo, mereció una mejor producción y dirección musicales; la propuesta está buena pero los elementos no cuajan, tal vez porque la vena experimental debió tener mayor libertad y la línea pop debió ser abandonada cuando lo experimental empezaba a cobrar madurez. Se trata, creo yo, de un disco paradójico: muy bueno y a la vez un imperdonable desperdicio de oportunidad.


Del 40 al 31

40.- Matt Fishel presentó “Not thinking Straight”, un disco pop bastante correcto, considerando que se trata de su debut discográfico y que es un disco temático, reivindicativo para con la adolescencia gay; los riesgos eran muchos (lugares comunes, discurso facilista; en resumen: pudo ser ridículo), pero la sobriedad jugó a favor del arte esta vez. Y ojo que los singles remezclados ‘alla 80’ están también en su punto.

2013 fue un año favorable para las compilaciones de grandes éxitos de los cantantes académicos: 39.- la mezzosoprano Joyce Didonato presentó “Rejoyce”, cuyo único problema es que nos tienta a comprar este compendio y dejar de lado los álbumes cuyos extractos lo alimentan (y no escuchar completo “Diva, Divo” es un sacrilegio). 38.- Con “La Passion Lemieux”, Naïve pretendió explotar los bolsillos de los hinchas de la híper carismática contralto canadiense Marie-Nicole Lemieux, que ya había presentado otros discos este mismo año, participando entre otros en los lanzamientos que su sello dedicada constantemente a la obra de Vivaldi. El disco, que en cierta forma recopila los high lights de 2013, está lindo, además de que la Lemieux es en sí misma un show. 37.-Greatest Moments in Concert”, del contratenor Philippe Jaroussky, apareció a finales de 2012 y esa es la única razón por la cual no está entre los primeros puestos de esta lista. El tipo está pasado de vueltas de lo talentoso que es, y como la Sociedad Filarmónica no cumpla con traerlo para el anunciado concierto en Lima, sus fanáticos le haremos una manifestación tan violenta que ni la CGTP con topos apristas. Advertida estás, Sociedad de F.


36.- Pearl Jam volvió al ruedo con “Lightning Bolt”, un buen disco (bastante bueno, para ser sinceros) pero que acusa cierto desgaste, algo que no parece suceder con otros grupos del mismo vuelo aún en vigencia. Parece que está empezando a fallar en el engranaje, pero todavía vale la pena escucharlos, y mucho. 
35.- Por otro lado, un tal Andreas Ottensamer, proveniente de un rancio abolengo de clarinetistas (es hijo de Ernst Ottensamer… y bueno, para quienes conozcan al viejo, esto es un datazo), lanzó su primer álbum solista: “Portraits - The Clarinet Album” con adaptaciones de obras de Gershwin y Domenico Cimarosa, así como obras escritas para clarinete (Louis Spohr, Aaron Copland). El resultado es un disco ecléctico pero sólido, aunque algo cándido por momentos… tal vez sea la poca costumbre de escuchar un clarinete en el protagónico absoluto, y es por eso, justamente, que creemos que se trata de un buen disco. 34.-Paganini Unpublished”, de Scicli, Sebastiani, Puliti y Donne, es un disco bellísimo. Obviamente trae obras inéditas de Paganini, para violín y guitarra, que en ese orden eran los instrumentos con los que mejor se entendía el genio (de hecho, se le conoce como el Hendrix del violín… o a Jimmy como el Paganini de la guitarra… bueno, por ahí va la cosa). Aunque las obras de este álbum son muy poco “paganinianas” (salvo los cuatro estudios para violín) y probablemente por ahí empiecen los academicistas a avivar la polémica, Dynamic se sigue anotando golazos con las ediciones que consagra a este monstruo atemporal de la música.

33.- A lo nuevo de Iggy Pop ya se le ha reventado cohetes merecidísimos en este blog. Y se le seguirán reventando. 32.- A Jean-Efflam Bavouzet no se le ha reseñado aún, pero adelantemos que su quinta entrega de las sonatas para piano de Haydn es una maravilla. Bavouzet y Chandos (otra vez Chandos) ya habían consagrado un ciclo a toda la obra para piano de Debussy años ha, también de audición obligatoria, y ahora con Haydn continúan demostrando que son los mejores en estas ligas. Aunque no se sepa mucho de música clásica para piano, cualquier persona que se siente a escuchar a Bavouzet podrá entender cuál es la diferencia entre un pianista del montón (de esos que graban y venden discos por decenas de millones) y uno con talento de verdad (aunque venda casi nada, en comparación). 31.- Y terminando este conteo al vuelo, el “Shulamith” de Poliça nos devuelve la fe en el pop comercial de ‘target’ masivo y juvenil… aunque, claro, tenía que provenir de un sello independiente (tan independiente que aún no descubrimos si se llama Memphis Industries o Mom & Pop Music). Este, su segundo álbum, le quedó tan bueno que ni las distorsiones electrónicas le pueden asolapar la vena melódico-armónica. Y tal vez este sea su mejor aporte: en más de un sentido el álbum se inclina por lo áspero cuando asoma el melodrama. Esto, Adeleliebers y Gagaliebers, es pop de buenísima calidad.


Por Daniel Ágreda Sánchez
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martes, 3 de diciembre de 2013

Cecilia Bartoli versus los trapitos sucios de la ópera

Aunque sus detractores se la pongan difícil, Cecilia Bartoli, la mezzosoprano más exitosa de la historia, continúa con su labor musicológica en busca de obras inéditas, compositores olvidados y versiones más que originales de obras consagradas.


El mundo de la ópera puede llegar a ser una buena mierda. Como en todos los otros mundos paralelos del arte, abundan los críticos aferrados a tradiciones (muchas de las cuales no son otra cosa que imposiciones más bien modernas) y que desde sus influyentes tribunas en diarios y revistas, no escatiman adjetivos cuando algún artista empieza a escribir su propia historia más allá de los renglones más mediocres del conservadurismo.

Otra de los críticos: los grandes sellos musicales mueven ingentes cantidades de dinero para comprar las opiniones de reseñistas y críticos, a favor y en contra; esta, y lo sabemos quienes trabajamos en periodismo, es una práctica que también se da en literatura, en cine, en teatro… y en política y en deportes; se le conoce como mermelada.

También hay mafias que contratan personas para que abucheen a las y los cantantes cuando se presentan en escenarios importantes. Y si bien hasta ahora nadie ha sido asesinado (que sepamos), sí tenemos registrados incidentes como la extraña agresión de la que fuera víctima John Boehr a principios del pasado octubre: conocido popularmente como uno de los barítonos más sexys del mundo, a sus 31 años, fue asaltado y golpeado en el rostro hasta ser desfigurado.

Como vemos, puede llegar a ser una verdadera mierda, el mundo de la ópera.

Controversia aplicada

Ella no ha sido víctima de ataques físicos pero sí de críticas malintencionadas, viscerales y evidentemente ‘esponsoreadas’. Claro que será bastante más que difícil tumbarse a Cecilia Bartoli (Roma, 1966): ella es la cantante de ópera que más discos ha vendido en la historia y la que más ganancias ha generado para Decca, sello del cual es artista exclusiva; ingresos por encima de los generados por Luciano Pavarotti.

Bartoli no es conformista y está dispuesta a revolucionarlo todo. En mayo de 2013, por ejemplo, lanzó al mercado una “edición crítica” de “Norma”, la ópera de Bellini, y cuyos aportes fueron: el regreso a la tonalidad original, la interpretación con instrumentos de época según las partituras originales y una mezzosoprano (Bartoli, ¡quién más!) en el rol principal. Todo sustentadísimo en investigaciones propias y ajenas. El resultado suena bastante raro, es cierto, en comparación con las versiones registradas hasta la fecha, pero cuenta con momentos realmente bellos y, claro, con excesos, muchos excesos por todos lados… que hasta cierto punto es el elemento transversal de la ópera; en todo caso, se trata de una “Norma” bastante buena e innovadora.

Los críticos adversos, entonces, acusaron a la Bartoli de 1) elegir un casting poco apropiado y mediocre con el fin de sobresalir ella por encima de los demás, 2) arreglar mediante ‘software’ y ecualizaciones su propia voz (y la de sus supuestamente “limitados” compañeros de canto), y 3) adaptar a su antojo la partitura para poder cantar el papel tradicionalmente consagrado a una soprano. Esto, claro, ornamentado de insultos y otras injurias así como de vaticinios sobre la cercanía del final de su carrera.

En la otra esquina, sus fans (como ella misma dice, tiene “hordas de seguidores”) se deshicieron en elogios que incluso sonrojaron a la mismísima diva, quien ya tiene clarísima su hoja de ruta para los próximos  años, para los que se vienen revisiones bartolinianas de óperas de Rossini y Schubert.



Mission: (no tan) imposible

Años antes, había editado dos de sus discos más controversiales y, a la vez, más exitosos. “Sacrificium” (2009), que traía arias de óperas junto con otros temas escritos por diversos compositores del barroco para voces de ‘castrati’, todas en estreno absoluto. Uno de los motivos por los cuales este disco causó polémica fue que, en el libro que acompañaba al CD, se mostraran fotos de la Bartoli al desnudo posando como estatua con fisonomía masculina, con genitales y sin ellos. “La idea”, dijo la Bartoli en una entrevista, “es que las personas se pregunten por qué les afecta ver a una mujer con cuerpo y genitales masculinos y, sin embargo, no se escandalizan por lo que se le hizo a los ‘castrati’: ellos eran niños a quienes se les sometía a tratamientos horribles con el fin de que pudieran mantener un timbre vocal determinado; eran niños, no adultos que optaban por una reasignación de sexo”. Prácticas que fueron avaladas e incluso promovidas por la misma iglesia católica, que al mismo tiempo las condenaba con pena de muerte.


Con todo, “Sacrificium” hizo que Bartoli ganara su quinto Grammy y la disparó, nuevamente, en ventas. El disco deja claro que se trata de una de las mejores mezzosopranos de la historia, y que además puede llevar su voz (y sus pulmones) a más de un límite sorprendente. En más de un tema uno puede contar casi 40 compases en los que la diva no solo no respira sino que además sostiene notas agudas y se da el gusto de ornamentarlas. La acompañaba Il Giardino Armonico dirigido por Antonioni, con quienes colaboró en otro éxito de ventas también ganador de un Grammy: “TheVivaldi Album” (1997).

Donna Leon y Cecilia Bartoli.
Como consecuencia directa de “Sacrificium” (y de “Opera proibita”, de 2005) llegó “Mission” (2012), un álbum en el que investigaba la vida y obra del enigmático Agostino Steffani (1654-1728): compositor, instrumentista, obispo, político y espía de El Vaticano en diversas ciudades. “Mission” fue furor de ventas tanto por la calidad de la música como por el calibre de las estrellas invitadas (Philippe Jaroussky, entre otros); el disco también motivó la aparición de un ‘best-seller’ literario, de la pluma de Donna Leon, llamado “Las joyas del paraíso”, basado en algunos aspectos no esclarecidos de la vida de Steffani, abordados en clave especulativa. El libro parte de la negativa de El Vaticano a la solicitud de Cecilia Bartoli para acceder a los archivos musicales del compositor que se encuentran guardados en la Santa Sede. ¿Será que esconden algo más que sinfonías, óperas, misas y sonatas? ¿Secretos políticos? ¿Escándalos sexuales? ¿Conspiraciones y asesinatos?

“Mission” y “Sacrificium” tuvieron tal éxito que siguen siendo editados una y otra vez en diversos formatos (incluyendo el vinilo). Este año, la Bartoli publicó en setiembre el “StabatMater” de Steffani; además promovió la grabación de un álbum instrumental con obras del mismo compositor, “Steffani: Danze e Overtures” a cargo de los músicos que siempre la acompañan en su cruzada agostiniana: I Barocchisti, bajo la batuta de Diego Fasoli. Pero el disco no vendió mucho, razón por la cual en noviembre saldrá a la venta un ‘boxset’ que lo incluirá junto con otros discos de la Bartoli (“Mission” entre ellos). 


Una mezzo contra el mundo

Cecilia Bartoli fue abucheada en la Scala en 2012, mientras era dirigida por Daniel Barenboim, nada menos, e interpretaba obras de Händel, Mozart y Rossini (autores con los cuales cimentó su fama). “Es un honor haber sido abucheada en Milán”, señaló a la prensa, con su característico sentido del humor, “a María callas y a Montserrat Caballé le hicieron lo mismo; ya soy su compañera de nómina”. Pero también agregó que “fue un boicot”, uno de los tantos que promueven las mafias de empresas y sellos dedicados al arte de la guerra en la ópera. Ella había recibido semanas atrás el premio Herbert Von Karajan, así que la Scala ese día estaba llena también de fanáticos (y, cuando hablamos de fanáticos de ópera, hablamos de gente que en su fanatismo son la mezcla de un barra brava futbolero y un ‘Little Monster’). Es así que casi se arma una batalla y de las feas entre el ‘loggione’ (la zona de los detractores) y los defensores de la diva. Barenboim y Bartoli tuvieron que parar repetidas veces el recital y hacer callar a ambos bandos… “todo fue muy divertido”, dijo ella. “Pero esta payasada deja de ser divertida si vemos que es el reflejo del legado de Berlusconi en cuanto a políticas culturales”, añadió.

A las pocas semanas obtuvo un éxito rotundo en L’Auditori de Barcelona, “con un público muy joven y entusiasta; me sentí como una estrella del rock”. Ese mismo año, 2012, asumió la dirección artística del festival de Salzburgo de Pentecostés (en Viena), reemplazando a Riccardo Muti y montando como primer número la complicada ópera “Giulio Cesare in Egitto”, de Händel. Así las cosas hasta la fecha, ya sabemos que habrá controversia para rato en la vida y en la obra de la Bartoli.


A ella le gusta ir contra la imagen de la ‘prima donna’ estirada y perfecta, casi divina. Apareció calva y disfrazada de detective en las páginas interiores de “Mission”, desnuda y transexualizada en “Sacrificium” y montando un cohete en una escena de evidentes alusiones fálicas para su versión de “Giulio Cesare in Egitto”.

Esperemos que se mantengan intactos el ímpetu y el espíritu aventurero, siempre fuera de los límites de lo convencional, de esta cantante que impuso el barroco por encima del pop y el rock en los charts europeos (con “The Vivaldi Album” en 1999 y “The SalieriAlbum” en 2003), y que trajo de regreso a la vida a las divas de siglos atrás, como “María Malibran” (2007). Gracias a ella, mucha de la historia de la ópera ha cobrado nueva vigencia. Y ella... pues ella, como dice la siguiente aria, está contenta: 



Por Daniel Ágreda Sánchez
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