Si uno es fanático de Pretenders, muchas de las cosas que cuenta Chrissie Hynde en “A todo riesgo” no llegan a sorprender; sorprende lo que ella dice sobre esas cosas. El libro empieza con su infancia y
termina con la muerte de Jimmy Honeyman-Scott y Pete Farndon, guitarrista y bajista del grupo, por sendas sobredosis.
En el ínterin Hynde narra sin mucho entusiasmo suceso tras suceso hasta que el libro despega justo cuando la banda es creada y empiezan a tocar; en ese punto la lectura atrapa. Antes de esto, puede resultar cansino enterarse de las aventuras sexuales, etílicas y farmacéuticas de Hynde —aunque, como apunto más adelante, otros son los tópicos que van amarrados en la primera parte del libro—. Excepto porque la pluma se le da naturalmente y consigue entretener a pesar de repetir ciertas anécdotas una y otra vez aunque con distintos protagonistas.
Además, guiño para fans, casi cada capítulo del libro brinda claves para entender sus canciones: Precious, Kid, Brass in Pocket, The Wait, Tattoed Love Boys… sobre este último tema giró la controversia que alimentó varias páginas de tabloides. Hynde se asume responsable de los abusos sexuales que sufrió a lo largo de su juventud por andar colocada, bebida o simplemente por estar en compañía de hombres peligrosos. Esto es algo por lo cual las feministas cargaron contra ella aunque, a diferencia de otros casos, no hubo disculpas sino más bien una defensa del argumento por parte de la autora. Total, es Chrissie Hynde y sanseacabó.
Lo que sí queda clarísimo es que Hynde y Pretenders casi se van por el caño a causa de las drogas, en un mundo en el cual ser artista de rock iba o va de la mano con el desbande de sexo y drogas. Hynde lo cuenta todo con mucha objetividad… asumo que ella firmaría encantada de la vida el manifiesto de las francesas contra el #MeToo, porque su capacidad de resiliencia para superar los abusos sexuales y el haber tocado fondo con las drogas sirve como argumento para reivindicar que una mujer puede ser víctima sin necesidad de tragarse los colaterales —que ser víctima es una circunstancia y no una constante de vida—.
Pero hay más en “A todo riesgo”. La parte que no es sobre Pretenders es un retrato de Akron, Cleveland y EEUU bastante descarnado, con reseñas de acontecimientos políticos propios de los sesenta y setenta —Vietnam—, revueltas estudiantiles con muertos incluidos —algunos cercanos a ella—, tensión racial y de clase —es la época cumbre de los Black Panters—, misoginia y homofobia de los cuales Hynde plantea retratos puntuales. Con esto se confirma la teoría de que una autobiografía solo es digna de ser leída cuando sirve de retrato, por extensión, de las raíces y del contexto físico, social y cultural de la persona convertida en personaje. Una suerte de ecología o antropología del rock.
Y lo mismo hace cuando aborda París o Londres. Particularmente, el ambiente punk está tan bien descrito que casi se pueden oler las pocilgas y los tragos.
El retrato psicológico que hace Hynde de sí misma también es aceptable: muestra su mal carácter y su irreverencia mientras que, por otro lado, siente tal respeto —¿miedo?— por sus padres que les oculta el 90% de las cosas que va viviendo. Además, claro, de la paradoja de haber vivido tan libre siendo a la vez tan conservadora. En fin, un ser humano contradictorio, como todos nosotros.
Demás está decir que el libro está PLAGADO de nombres de famosos que formaron parte de su entorno: Ray Davis, Stevie Nicks, Iggy Pop, David Bowie, los Sex Pistols, Siouxie, Joan Jett, UB40, The Clash, Lemmy de Motörhead y muchos más pueblan las páginas alimentando diversas anécdotas. También cabe mencionar que esta es una clase maestra de cómo formar una banda de rock, de cómo sobrevivir a las drogas… hasta de cómo grabar un álbum, manejar una gira, realizar un concierto… hay de todo en este manual del pop rock.
Lo más interesante, para mí, es el “retrato femenino” de Hynde quien, sin darse cuenta e incluso a pesar suyo, resulta ser un alegato feminista, una especie de “cómo ser mujer y no morir en el intento”. Porque si bien queda claro que una estrella de rock no nace sino se hace, con mucha más razón una estrella de rock mujer. La especificidad de esta autobiografía es esa: la ecuación formada entre la mujer, la sociedad, los choques culturales y la cuesta arriba que resulta vivir a pesar de uno mismo.
Sea por el idioma o porque nos pasamos la vida con los ojos y los oídos puestos en EEUU, es poco probable que Grecia se encuentre en nuestro campo de atención cultural más allá de los libros de colegio, de los clichés y de la monstruosa tergiversación que se le hace desde Hollywood. En esta entrada, dado que este blog es sobre música, compartiré algunos de mis favoritos en rock, pop y folclor griego actual.
Πάνος Μουζουράκης
Pános Mouzourákis tiene cara de loco y harto talento para el pop, el rock, el funky y para mezclarlo todo con el folclore de su tierra. Acaba de editar un disco en vivo este año, "Panos Sto Gazon (Live)", pero personalmente me sigo quedando con "Ιπτάμενος δίσκος" ("Iptámenos Dískos"), de 2012. A continuación, "Plimmires" (2012).
Μαρίνα Σάττι
Lo de Marina Sátti es más World Music que otra cosa, y viene bien por el lado desfachatado de la vanguardia pop. "Κούπες" es de este año, exactamente de febrero de 2016.
Κωστής Μαραβέγιας
Kostís Maravéyas, también conocido en iTunes y Spotify como Maraveyas Ilegal, tiene como 20 años de artista y otro tanto de álbumes editados, entre LP, EP y singles. Este 2016 también editó un disco, "Katastromma", en el cual continúa explorando en la universalidad de la música, mezclando ritmos latinoamericanos con esencias italianas, hablando y cantando en todos los idiomas. El tema a continuación de llama "Φάρος" ("Fáros").
Σπύρος Γραμμένος
Spiros Gramménos es uno de mis favoritos. Lo suyo lo ubico más en algo que llamaría yo "canción griega", un equivalente a la canción francesa, con características muy propias y nacionales. Para quien entienda las letras, el sentido del humor de Spiros es fulminante y le puede arrancar una carcajada en plena madrugada si lo coge desprevenido. Aquí una especie de autoparodia, "Τύπος Αθλητικός" ("Tipos Atléticos), de su más reciente álbum, "16", editado coincidentemente en 2016.
ONIRAMA
Luego de una sucesión de singles, editaron "The Best of Us" en 2012, álbum tan bueno como extenso. En 2016 le hicieron el tema principal a la película griega "El espejo mágico", con la canción que lleva el mismo título, "Ο Μαγικός Καθρέφτης", comedia griega sobre realidades alternas, paralelas e históricas. Y este es el videoclip, con Γιώργος Μαζωνάκης (Giorgos Mazonakis, también cantante) como artista invitado. Y sí, el gordito protagonista de la película es el mismo que coprotagoniza el videoclip de Σπύρος Γραμμένος, y se llama Μάκης Παπαδημητρίου (Makis Papadimitriou).
Μαρίζα Ρίζου
Marina Rízou es otra artista de alto vuelo y renombre, relativamente joven. Por su historial musical, que incluye un lanzamiento este año, le va más el jazz y el cabaret (como género musical). En 2012 grabó un sencillo con Πάνος Μουζουράκης (el de más arriba) y con Γιάννης Χριστοδουλόπουλος (algo así como Gianni Christodulópulos, a quien no conozco). Esto es "Πετάω" ("Petáo")
Πάνος Παπαϊωάννου & Χρυσόστομος Καραντωνίου
Se lee Panos Papaioannou & Chrisostomos Karantoniou. Recién los escuché en setiembre de 2016, cuando este disco apareció vía FeelGood Records, pero parece que tienen años por separado haciendo música. Esta canción es "Ο Άνεμος Φυσά", single de promoción del álbum y que es una versión del tema "Le Vent Nous Portera".
Ahora, si quieren baladistas con baladitas que lloran en sus videos, aquí tienen a ΝΙΝΟ con "O Άντρας Σου" (literalmente, "Tu hombre"). La letra es para cortarse las venas con galleta de soda; me hace recordar las canciones de despecho más sentidas de Phil Collins. Y también tiene varios discos a cuestas, es cuestión de buscarlo... esta canción es de octubre de 2016. ¡Calientita, chocherita!
Argo
Y no nos olvidamos, claro está, de los representantes de Grecia ante Eurovisión este año. "Utopian Land" es la canción y uno se pregunta qué rayos con la recurrencia con el número 16 en todas las canciones griegas este año. Es un rap y hay un pata calato en el videoclip; es que ellos saben muy bien cuál es el público objetivo de Eurovisión y lo que se espera de Grecia después de la adaptación cinematográfica de "300"...
Ηλίας Βρεττός
Y ya que andamos medio urbanos, terminemos con algo de techno medio arreguetonado con aires mediorientales, con Elías Vréttos. "Μια Ιστορία", que significa "Una historia".
Regresemos
a la vida a este blog, sin más preámbulo
ni explicaciones. Aquí, algunos de los discos que más me han gustado en
lo que va del año, más o menos como de menos a más :-P
Red Hot Chili
Peppers (EEUU)
The Getaway
Warner Bros.
Junio
2016
Es y no
es más de lo mismo. Bien visto, habría que considerar que ya los RHCP son un
género en sí, y que a estas alturas pedirles novedades no tiene sentido; con
que sigan haciendo lo que saben hacer, pero bien hecho, nos damos por bien
pagados. Sin embargo, en “The Getaway” sí hay su cuota de riesgo: incursiones
por el pop, el dreampop, el rocanrol
y guiños a todo su arsenal histórico de efectismos funkekes bien logrados, solo que ahora ejecutados con mejores
dominio y conocimiento de causa. Highlights: “The Getaway”, “DarkNecessities”, “Goodbye Angels”, “Go Robot” y “The Ticonderoga”. Han bajado las revoluciones y están ponderando los sintetizadores, que
yo sepa, por primera vez en su carrera, corríjanme si no es así. Están como más
asentados sin perder esa vena contestataria que caracteriza a su música y que
se dejó extrañar en los últimos diez o quince años. El álbum suena fresco y muy
bien adaptado a estos tiempos que vuelan, por no correr.
Ólafur Arnalds
& Nils Frahm (Islandia, Alemania)
Trance
Frendz
Erased Tapes
Marzo
2016
Antes de
que Islandia se ponga de moda por eliminar a Inglaterra de la Eurocopa, ahí
estaban Sigur Rós, Björk y Ólafur Arnalds. A este último le da igual ocho que
ochenta, pues hace pop del bueno (“For Now I Am Winter”, de 2013, es una
maravilla), música clásica (“The Chopin Project”, con Alice Sara Ott, 2015),
electrónica sin pies ni cabeza (“Late Night Tales”, también de 2015) y
actualmente viene trabajando en un recorrido por todo su país, recogiendo
poesía y música folclórica. “Trance Frendz” es una colaboración con Nils Frahm,
un músico alemán menos accesible, asumimos que a dos pianos. No esperen
encontrar un género definido, pues se trata de música libre que va de todas las
etiquetas. En todo caso, se puede decir que Ólafur suena armónico y tranqui, a
diferencia de otros proyectos suyos que crispan los nervios. Simplemente, buena
música.
Ksenija Sidorova (Letonia)
Carmen
Deutsche Grammophon
Junio
2016
Otro
homenaje a la “Carmen” de Bizet, pero qué bien hecho. Sidorova toca el acordeón
sobre la base de las principales líneas melódicas de la ópera en cuestión, pero
las reinventa en un álbum de pop instrumental muy lejos del muzak que usualmente se perpetra en
circunstancias como esta. Aquí sí hay oficio e intenciones de decir algo; es
decir que se nota que no fue un antojo de la casa discográfica sino un proyecto
bastante personal de la artista proveniente de Riga (República de Letonia, no
sé cuál será el gentilicio, que Henning Mankell tampoco lo utiliza en su famosa
novela). En este disco hay de todo: orquesta (Borusan Istanbul
Philharmonic Orchestra bajo la batuta de
Sascha Goetzel) y hasta invitados de la talla de Nuevo Mundo (conjunto de
flamenco), Itamar Doari (percusionista), Reentko Dirks (guitarrista de buen ver)
y Michael Abramovich (pianista)… no, yo tampoco tengo idea de quiénes son ni
el director ni los invitados; me acabo de enterar de su existencia al escuchar
el disco y gracias a mi manía compulsiva de googlear todo lo que veo en los
créditos. Pero si DG apuesta por ellos en un lanzamiento tan
ambiciosamente marquetero, por algo será. Digamos que si quieren descansar un
poco de tanta vanguardia y quieren sentirse menos bipolares yendo del jazz de ECM al
pop de Eurovisión, pueden tomar un descanso en el regazo de la Sidorova, que
además está guapa, con un buen libro y un café no tan cargado algún domingo por
la tarde en que puedan aislarse de la familia y olvidarse de las obligaciones
inmediatas.
Teddy Thompson
& Kelly Jones
Little Trees
Cooking Vinyl
Abril 2016
Teddy
Thompson regresa a los estudios de grabación… bueno, tal vez muchos no lo conozcan. Aquí un
apretadísimo resumen de su carrera: es hijo de Linda y Richard Thompson,
eminencias de la música folk inglesa, se inició como solista tratando de
alejarse de la herencia de los viejos y tuvo la suerte de hacerse pata de Rufus
Wainwright, cantó en el disco de “Brokeback Mountain” (2006) y sacó una serie
de producciones bastante buenas, entre las que destacan “Bella” (2011) y “A
Piece of What you Need” (2008). Y este nuevo disco lo agarró feliz (porque
suele ser medio depre algunas veces, las mas), haciendo pareja con Kelly Jones,
una cantante que es de lo más rebuscada pero que tampoco es una improvisada.
Canciones cortitas, con esa alegría melancólica (?) típica del folk y el
country europeo, y con letras que no se hacen problemas con nada, ni siquiera
con el desamor.. Muy agradable para escucharlo una y otra vez.
Maher Zain (Líbano)
One
Awakening Worldwide
Ltd.
Junio 2016
Puedes
poner a prueba tu islamofobia con este disco. Normalmente no soy fan de la
música religiosa, y confieso que la culpa la tienen los taxistas que escuchan
pop y rock evangélico a todo volumen, pero incluso ellos tienen propuestas
interesantes de vez en cuando. Maher Zain es un cantante, compositor y
productor que hace pop religioso, solo que musulmán. Y no cae meloso, tal vez
porque las letras están en árabe mezclado con inglés, a pesar de que todas sus
canciones se pueden reducir al mensaje de “Alá es mi copiloto, todo lo puedo en
el nombre de Alá”. Tiene videoclips interesantes, la propuesta musical es
cosmopolita (como dice un amigo, Líbano es algo así como la Francia de Medio
Oriente… o más bien lo era, no sé cómo ha quedado después de la aparición de
ISIS) y el exotismo que se podría esperar de una producción con intenciones
comerciales está medidito, ni mucho ni poco. Los singles que está lanzando son los puntos altos del disco: “The
Power”, “Medina”, “Jannah” y “Rabee Yebarik”, pero en general todas las
canciones son notables sin alejarse del pop contemporáneo que se practica en
todo el mundo por estos años. Si quieren impresionar a alguien con su amplitud
de oído para la música de todo el mundo, pueden contar con este disco.
Miloš Karadaglić
(Montenegro)
Blackbird: The Beatles Album
Deutsche Grammophon
/ Mercury Classics
Enero 2016
Este
guitarrista, que no queda el todo claro si es de Montenegro o Yugoslavia (cosas
de los europeos) apareció en 2011 rompiendo los charts y granjeándose a la
crítica con “Mediterráneo”. Y si bien siempre quedó claro que lo suyo era la
música clásica, también nos mostraba a un intérprete desenfadado en cuanto a
géneros pero siempre con la elegancia que es indesligable de la guitarra
acústica. En “Blackbird” se encuentra más cercano al jazz, y aunque por
momentos puede sonar medio chill out,
a lo largo de todos los arreglos de este disco hay un profesionalismo que lo
excluye satisfactoriamente de lo fácil de escuchar. Digamos que, incluso, puede ponerse particularmente denso, como en
“While my Guitar Gently Weeps” o la versión de “Lucy in the Sky with Diamonds”
junto con Anoushka Shakar, que no puede ser otra cosa que un homenaje a las
colaboraciones de Harrison con Ravi Shankar. Hablando de homenajes, Karadaglić
interpreta tal cual la versión de “Yesterday” que arreglase Tōru Takemitsu,
demostrando, para los no informados, que no es la primera vez los Beatles son
revisitados desde el academicismo. Desfilan también por los tracks artistas del pedigrí y la
audiencia de Tori Amos, Gregory Porter,
Sergio Assad (a quien Miloš delegó los arreglos musicales, en un acertadísimo
ejercicio de humildad) y Steven Isserlis. Completan el equipo Christopher
Austin, con sus arreglos para las cuerdas del Navarra String Quartet, y Chris
Hill con improvisaciones en el bajo. Así las cosas, todos los temas le quedaron
de lo más bien. Estrellita en la frente para Miloš Karadaglić.
Allen Toussaint (EEUU)
American
Tunes
Nonesuch Records
Junio
2016
Lanzamiento póstumo de Nonesuch Records con las grabaciones del gran Allen Toussaint. Se
nos fue exactamente un mes después de las sesiones de este disco, en noviembre
de 2015, a causa de un paro cardíaco mientras se encontraba en España, en plena
gira. Lo que indica que su desaparición sacó del paso a todo el mundo: nadie se
lo esperaba. Pero aquí estamos, escuchando su arte al piano y sus composiciones
y reinterpretaciones, en compañía de Van Dyke Parks, Bill Frisell, Charles Lloyd,
Greg Leisz, Jay Bellerose, David Piltch. Si hasta Rhiannon Giddens se apareció
por el estudio. Puede resultar un poco cansino para quien no esté al tanto de
la trayectoria de Toussiant, y también para quien no esté muy familiarizado con
la música americana más allá del rock y del pop. Por lo demás, es una despedida
justa y a la altura del occiso.
Mark Foster
(Alemania)
Tape
Four Music (Sony
Music)
Junio 2016
Qué
dirán las letras sus canciones, ni idea; podrían ser loas a Hitler o
maldiciones a la Merkell. Pero musicalmente está en lo justo. Es decir, pop
correctamente interpretado y con cierta cuota identitaria que lo diferencia del
montón. Quién diría que a estas alturas del siglo XXI, uno se iba a encontrar
con una propuesta a la vez sencilla, fresca e interesante. Mark Foster es un
cantante y compositor, por momentos rapero, hijo de padre alemán y madre polaca
para más señas (saquen sus conclusiones históricas). No es un improvisado,
lleva años haciendo música y, de hecho, tiene cierta relevancia en Alemania,
toda vez que un tema suyo formó parte de un festival en respaldo a la selección
alemana que ganó el último mundial (más información, en Wikipedia). Digamos que
tampoco es la tapa de la olla este año, pero suena bastante mejor que muchas
propuestas contemporáneas, injustamente más conocidas. Que él y sus arreglistas
saben su oficio, no se puede negar a juzgar por las interesantes transiciones armónicas
y los cambios de llave. Por lo demás, juega con una interesante mezcla de pop,
rock, rap, computadoras, arreglos para cuerdas y ganchos bien originales que
dan buena mixtura en temas como “Natalie”, “Was Ernster”, “Wir Sind Gross” y,
sobre todo, “Welter” y “Die Beste Nacht” (esta última, fácil, uno de los
mejores temas pop del año).
The Clarinotts
(Austria)
The Clarinotts
Mercury Classics
Enero
2016
The
Clarinotts es el combo formado por la familia Ottensamer: Daniel, Andreas y su
padre Ernst (anhelado suegro de tod@s aquell@s que le compraron el álbum debut
a Andreas por la carátula y las fotos en ropa interior que circulan por
internet), todos clarinetistas. El disco homónimo del conjunto tiene varios aspectos interesantes: en principio, se trata evidentemente de una
apuesta comercial del sello (Deutsche Grammophon) soportada en el éxito de
ventas de los dos lanzamientos solistas de Andreas Ottensamer (“Portraits”,
2013, y “Brahms: The Hungarian Conection”, 2015) pero manteniendo las
distancias de calidad respecto de megaestrellas discutibles como Lang Lang,
David Garrett (si no saben quién es este y están en Amor-Amor-Amor-mode-on, busquen en Google su nombre
junto son las palabras “porn star” y “sexual scandal”, para que vean que el
mundo de la música clásica también es variopinto) y, pucha, Andrea Bocelli (?).
Se trata, por otro lado, de darle un
justo reconocimiento a Ernst Ottensamer, cuya estrella como solista de la Vienna
Philharmonic se vio eclipsada por el éxito del retoño más joven del clan, que
cabe recordar a su vez ya era solista de la Berlin Philharmonic. Por cierto,
Daniel también es solista en la misma filarmónica de su papá. “The Clarinotts” es un
correcto, agradable y recomendable encuentro con el clarinete como instrumento
poco visibilizado por la galantería del piano y la histeria del violín, a la
vez que busca y consigue mostrar el verdadero pedigrí artístico del clan Ottensamer. No son
estrellas fugaces, ninguno de los tres. El repertorio incluye a Mozart,
Mendelssohn, Rossini y Luiz Bonfá, entre otros.
Mayer Hawthorne
(EEUU)
Man About Town
Vagrant
Abril
2016
Interesante
ejercicio de patriotismo musical gringo pero con énfasis exclusivo en el soul,
R&B y demás géneros más bien grones. También suena como un pitonístico
homenaje póstumo a Prince, pero la influencia innegable que aquí se respira es
Marvin Gaye, a tal punto que si yo fuese familia del finadito, le metería a Mayer una
demanda por plagio. Pero se entiende que lo suyo es un homenaje. No es que sea su primera vez en estas incursiones, pero antes tenía un sonido más bien…
“blanco”. Por ejemplo, su primer álbum era un tributo a los cuartetos barbershop; que no son precisamente exclusividad de
la comunidad afroestaounidense; “Man About Town” suena, incluyendo la voz de
Hawthorne, a negritud. “Breakfast in Bed”, “Book of Broken Heart”, “Out of
Pocket” y todas las demás están hechas para escucharlas con cuidado, para que un
policía americano blanco no nos dispare por la espalda; así de afro va la cosa.
Y se deja disfrutar como cualquier disco perfectamente manufacturado por la Motown,
de esos que Phil Collins idolatra. Para escuchar, bailar y, cómo no, también
para ponerlo de fondo en una de esas noches en que alguien aflojó el sí en la
intimidad de nuestra habitación.
Jeroen van Veen (Países Bajos)
Michael Nyman: Complete Piano Music
Brilliant Classics
Abril
2016
Van Veen
le pone un punche particular a la obra de Nyman, quien es mundialmente famoso por hacerle
la música a la película “The Piano” (1993), ese clásico contemporáneo dirigido
por Jane Champion. Nyman ya tenía un nombre en el mundo de la música clásica
pero con ese disco le vino el consabido éxito comercial. Nyman se convirtió en
un nombre que vendía y, por lo demás, interpretarlo siendo él mismo tan buen
pianista… pues hay que tenerlos bien puestos para animarse a interpretarlo. Este álbum doble es un
recorrido por todas sus composiciones para piano solo, y también por sus
adaptaciones de otras partituras al instrumento en cuestión. Jeroen van Veen,
como compositor, es junto con Nyman uno de los más conocidos e importantes
exponentes del minimalismo musical, y eso se evidencia en este disco. Increíble que
a una partitura archiconocida se le pueda impregnar una personalidad tan
particular. También se hacen presentes otras piezas que Nyman escribió para
otras películas importantes, como “Gattaca” (1997) o “El hombre con la cámara
cinematográfica” (el clásico ruso de 1929, para el cual el compositor escribió
una nueva partitura en 2002). Para fanáticos de Nyman, desde los
incondicionales hasta los acollerados a partir de “El Piano”, y para fanáticos
del cine hipster. Y no digo para
fanáticos de van Veen porque dudo mucho que los tenga, pero si los hay, con este
lanzamiento deben estar en el séptimo cielo de la gozadera.
Cyro Baptista (Brasil)
BlueFly
Tzadik
Abril
2016
Cyro
Baptista es un musicazo brasileño que se codea con los gigantes del arte a
nivel mundial. Habitual colaborador de Brian Eno, John Zorn y Laurie Anderson,
es tan multiterreno que hasta ha formado parte de las sesiones del “Eco de
sombras” (2000) de Susana Baca. Pues bien, sus producciones solistas son tan
esporádicas que suelen estar cargadas de significados y emociones. Este “BlueFly” no es la
excepción: los ritmos brasileños lideran el disco, marcando la estructura sobre
la cual todos los demás instrumentos, desde cuerdas hasta sintetizadores y
coros, van a desarrollar sus líneas melódicas, impregnándolo todo con ese timbre tan representativo de... la globalización, por identificarlo de alguna manera, que caracteriza a la world music. Pero no entremos en pánico,
que lo de Cyro es más cercano al jazz que a la musiquita advenediza. “Trovão”, “Kong”, “Bala” y “Tarde” son
una sucesión de temas impresionantes por donde se les mire, y si hay otro punto
alto en el álbum es “T Rex Constitution”. Y bueno, todo lo demás en el disco
también es de primera línea.
Varios Artistas (Europa)
Eurovision
Song Contest 2016 - Stockhom
Universal Music
Abril
2016
Sí,
Eurovisión. Luego de varios años de presentar bodrios intercalados con propuestas
interesantes a la vez que dispares, súbitamente este año sí se sintió que el
festival era algo orgánico y de buen nivel. Como se supone que debe serlo: puro
pop mezclado con géneros afines (por ahí alguien se mandó con metal y otro con
country; nada grave) y con una muy mensurada cuota de folclor nacional. Es así
que los y las artistas albaneses, griegos, ucranianas, lituanos, irlandeses y
un larguísimo etcétera (¡ya hay más de 40 países en Europa!) entendieron que, como
aconsejaba Marco Aurelio, la simplicidad es el primer principio. Por eso uno
puede escuchar este disco sin aburrirse: todos los temas se parecen pero a la
vez mantienen su propia personalidad, tanto por el artista como por el país de
procedencia. Ni siquiera molesta que casi todos, España incluida, hayan optado
por el inglés. Y “1944”, de Jamala, es una justísima ganadora, especialmente
por la cuota política que le agrega a esta fiesta de lo hortera. Personalmente,
creo que mejor suerte merecieron Laura Tesoro (Bélgica), Sergey Lazarev
(Rusia), Amir (Francia), Argo (Grecia), Douwe Bob (Países Bajos) y Francesca
Michielin (Italia). Para pasar un buen rato.
Pumeza Matshikiza (Sudáfrica)
Arias
Decca
Mayo
2016
Una voz
que se caracteriza por su fortaleza y contundencia, a tal punto que por
momentos parece más grave de lo que en realidad es, y que sin embargo también
tiene lo suyo para conmover mediante la delicadeza. De otra forma, no abriría
el disco con “Si, mi chiamanno Mimì”, que es el paroxismo de la indefensión;
Pumeza da la talla. También la da con su versión de “Ebben? Ne andró Lontana”,
de “La Wally” (Alfredo Catalani), un ópera bellísima pero raramente empelotada
en este tipo de compilaciones. No la chunta tan felizmente con “La Paloma” (ay,
“Chinita”, si no vas a aportar nada nuevo, mejor ni lo intentes) y “A Chloris”
(esta última, después de Phillipe Jaroussky, ya no debería ser grabada nunca
más). Correcta, sí; agradable, también; perfecta, discutible. Lo que sí,
prepárense para recoger la quijada cuando Pumeza arremete con todo en “La
canción de la Luna”, de “Rusalka” (Antonín Dvořák); por ese tema, tal cual está
interpretado, vale la pena todo el disco. También pasa con cierto garbo por
arias de “Turandot”, “La noche de Figaro” y “Dido & Eneas”. Con las que
tiene un cierto problema de empatía son las canciones, a veces parece demasiada
voz para temas que más bien debieron ser íntimos; por cierto, en la breve
duración de los temas se nota la intención comercial del sello, algo que parece
anunciar que Pumeza será la nueva engreída de Decca (mientras no termine en
Sony, digo, para romper la tra(d)ición). Todo esto en compañía de la Århus
Symphony Orchestra. Pese a lo que se le pueda criticar, está muy bueno.
Dr. Dog (EEUU)
The Psychedelic Swamp
ANTI-
Febrero
2016
Llega un
punto en el siglo XXI que escuchamos propuestas ante las cuales uno se pregunta
de qué diablos van. Dr. Dog es una de ellas. Son como 40 músicos (exageramos;
apenas llegan a la docena y algo más) y suenan, con toda la intención, caóticos
y hasta descoordinados. Más o menos como lo que quiso hacer Fabulosos Cadillacs
(pero que no les salió porque, además de caóticos, tenían sus limitaciones
tocando/cantando). Si uno analiza el historial discográfico de Dr. Dog va a
encontrar punk disfrazado de pop sesentero y setentero, además de un sonido tan
particular que, como los define la crítica gringa, son una “label-defying multi-hyphenated
indie-psychedelic-rock-folk-Americana-basement-touring band”. En “The
Psychedelic Swamp” se ponen, además, psicotrópicos y cincuenteros. Suenan a
grupo a medio hacer, las canciones parecen mal editadas, el sonido no mantiene
la misma calidad a lo largo de los trece temas, a los cantantes no les da la
voz… pero aquí, a diferencia de los Fabulosos antes mencionados o de los
últimos álbumes de Charly García, sí se nota la intención de que todo eso salga
como salió. Uno podría decir que se trata de una crítica al sueño americano
desde la industria musical, pero tampoco tenemos certeza de que sea así.
Tampoco tenemos certeza de que sea un grupo en serio, a pesar de haber visto su
presentación en NPR Music Tiny Desk Concert, cuyo carné de exclusividad iba de
Esperanza Spalding al Kronos Quartet; los de NPR deben haber quedado tan
palteados como nosotros: ¿esto es en serio? ¿cómo se come? ¿no nos estarán
tomando el pelo? Nada de esto importa, la propuesta suena bien, este último
disco está muy bueno y qué rayos, es el equivalente sonoro del urinario de
Duchamp y las fotocopias de Warhol.
Manu Katché (Francia)
Unstatic
Naxos
Junio,
2016
Una isla
de jazz tradicional. En medio de tanta experimentación, si bien lo de Manu
Katché no es precisamente ortodoxo, en el contexto contemporáneo puede hacer
que un melómano grite “¡Por fin alguien de la vieja guardia!”. Manu es
percusionista y compositor, francés de familia migrante desde Costa de Marfil,
para mayores señas, que ya tenía una carrera respetable cuando se hizo
megaconocido al ser músico de sesión de Peter Gabriel en “So” (1986) y de Sting
en “Nothing like the Sun” (1987). De ahí en adelante todo fue solo codearse con
lo más renombrado del jazz mundial. La mayoría de sus álbumes (tampoco son
muchos) fueron para ECM pero aquí Naxos se lo robó, suponemos que con una mejor
oferta y la posibilidad de ser distribuido en un mayor número de países. El
tema que le da el título al disco es de lo mejorcito, pero también destacan
todos los demás; es un disco bien homogéneo en cuanto a calidad y sonido; no
tiene una sola fisura que nos haga decir que una composición es mejor que la
otra. Así es Manu Katché.
Gabriel Tchalik & Dana Tchalik (Francia)
Europe
1920: Violin Sonatas
Alkonost / Evidence Classic
Mayo,
2016
Lo primero
y lo último que se supo de Gabriel Tchalik fue su interpretación de los
caprichos para violín de Locatelli, compositor italiano del siglo XVIII. Ahora
se suma a su hermano Dana (piano) para traernos sonatas para violín (y piano,
obviamente) compuestas circa 1920. Si el salto de un álbum al otro sorprende
por la época de las composiciones y sus
implicancias en cuanto a diferencias de interpretación, los compositores
seleccionados para este disco tampoco forman un compacto muy homogéneo que
digamos: Respighi, Janácek, Lyatoshnsky, Ravel. De la música italiana al
nacionalismo ruso, pasando por el impresionismo y el folclor checo; en todo
caso, es una fotografía de Europa alrededor de la Primera Guerra Mundial (que,
seamos justos, fue solo una guerra entre europeos, de lo más salvaje, eso sí) y varias de estas piezas
transmiten incertidumbre o, en todo caso, cierta desazón. Los Tchalik son bastante
jóvenes, diríase que están buscándose a sí mismos en cuanto a personalidad
interpretativa, y este repertorio puede ser bastante riesgoso sino se tiene la
solvencia de la experiencia ni el respaldo de un sello que amortigüe a los
críticos con, ejem ejem, los consabidos incentivos de los que nadie habla pero
que a todos les (nos) ofrecen. Aquí hay una apuesta bastante interesante desde
todo punto de vista y muy bien ejecutada. Esa sensación de desgano al
interpretar, por ejemplo, la Violin Sonata N°2 de Ravel, es evidentemente
intencional. No están tocando cualquier cosa, pues; se trata de un documento
que habla de una Europa en ruinas y a punto de irse al diablo, algo muy
significativo en estos tiempos en que, con Europa en ruinas y a punto de
irse al diablo nuevamente, se vuelven más que vigentes las obras y los
autores aquí presentados. Bien por los Tchalik Brothers.
The Puppini
Sisters (Italia, Inglaterra)
The High Life
Millionaire Records Ltd
Marzo
22016
Un trio
de mujeres que cantan en armonía cerrada, en la línea de las Andrews Sisters o
las Boswell Sisters, grupos que rompían los charts en las décadas de 1940 y
1920, respectivamente. También hay propuestas contemporáneas como las italianas
Sorelle Marineti (un grupo de chicos que cantan como chicas). Como sea, la
tradición se mantiene cualquiera sea el grupo que elijan escuchar, tanto en los
arreglos vocales como en los musicales… si hasta recrean el sonido de las
grabaciones, imitando no el acetato o el carbón sino el que llegaba al público
mediante las ondas de radio. Aquí hay toda una industria, y eventualmente lo
que cambia de grupo a grupo es el repertorio y la forma en que modernizan la
tradición. Las Puppini se despercudieron del fantasma de las Andrews Sisters
(quienes fueron el primer grupo de la historia en vender un millón de copias de
un single, el archiconnocido “Boogie Woogie Bugle Boy”) y le meten más rock a
todo, lo que las hace sonar más a grupo proto cincuentero; en esta nueva
entrega, revisitan clásicos añejos como “Accentuate the Positive” y “Tico
Tico”, temas algo más actuales como “Hit the Road Jack” y
“Supercalifragilisticexpialidocious”, pero
no podía faltar aquello que las hizo famosas: la adaptación al sonido pre
Segunda Guerra Mundial de canciones más
bien actuales: “The Girls Just Wanna Have Fun”, “Chandelier” (la de Sia, que
aquí queda mejor merced a un ingenioso mash
up) y “Changes” de David Bowie. Coronan todo con una creación propia: “Is
This The High Life”. Muy bueno. ¿Y qué hacen ahí ustedes, que no lo están escuchando?
Radiohead (Inglaterra)
A Moon Shaped Pool
XL Records
Mayo
2016
Se nota
que Jonny Greenwood hizo un recorrido por la música clásica contemporánea al
lado de compositores como Krzysztof Penderecki. Y no sería ilógico decir que si
“A Moon Shaped Pool” es lo que es, es gracias a Greenwood. Claro, la tropa en
conjunto le aporta más cosas, todas interesantes y rastreables desde esa
maravilla que es “OK Computer” (1997), adelantado como medio siglo a su época,
y que marcó un antes y un después para la banda, a tal punto que este nuevo
lanzamiento pareciera, a primera oída, un “OK Computer” revisitado. Pero no,
ahí están las diferencias, como la participación de la London Contemporary
Orchestra para hacer que los sintetizadores se ocupen de cosas más de acuerdo a
su especificidad. También hay arreglos corales. Thom Yorke le pone la cuota
‘philcolliniana’ de fracaso matrimonial a las letras pero sin desconectarse de
la realidad, como en “The Numbers” y “Present Tense”. Difícil decir que una
canción sobresalga por encima de las otras, porque todas son buenas y además
forman una especie de bloque entre todas, como si fueran los movimientos de una
sinfonía (en eso también se nota la mano de Greenwood). Produce nuevamente la
banda al alimón con Nigel Godrich. A veces me da la impresión de que estamos
por presenciar el nacimiento de nuevos géneros musicales a partir de propuestas
con las que no cabe aglutinar más etiquetas, y casi todos los artistas aquí
reseñados están como empujando a los neonatos desde dentro del vientre; esa es
la sensación que queda luego de escuchar lo nuevo de Radiohead.
Fanfare Ciocărlia
(Moldavia, Rumania)
Onwards to Mars!
Asphalt Tango Records
Abril
2016
Doce
músicos gitanos romaníes con décadas de experiencia en esto de darle al folclor
de los Balcanes (de metales y de percusiones). Debutaron en 1997 con “Radio
Pașcani” y desde entonces son un suceso explicable solo por la globalización
que lo mismo nos trae a ellos a América Latina como se lleva para Yugoslavia a
Ricky Martin (literal). En “Onwards to Mars!”, para ser honestos, se nota una
evolución nada desdeñable que hace a estos señores trascender el estatus de
grupo folclórico, por muy buenos que sean, y los coloca en el escenario mundial
como un equipo profesional; dígase de paso que esto a lo que apuestan todos los
músicos del mundo, que empiezan haciéndose artistas desde sus "raíces étnicas", lo
que quiera que se entienda por esto último. Ya los Fanfare Ciocărlia son una
institución internacional. Probablemente deba necesitarse un poco de
entrenamiento antes de escucharlos o de escuchar el género por primera vez,
pero una vez agarrado el hilo la madeja se desenreda solita. “3 Romanians”,
“Fiesta de Negritos”, “Bunica Bate
Toba”, “Mista Lobaloba” y “Cucuritza” son los hitos del disco. Para los amantes
del exotismo, hay una versión de “I Put a Spell on You”, pero en inglés
masticadísimo. Notable, desde cualquier punto de vista.
Avishai Cohen (Israel)
Into the
Silence
ECM
Enero 2016
Hay dos
Avishai Cohen en el mundo del jazz, ambos israelíes. La diferencia es que uno
es bajista y pelado, mientras que el otro toca la trompeta y luce frondosa
cabellera y barba a lo bestia. El que nos ocupa en esta breve reseña es el
segundo. En su debut para ECM, dedica estas composiciones a la memoria de su
padre, David, con el apoyo del pianista Yonathan Avishai (convengamos que en esto
de ponerse nombres, los judíos no son muy originales), el saxofonista Bill
McHenry, el bajista Eric Revis y el baterista Nasheet Waits; todos ellos
conocidos para quienes más o menos siguen los combos de jazz no tradicional.
“Into the Silence” es una propuesta agradable en tanto que busca (y consigue)
reflejar ternura y calidez, y para quien sabe el contexto en que Cohen escribió
las composiciones, puede arrancarle un par de lágrimas, en especial con “Dream
like a Child”, el tema más largo y desgarrador del disco, plus “Behind the
Broken Glass” y los tracks que abren y cierran el conjunto, ambos llamados
“Life and Death” y que constituyen un interesante continuo. Produce Manfred
Eicher. Para los que saben, este es el dream
team que ECM siempre quiso tener en sus filas.
Jean-Guihen Queyras (Canadá), Isabelle Faust
(Alemania), Alexander Melnikov (Rusia), Freiburger Barockorchester (Alemania),
Pablo Heras-Casado (España)
Schumann:
Cello Concerto, Piano Trio No. 1
harmonia mundi
Abril
2016
Queyras,
Faust, Melkinov y Heras-Casado en una misma grabación. Equipo que además ha
producido, con este, tres álbumes que se venden, cada uno, con un DVD adjunto
con el detrás de cámaras, un par de videoclips, entrevistas y demás, plus un
folleto que puede llegar a las 100 páginas en cuatro idiomas. Es que tanta
estrella junta genera entusiasmo y asegura las ventas pero, sobre
todo, llama la atención con la fuerza de un agujero negro. Y tal cual estos
expulsan energía, aquí se derrocha calidad. Me disculpan el símil tan huachafo
pero es que este disco, al igual que todos y cada uno de sus predecesores,
emociona. Y no se puede decir nada más que no sea entrar en el sinsentido
común. Ya, puestos en el disco… nah, ¿qué puede decirse de Queyras, la Faust o
Melkinov? Son geniales, con una trayectoria discográfica de la patada, y crítica y público se rinden incondicionalmente ante ellos como el Poder
Judicial con el APRA. Pablo Heras-Casado, al igual que los antes
mencionados, también es un joven talento que, al mando de la Freiburger
Barockorchester, viene colocando hitos importantes en la historia discográfica
de la música clásica. En esta ocasión, la interpretación principal viene por
parte de Queyras en el cello, para el Cello Concerto en La menor op. 129 de
Schumann, mientras que el trío de talentos aborda el Piano Trio No. 1 in D
Minor, Op. 63, también de Schumann. Si
pueden, escuchen la trilogía completa (dedicada a Schumann, justamente), mejor
aún si se la compran en físico, para que tengan acceso a toda la información que a veces
no se consigue con las descargas libres ni con las compras MP3 vía Amazon. Es más,
las grabaciones de cada uno de ellos son altamente recomendables e instructivas, tanto para
fanáticos y estudiosos de la música clásica como para aquellos que gustan de
ella pero hasta ahí nomás. Y una mención especial para harmonia mundi que, como
sello, la rompe junto con Naïve, y que el año pasado lanzó un disco con
composiciones del peruano Jimmy López y varios discos dirigidos por Miguel
Harth-Bedoya, también peruano.
Beth Orton
(Inglaterra)
Kidsticks
Anti/Epitaph
Mayo
2016
Sorprende
las vueltas de tuerca que le ha dado Orton a su carrera, desde sus inicios
sinceramente poperos hasta la insanía depresiva de esa obra casi perfecta que
fue “Sugaring Season” (2012). Y ahora, cuando probable y honestamente nadie
esperaba más de ella (que no sea seguir en la senda de la corrección profesional
indie), patea el tablero y le pone un
poco más de computadoras a su sonido y, de paso, un poquito más de punche. Las
canciones mantienen la clásica estructura ortoniana, con estrofas de sonoridades
repetidas una y otra vez en medio de cambios de textos sutiles, más estribillos
estilizados y reiterados hasta que quede clara la idea. Las letras siguen
bastante inspiradas aunque es cierto que “Sugaring Season” es un hito difícil
de superar; digamos que mantienen el nivel y sobre todo, tienen ese je ne se qua que las hace agradables en
extremo. “Snow”, “Dawnstar”, “Petals” y “1973” (esta última con escándalo
incluido al tener un video políticamente incorrecto… cosas de ecologistas) son
de lo mejorcito del disco y están a la altura de la discografía de Beth. Y como
ya se ha señalado, el disco es bastante más animado que sus predecesores, con
una cuota de sentido del humor que no le escuchábamos hace varios años. Pero
sobre todas las cosas, uno sigue teniendo esa sensación de haber escuchado un
álbum bonito y bien hecho, algo típico de la obra de Beth Orton.
Trio Wanderer with
Christophe Gaugué
Brahms:
Piano Quartet No.3, Piano Trio No.1
harmonia mundi
Enero
2016
Guagué y
el Trio Wanderer (Vincent Coq al piano, Jean-Marc Phillips-Varjabédian en el violín
y Raphael Pidoux en el cello) ya deben tener su tesis de doctorado en tríos y
cuartetos de Johannes Brahms. El compositor alemán compuso su primer Piano Trio
en 1854, y esa es la versión que es interpretada en este disco, pues la revisión
que le hiciera en 1889 es la más comúnmente grabada. El Piano Quartet,
más bien, empieza a ser compuesto un año después,
cuando Brahms en paralelo empieza a cranear cómo ponerle los cuernos a su pata Robert Schumann
y atrasarle a la esposa, Clara Schumann, otra renombrada compositora y pianista
de la época; las pasiones no lo dejaron terminar esta obra (hablamos del
cuarteto) sino hasta 1875. Chismes aparte (¿consiguió Brahms su cometido con la
señora Schumann? ¡no se pierdan el final de esta apasionante novela romántica
y, sobre todo, no dejen de escuchar la música de estos tres geniales compositores!),
en esta enésima entrega de los Wanderer para harmonia mundi se evidencia que
manejan a su antojo el repertorio del lujurioso… perdón, de Brahms. Con esto se entiende
que se toman ciertas libertades interpretativas bajo un riguroso respeto de la
partitura, algo que solo es posible tras años de insistir e insistir e insistir
pacientemente (como Brahms con Clara). Una interpretación fabulosa, que se hace
aún más evidente cuando se le pone el volumen al máximo, como si estuviésemos escuchando
a una banda de rock pesado (que por momentos Brahms se pone así y los Wanderer
también). Bueno, no sabemos si entre los integrantes de los Wanderer y Christophe
Gaugué hay historias de atrasos amorosos (total, son franceses), pero
prometemos que en cuanto pesquemos un disco con la obra de Schubert para reseñar,
abundaremos en los detalles amatorios.
Andrew Bird (EEUU)
Are you Serious
Concord Loma Vista
Abril
2016
Nos
visitó hace unos años y pasó caleta, presentándose solo para un puñado de
fanáticos que deliramos con su voz, su violín multilayered y sus composiciones indies por excelencia. En “Are you Serious”, Bird se pone
rocanrolero, acelera un poco más las canciones, mantiene la vena humorística
depre, recicla melodías y cambios de armonía que ya son su sello de agua (como
en “Roma Fade”). Juguetea con sonidos propios del siglo XX (“Puma”, “Truth Lies
Low”), continúa silbando y tocando el violín y cantando. En general, debe ser
el disco más accesible y feliz, en el sentido literal de la palabra, que haya
producido en toda su carrera. Ya pueden hacérselo escuchar a sus amigos sin
miedo a que bostecen o a que se horroricen por las letras. No es que le dé para, ni
le interese, ser un suceso comercial, pero se ha quitado algunas capas de
melancolía y sufrimiento. Tampoco es que se puede armar la fiesta con este
disco, pero cuando menos ya no peligrarán las venas de nadie después de
escucharlo.
Anoushka Shankar
(India)
Land of Gold
Deutsche Grammophon
Abril
2016
Algo de arte
socialmente comprometido con las migraciones, los desplazamientos masivos y el
desastre humanitario que implica huir del país de origen por guerras inhumanas
generadas y/o potenciadas por los gobiernos de los países que no quieren
recibir a nadie, y que incluso han empezado a exterminarlos en lo que serían los
primeros genocidios del siglo XXI… pero no nos desviemos del asunto musical.
Anoushka no es nueva para nadie, así que de su vida y trayectoria musical no
hablaremos. Vamos directamente al disco: en la senda de lo que ya ha venido
haciendo, sin hacerle asquitos a los samplers
y hasta a las voces a lo Sheila Chandra pero intervenidas, manteniendo la atmósfera
de folclor hindi con la que necesariamente se le asocia. “Land of God”, tema
que da título al disco, cuenta con la colaboración de Alev Lenz, en “Jump In”
canta M.I.A. y en “Remain the Sea” Vanessa Redgrave entre que recita y rapea
(literal, escúchenlo si no creen). Cierra todo con una versión de “Land of God”
instrumental. No se queden sin su copia
del álbum, que además de terminar empapados y eruditísimos en cuanto a música
típica india y a riesgos vanguardistas, también quedarán versados en política
internacional y derechos humanos. Sin deteriorarse la calidad artística.
Paul Simon (EEUU)
Stranger to Stranger
Concord Records
Junio
2016
Qué tal
capacidad la de Simon para componer y escribir canciones que suenan de lo más
bien acompañadas solo por una guitarra o a
capella. Pero la cosa se pone interesante aún más cuando las arregla a
partir de todo el background aprendido
desde la década de 1970. Creo que su disco previo fue producido por Brian Eno,
y aquí como que ya no le hizo falta. Paul Simon ha cambiado su fraseo al
cantar, casi como que recita sus canciones, ajustándolas a la naturaleza más
bien globalizada de su propia música: a veces balada de autor, a veces
electrónica, a veces africanizada. Y sus canciones son como pinturas
costumbristas, reflejando parte de la realidad gringa pero con harta reflexión
interior en lo lírico, y como ya ha sido señalado, musicalmente
indestructibles, capaces de soportar cualquier arreglo musical aunque lo de
este disco parezca ya versión definitiva. Ahí están “The Werewolf”,
“Wristband”, “Street Anel” (todas con participación de los italianos Clip
Clap), “A Parade”, “Insomniac Lullaby” y “Proof of Love”, para sustentar por sí
misma todos los cohetes que le está reventando la crítica internacional. En
ventas también la está rompiendo: número 3 en EEUU y número 1 en Reino Unido,
lo que da esperanzas de que, a pesar del Brexit, los británicos no son tan
tabas. Producido por Simon junto con Ron Hoyle, un viejo colaborador suyo, esto
es algo así como su nuevo “Graceland”. Simon es, junto con Joan Manuel Serrat,
Joni Mitchell, Bob Dylan, Chico Buarque y Silvio Rodríguez, uno de esos
cronistas musicales que siguen vigentes no a pesar sino más bien gracias al
pasar de los años.
Brad Mehldau Trio
(EEUU)
Blues and Ballads
Nonesuch Records
Junio
2016
Un trío
de jazz fuera de serie con Mehldau a la cabeza, quien musicalmente ya lo
experimentó casi todo y a su manera, pese a su relativa juventud. Con Larry
Grenadier (FLY, Herbie Mann, Pat Metheny, Enrico Rava, Chris Potter) en el bajo
y Jeff Ballard (Metheny, Chick Corea, Joshua Redman, Avishai Cohen) en la
batería, esta formación, que no grababa desde 2012, (re)interpreta un puñado de
clásicos que ya forman parte de la historia universal. “I concentrate on
you”, “And I Love Her”, “My little Valentine” y una alucinante versión de “These
foolish things” forman parte del repertorio. Mehldau sigue fiel a su estilo medio transgresor-pero-hasta-ahí-nomás,
aportándole un montón de cosas (entre nuevas y viejas) a temas que por lo
general se revisitan anodinamente. En paralelo, le da un nuevo aire a la
tradición de los tríos jazzísticos, porque siendo sinceros los hay de diversas
calidades y a veces uno no puede diferenciarlos entre sí. Todo lo contrario
pasa en este disco; los músicos hacen suyos los temas y, con mucho respeto por
la partitura original, improvisan desde el punto de vista musical del siglo XXI
(en cuanto armonía y ritmo), sin dejar de darnos esa sensación de trip por la década de 1960. Más que un
homenaje a los compositores de los temas, es como un homenaje a los tríos de
jazz. Y a la música en general.
Rufus Wainwright
(Canadá)
Take All My Loves: 9 Shakespeare Sonnets
Deutsche Grammophon / Universal Music Canada
Abril
2016
¿Por
dónde empezar a reseñar esto? La producción es de Marius de Vries, que trabajó
con Rufus en “Want One” (2002) y “Want Two” (2003), dos de los discos más artísticos,
eclécticos y ambiciosos de la década pasada, sobrecargados de orquestas, voces
en capas múltiples, toques de jazz, guiños a la música romántica y demás
géneros decimonónicos, arreglos musicales impredecibles, reminiscencias hasta
de la música medieval y muchísimo melodramatismo gay en dosis que solo
Wainwright puede inocularle a un proyecto. Bueno… “Take All My Loves” es todo eso
y mucho más, porque tiene nada menos que… sonetos de Shakespeare en las letras,
algunos de ellos (el 10, el 2 y el 43) ya musicalizados para “All Days Are
Nights: Songs for Lulu” (2010), un tour
de force a piano y voz. Es decir que este nuevo lanzamiento es una especie
de bomba atómica artística que se desborda aun más porque el titular del álbum,
astutamente, ha decidido no cantar en todas las canciones sino ceder el puesto
a su hermana Martha, a Florence Welsh y a la soprano Anna Prohaska (quien es
capaz de interpretar desde Pergolesi hasta Mahler), mientras que pone a recitar
a Siân Phillips, Carry Fisher, Helena Bonham Carter, William Shatner, Jürgen
Holtz, Inge Keller… Como se dice, botó el estudio por la ventana y fácil que se
quedó en la bancarrota, pero todo sea por este homenaje a Shakespeare que
quedará en la historia como una genialidad fuera de todo género. Dígase de paso
que este es el mejor Wainwright desde que perdió el paso con lo de “Rufus Does
Judy at Carnegie Hall” (2007) y “Out of the Game” (2012), tropiezos perdonables.
Su ópera “Prima Donna” sigue macerando hasta tomar su forma definitiva (aunque
ya se animó a lanzarla en un doble CD, en 2015) así que probablemente solo
podamos hablar de ella luego de que termine su segunda inmersión operática, con
“Hadrian” (prevista para 2018). Mientras tanto, desde su producción un poco más
accesible para todos, este shakespereano retorno a la senda de la genialidad
nos anuncia que hay Rufus para rato. Si no
creen, echen un ojo a la portada del álbum.
Vijay Iyer & Wadada Leo Smith (EEUU)
A Cosmic Rhythm With Each Stroke
ECM
Marzo,
2016
Fiel a
su perfil críptico, ECM da tribuna nuevamente a dos pesos pesados de lo que
todavía se sigue llamando jazz, a pesar de lo encorsetada que le queda la
etiqueta: Vijay Iyer y Wadada Leo Smith (piano y trompeta respectivamente, como
si fuese necesario aclararlo), esta vez como dúo (que antes grababa para Cuneiform)
y bueno, la calidad de producto no debe sorprender a nadie. Menos aun cuando el
álbum está dedicado a Nasreen Mohamedi, de quien casi se puede visualizar sus
obras a lo largo de los diferentes temas que componen el álbum, y con cuya
alusión se puede comprender mejor las piezas musicales abstractas de este
álbum. Difícil es quedarse con un puñado de temas y mencionarlos en esta
reseña, pues la obra completa es un conjunto que va evolucionando conforme
pasan los minutos. Pero digamos que, si quieren probar un tema para ver qué tal
(esto, claro está, si desconocen la obra de Iyer y Smith), pueden probar con
“Notes on Water”. Vale cada segundo que se le preste atención.
London Philharmonic Orchestra, Andrey Boreyko
(Inglaterra, Rusia, Polonia)
Henryk Górecki: Symphony No. 4, Op. 85 (Tansman Episodes)
Nonesuch Records
Enero
2016
Es
importante porque todos los nombres de los créditos son pesos pesados de la música: la última
composición de Górecki, la interpretación de la London Philharmonic Orchestra,
la dirección de Boreyko, el encargo del Royal Festival Hall para la composición
y Nonesuch Records como el sello que registra, lanza y distribuye este disco.
La sinfonía no pudo ser terminada por el autor (que falleció en 2010), pero su
hijo Mikolaj completó la obra que, además, ya contaba con instrucciones claras
para ser orquestada. La obra es desconcertante, y eso es mucho decir a estas
alturas del siglo XXI. No se parece a nada de lo que hizo Górecki y tampoco
suena a nada reconocible (tal vez Shostakovich pueda ponerse receloso al sentir
que le plagiaron un poquito el segundo movimiento de su primera sinfonía). No
es como para ponerla de fondo si tienes que concentrarte en la chamba o en el
estudio; tampoco te va a servir para conciliar el sueño o incrementar la memoria
(incluso, tal vez te la atrofie un poco) ni ninguno de esos clichés que rondan
a la música clásica para vendérsela a quienes la escuchan solo por esnobismo. Y si bien este no
es lugar para hacer críticas sesudas sino reseñas, yo tampoco podría hacerle
una disección a la sinfonía y a su interpretación porque está más allá de
cualquier crítica del lego. Mas, aun así, vale la pena meterle diente
para conocer la obra de todos los mencionados al empezar esta reseña.
Little Tybee
Little Tybee
Little Tybee
Mayo
2016
No es un
error que aparezca tres veces Little Tybee en esta reseña. Es el nombre del
grupo, del disco y del sello (es decir, ellos mismos). Son una de esas bandas,
más no una más del montón, que fusionan todo lo fusionable. Recuerdan a los
mejores momentos de Sufjan Stevens o The Magic Numbers. Procedentes de Atlanta,
probablemente sean el grupo más caleta de esta lista. Incluso no es que sean
muy conocidos en EEUU, porque dentro de lo indie y lo no comercial que ahora
está tan de moda, ellos se ubican en una periferia saludable, al margen de lo
que dictan las tendencias. “Loves of Bread”, “More Like Jackson”, “Laguid” y
“Empire State” poseen esa interesante mezcla de sintetizadores y violines,
ritmos irregulares, samplers, voces mixtas y letras atípicas que lo mismo
divierten y sacan de cuadro. Merecen ser más conocidos.
ANOHNI (Inglaterra)
Hoplessness
Secretly Canadian (EEUU y Canadá), Rough Trade
(RU), Hostess (Japón)
Mayo
2016
Cuando
era Antony Hegarty, de Antony and the Johnsons, nunca me quedó claro si era
trans femenina o masculino. De la misma manera que “I am a bird now” (ese álbum
perfecto de 2005) no dejaba la certeza de saber qué cosa se estaba escuchando.
Eran algo así como canciones, sí, y una voz desgarrada que, según Laurie
Anderson, “contiene todas las emociones del ser humano al mismo tiempo”. Ahora
que sabemos con certeza que es una mujer, también su música suena más
reconocible, cuando menos etiquetable dentro de ese gran cajón de sastre
llamado pop. Pero sigue siendo inasible. “Hoplessness” es un álbum que, a
diferencia de todo lo anterior hecho por ANOHNI, ya no es tan emocionalmente
mesurado; todo lo contrario, está cantado desde las vísceras. Si hasta se puede
bailar (“4 Degrees”, por ejemplo), si dejamos de lado que las letras nos están
dando un tratado sobre las consecuencias nocivas del capitalismo, la farsa que
es Obama como presidente progre, la violencia de género, la homofobia, la
importancia del feminismo, las relaciones familiares cuando no se es
heterosexual, el desastre ecológico, las guerras, el cambio climático, la
crisis económica mundial, la xenofobia y ya no sé si queda algo más en el
tintero. No hay más poesía indirecta; aquí las cosas se llaman por su nombre:
“Drone Bomb Me” (una canción sobre la guerra en Afganistán desde el punto de
vista de una niña que perdió a toda su familia), “(Daddy) Watch me!”, “Obama”,
“Violent Men”, “Crisis”. Recordemos que ANOHNI fue nominada a un Oscar por su
canción “Manta Ray”, un temón tan fumado que no iba a ganar de ninguna forma
pero que, al menos, sirvió para visibilizar más su obra. Dígase de paso, ella
no fue a la entrega de premios porque le parecía una banalización del tema que
tocaba el documental que le valió la nominación. Volviendo a “Hoplessness”,
este no es el único blog en que está considerado entre lo mejor de la mitad de 2016. Por
eso ya no me explayo más, que las reseñas no le hacen justicia al disco.
Más jazz
del sello ECM, fiel a su estilo post post post postmodernista vanguardista minimalista
(?). Gustavsen también sigue fiel a su estilo (inserte sus adjetivos favoritos
aquí), lo que podría interpretarse como una cierta ortodoxia dentro de su
eclecticismo musical. Acompañado por Jarle Vespestad en la batería y Simin
Tander en las voces, este “What Was Said” es una pieza críptica que exige
paciencia al oyente. Casi debería anexar la partitura para saber qué está
sonando porque a veces, así como uno se estresa cuando alguien le habla y no
entiende lo que le dicen, también el hecho de no reconocer NINGUNO de los
acordes tocados en el piano puede resultar un poco frustrante. Porque, por lo
menos, los contrasentidos (?) del ritmo mueven el piso pero no desesperan. No
es un álbum bonito. No pretende serlo. Es, por el contrario, algo muy
interesante de escuchar y deshuesar. Y pensar que se grabó en vivo en solo dos
días. Genios, pues.
Carla Bley (EEUU)
Andando
el tiempo
ECM
Mayo
2016
No. No
es que estemos recibiendo marmajas de ECM, sino que este medio año se han
puesto las pilas junto con Nonesuch Records (y más bien Naïve y harmonia mundi
han perdido un poco el paso este año). Carla Bley se une a Andy Sheppard (saxos
tenor y soprano) y a Steve Swallow (bajo) para celebrar su cumpleaños número
80. Y lo hace con este álbum que, desde su lanzamiento, causó revuelo. No es
que sea revolucionario ni inesperado sino todo lo contrario, en la línea
de lo que la Bley viene haciendo últimamente, y muy bien hecho, claro está. No
olvidemos (o no dejemos de saber, para quienes no la conocen) que ella lleva décadas componiendo
e interpretando y ha pasado por varias tendencias, siendo fundadora de algunas
de ellas. “Andando el tiempo” es una suite que pisa entre el jazz y la música
clásica contemporánea; completan el disco dos temas adicionales en el mismo
sendero.
Tchaikovski: Violin Concerto Op. 35 / Stravinsky: Les
Noces
Sony Music
Classical
Enero
2016
La
Kopatchinskaja es, para quienes no la conozcan, algo así como la Björk de la música clásica.
Desde la forma en que mastica el inglés hasta sus particulares ideas sobre la
música y la vida en general, basta escuchar sus entrevistas (en particular hay una
en que compara cocinar con tocar el violín) o leer las notas internas de sus
discos (como esa en que narra la forma en que, durante una fiesta, se le acercó para seducirla un
señor misterioso que resultó ser… ¡el fantasma del Violin Concerto en D Major
de Stravinsky!). Pero si algo la caracteriza por sobre todas las cosas, es su
forma inigualable de tocar el violín. Incluso quienes no suelen escuchar música
clásica podrían reconocer su particular estilo casi al vuelo: no le interesa
que quede perfecta la interpretación ni la limpieza de la ejecución; por
último, puede perder algunas notas de la partitura. Lo de ella es sentimiento
puro y, a pesar de lo señalado, se puede decir que sus versiones de todo lo que
toca son magníficas. Y en esta performance, al lado de su pata Currentzis, le
da nueva vida al concierto para violín de Tchaikovsky. Me disculparán el arameo
pero carajo, qué tronco de interpretación la suya. Hace lo que le da la
reverenda gana con la partitura, se sienta en todas las interpretaciones
académicas previas y le da una aspereza inédita que por momentos nos presenta
un Tchaikovsly casi inédito, lejos de la perfección matemática de sus obras,
con un primer movimiento a velocidad vertiginosa (algo característico de ella, como
su espídica versión de la “Sonata Kreutzer” junto a Fazil Say) y con un dominio
del violín que uno podría creer que está filtrado por computadora o intervenido
de alguna forma. Ya, bueno, la versión en ácidos de la ya de por sí alucinógena
“Las Noces”, a cargo de MusicAeterna, no se queda atrás. A los críticos no les
gustó este disco; tal vez la mermelada no estuvo tan dulce como en las
aceitadas de Decca y DG. Porque si la música clásica sigue vigente, es por
gente como la Kopatchinskaja, Currentiz, Say, Biondi y Savall: genios. GENIOS.
G.E.N.I.O.S.
Esperanza Spalding (EEUU)
Emily's D+Evolution
Decca (UMO)
Marzo
2016
¿Qué
podemos agregar a todo lo que se ha dicho de este disco desde que apareció?
Está entre los mejores, sino es el mejor lanzamiento de los últimos meses, y
difícilmente habrá algo que lo supere en 2016. Ya la Spalding había demostrado
que el jazz y su infinito abanico de géneros, subgéneros y libertinajes
musicales le quedaba como faja; ella necesita expandirse y lo hizo con un pie
en el jazz y otro en la música de cámara (“Chamber Music Society”, de 2010, fue
tan contundente que ni el prefabricado y apadrinadísimo Justin Bieber pudo con
ella en los Grammy) y otro en el pop (“Radio Music Society”, de 2012,
malentendido por los puristas de siempre). “Emily's D+Evolution” es una mezcla
bien singular de géneros musicales, casi todos los que se nos vengan a la
mente, soportado en letras contundentes y socialmente comprometidas (como en
“Black Gold”, con lo afro, pero además con lo feminista y un cierto aire
político del centro hacia la izquierda). No es necesario bancarse lo de la
historia del alter ego de Esperanza que la empujó a componer estas canciones,
que eso es solo el punto de partida creativo y, por demás, muy suyo; aquí lo importante es que ella ya
se dio de alta en relación con su propia voz, se le siente más libre que hace
unos años y puede decirse que el canto es un instrumento más en el disco. Las
composiciones (y las improvisaciones) tienen también otro nivel, menos
comprometido con las influencias que evidenciaba en años anteriores. Ni qué
decir de la forma en que bajos y contrabajos lideran el combo quasi roquero de esta maravilla de
lanzamiento, que no pierde los atisbos necesarios para ser un éxito comercial.
Que eso es otra cosa; desde el Grammy, la Spalding ha aprendido a marketearse de lo más bien y no tiene
ningún problema con hacerlo descaradamente y como a ella le da la gana (en el
“Radio Music Society” le hizo un videoclip
artisticón a cada tema). “Good Lava”, “Unconditional Love”, “One”, “Earth
to Heaven”, “Noble Nobles”… qué difícil es seleccionarle highlights a este disco. Cómprenlo o descárguenlo y escúchenlo. Verán cómo después de oírlo sentirán
que ya no importa si llega el holocausto nuclear; Esperanza nos ha redimido
como especie.
David Bowie (Inglaterra, Planeta Tierra, Vía
Láctea)
BlackStar
ISO, RCA, Columbia, Sony
Enero
2016
Que seas
una estrella mundial de la música, un ícono del arte, un veneradísimo creador,
reputado actor, que cada uno de tus discos sea inexplicablemente superior al
anterior; que tengas las cosas claras en cuanto a política, vida social y
economía; y que, para colmo, lances una obra maestra el día de tu cumpleaños
número 69 y luego muchos de sus crípticos enigmas se expliquen con tu muerte
dos días después, y que esta deje al universo sumido en una depresión brutal
con una sensación de que el apocalipsis nos pasó por encima unas 17 veces. Todo
eso: solo David Bowie. Y ya no sé si se puede agregar algo más a todo esto. Si
no fuera por su evidente afán por la vida, podría decirse que Bowie se suicidó
para redondear la perfección performativa de “BlackStar” pero no, con lo genio
que es fácil que supo cómo, cuándo y dónde iba a morir, a lo César Vallejo, y
la sincronización de los sucesos se le dio solita porque con dioses como él, hasta
el espaciotiempo se baja el pantalón y se pone a recoger moneditas sin doblar
las rodillas. Ya, bueno, “BlackStar” es una maravilla que ha sido explicada y
desmenuzada por fanáticos y críticos de esta a diez galaxias a la redonda. El
álbum fue número 1 en TODOS los países del mundo (con excepciones como, digamos,
Corea del Norte y Hungría, territorios que uno no sabe si están girando en la
misma dirección que el resto del planeta o qué); cuando Bowie pasó a la
eternidad el disco ya no podía subir más en los rankings. Son siete canciones
(¿para qué más? ¡es David Bowie!) las que cubren un amplio rango de géneros
pero no por separado sino al mismo tiempo, y todas son reseñables. Y son dos videoclips que, cuando uno los ve, pues…
no tiene palabras para hablar de ellos. En conjunto es un disco bueno al tronco
pero raro, opresivo; suena, precisamente, a enfermedad terminal. Es una obra
maestra. Es David Bowie, pues. Y uno lo escucha y le queda esa sensación de
mierda en relación con lo injusta que es la muerte: se lleva a los genios y nos
deja a los huerequeques reseñándoles la genialidad con un nudo en la garganta.
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