viernes, 19 de agosto de 2011

Los 11 del 2010 - Reseña musical del año que pasó


(Originalmente publicado en enero de 2011)

10.- Phil Collins. "Going back"

Este señor se va a su casa a dormir por una década, luego decide sacar un disco de un momento a otro y le da una patada en el trasero a las estrellas de moda. Y listo, número uno por varias semanas, para no perder las costumbres. Esto demuestra que los dinosaurios no van a desaparecer necesariamente; Phil Collins no solo se luce como el orgulloso abuelito de todo lo que escuchamos en estos días sino que, además, nos da en la cara recordándonos el arte de sus coetáneos. "Going back" es un disco de covers sesenteros de la Motown, perfectamente manufacturado, sin fisuras de ningún tipo. Claro, estarán los críticos acérrimos (que por los general creen saberlo todo sobre música y ni siquieran pueden leer dos notas seguidas en el pentagrama) que odian a Collins porque es comercial y vaya uno a saber qué otro supuesto defecto le encuentren para maquillarse la envidia. Pero Collins es Collins, sabe que es un genio y, obviamente, con 50 años de carrera, millones de discos vendidos y una fanaticada que se cuenta por miles de millones, difícilmente se dará por aludido.



09.- Silvio Rodríguez. "Segunda cita"

Incansable. Allí cuando uno escucha un nuevo álbum de Silvio para decir "al viejo revolucionario se le fue la musa", pues no le queda otra que buscar nuevos adjetivos para graficar las bondades de una obra madura y a la vez arriesgada, a dos aguas entre lo tradicional y lo experimental (aunque, de esto último, digamos que las opciones de Silvio son previsibles) sin soltar prenda al cansancio. Parafraseando a la canción que da título al disco: Silvio comienza a pintar cada lienzo con mejor fortuna. Y aunque se nos está poniendo más tétrico de lo normal (y nos explica porqué: la edad, los amores que fueron, la revolución que no despega, la frustración de vivir en un mundo pleno de injusticia, el dolor y la incertidumbre que le significan Cuba) y a veces provoque dejar el álbum a la mitad y poner uno de los Van Van, para no cortarnos las venas, parece que todavía hay nueva trova y Silvio para rato.


08.- LCD Soundsystem. "This is happening"

Usualmente, el synthpop y el punk electrónico resultan una broma de muy mal gusto, salvo excepciones que pueden contarse con los dedos de una sola mano. Entonces, debe suponerse que los muchachos de LCD Soundsystem son músicos extraordinarios, capaces de mantener por todo lo alto temas de 10 minutos de duración con solo dos tonos (no acordes ni notas: simplemente, tonos). Lo que uno experimenta es una especie de sensación hipnótica que no depende de la tecnología empleada en las sesiones de grabación sino del concepto musical en sí. Composiciones concretas, deliberadamente sencillas y casi monocordes, letras ad hoc y, solo después de eso, llega la tecnología puesta al servicio del arte. Y no al revés, como suele suceder con el techno. LCD Soundsystem ha estudiado muy bien a clásicos como Kraftwerk y recoge las lecciones aprendidas de Devo, Human League y B-52s, entre otros referentes, para tener uno de los logros más difíciles: sonar a sí mismos en pleno año 2011.


07.- Various Artists. "Once Upon a Time in Mumbaai"

Los indios tienen la facultad de meterle a uno sus películas por todas partes. Harto despliegue visual para sostener una trama enredada que, aunque te resistas, te hará reír, llorar, cantar, gritar y suspirar durante cuatro horas. Ahora bien, aunque siempre cuidan al máximo sus bandas sonoras, con "Once Upon a Time in Mumbaai" se pasaron de vueltas por lo buena que les quedó. No soy quién para trazar una crítica a un arte tan extraño por las diferencias culturales (en fondo, forma y especificidad), pero creo que puedo ensayar un acercamiento: en la música de este O.S.T. están todas las influencias posibles: rock, twist, medio oriente a pulso, obviamente India y hasta atisbos de salsa; todo eso sobre la base del súper objetivo que tiene toda banda sonora: hacerle los honores a la película. No sería arriesgado decir que Tum Jo Aye es la canción más bonita de lo que va del siglo. ¿Por qué no nos acercamos más a la India en vez de permearnos de refritos estadounidenses (cinematográfica y musicalmente hablando)?


06.- Joan Manuel Serrat. "Hijo de la luz y la sombra"

El año 2010 abrió con una gratísima sorpresa: Serrat salía del quirófano por vez enésima. Y, por vez enésima, lo hacía muy bien de salud. Y, claro, como siempre, con un disco bajo el brazo. Acompañado de Miralles, para más señas. En una palabra: genial, faltaba más. Se trata del mejor Serrat, poniéndole música a poemas de Miguel Hernández. Y digamos, su voz no es la misma que hace... 50 años... pero se ajusta muy bien para los aires flamencos que adornan las canciones. Lo que sí está intacto es todo lo demás: el genio, la musicalidad, la artesanía y el arte en pleno. A Serrat, le bastaba para pasar a la historia con uno de sus discos, cualquiera. A la fecha, tenemos como 45 razones para incluirlo en todos los parnasos. Y amenaza con bastantes más.


05.- Sade. "Soldier of Love"

Sin miedo de acercarse (aunque solo sea un poquitito) al hip hop y derivados, y sin miedo a repetirse y sonar cansina pese a apostar y seguir fiel a su propio estilo, Sade logra el que quizás sea su mejor disco. No descubre la pólvora musical, en absoluto, pero sí nos muestra nuevas maneras de emplearla e incluso nos recuerda formas que ya habíamos descartado. Sade apuesta por los estándares, la orquestación íntima y los arreglos virados hacia el jazz; como se dijo, nada nuevo. El asunto es salir airoso y darle motivos a la audiencia para que los escuchen a ellos y no a otros que también hacen lo mismo y lo hacen bien. Pero claro, aquí prácticamente Sade tiene patentada la fórmula y es muy difícil que patine. Los aires de Sade continúan frescos; que la música, además de técnica, es talento y esto último suele marcar todas las diferencias.


04.- Laurie Anderson. "Homeland"

Cuando Anderson edita un disco, es obvio que hay que hacerle un espacio en cualquier reseña del año. Ella vino dispuesta a todo: se puso musicalmente más a la vanguardia de lo usual, líricamente vomitó toda su rabia contra el sistema político y la pasividad mortecina del pueblo estadounidenses, le puso el máximo a las distorsiones del violín y hasta compuso un hit, "Only an Expert", que esperamos llegue a ser un éxito como lo fue "O Superman". Claro, un tema de 10 minutos que insinúa no muy delicadamente que los norteamericanos son unos tontos, no es ni políticamente correcto ni comercialmente feliz. Pero Anderson muere en su ley y algo de eso debió valerle para que "Flow" sea nominado a un Grammy como mejor tema instrumental pop, si ser ni lo uno ni lo otro. Aparecen Lou Reed y Antony Flagerty, entre otros invitados.


03.- Antony and the Johnsons. "Swanlights"

Cada vez resulta más difícil reseñar un álbum de Antony and The Johnsons. Las letras cada vez más crípticas, la música cada vez con menos concesiones al oyente, las portadas de los discos diseñadas cada vez más lejos de todo referente real... Tal vez esto último sea una reseña objetiva de "Swanlights": música irreal, sin referentes, lanzada al aire casi como le vino a la mente a sus autores e intérpretes. Mucha música ha corrido y corre debajo del puente; es por eso que un álbum como este (o como cualquier otro reseñado en esta lista) no deja de sorprender por ser, precisamente, sorprendente. Si hay algo que es transversal a los artistas mencionados en este artículo, eso es el riesgo. Y el riesgo cobra una dimensión muy particular cuando se trata de la música de Antony and the Johnsons. El riesgo y también la belleza, porque cada entrega del grupo siempre será tan arriesgada como bella. ¿Cómo lo hacen? Bueno, deben tener su receta secreta. Si fuera tan fácil hacer música genial, todos seríamos estrellas.


02.- Sufjan Stevens. "The ADZ"

Este disco es una obra maestra, desde la presentación gráfica (del CD y del vinilo), del libro interior y del mismo disco. Y la música resume bastante bien lo que es Sufjan Stevens hoy en día: un artista al que le de igual hacer bulla con ruidos indeterminados o mandarse una sinfonía de hora y media con reminiscencias wagnerianas. Stevens ha logrado, en una época en que lo experimental está de moda y lo indie cada vez más inn, darse su lugar y marcar diferencias respecto del montón de musiquetes que se escuda en la vanguardia para ocultar su mediocridad. Pero, eso sí, deja también muy claro que no se trata de un músico fácil y que hay que tener mucha disposición para escuchar sus álbumes de una sola sentada.



01.- Wyatt, Atzmon, Stephen. "For the Ghosts Within"

Justo el baldazo de agua fría que necesitaba el jazz para recordarse a sí mismo que el siglo XXI llegó ya. Gilad Atzmon toca el saxo poniendo los ribetes clásicos y románticos aunque también le entra a los octavos y cuartos de tono; Ros Stephen le da a las cuerdas y de vez en cuando encaja un par de disonancias por tema, como para parar la oreja; y Robert Wyatt pone la voz que, sin ser una gran voz, le da una magnífica interpretación a los temas (y eso también es muy meritorio), revisando un buen número de estándares. El álbum se alimenta de casi todo: música oriental, electrónica, atonal, rock, jazz clásico y si no le metieron reguetón es porque, seguramente, los tres genios deben estar discutiendo aún si eso último califica como género musical. Para finalizar, destaca el uso de algo que muchos músicos parecen haber olvidado: el silencio y el vacío como elementos musicales, que no por puro gusto es que pueden ser escritos en un pentagrama. A tomar nota.


THE BEST: Rufus Wainwright. "All days are night: Songs of Lulu"

Una performance que remonta a la de los grandes cantantes interpretando canciones clásicas, propias de las Francia, Alemania y/o Inglaterra del siglo XIX. Recogiendo además la misma forma de abordar los temas, de manera sombría, cantándole al desamor, la pena, la muerte, el infortunio. Solo que en esta ocasión, el compositor, pianista e intérprete son una misma persona, un tal Rufus Wainwright, musicazo que muestra sus propios tormentos en el corazón del siglo XXI mediante un tour de force anacrónico que no encaja en ninguna de las tendencias modernas de la música pop y al que, para darle una crítica alturada, debe mirarse desde una perspectiva mucho más amplia. Mención aparte merecen el diseño y la caligrafía del CD y del vinilo. Puede tratarse, fácil y largamente, del mejor álbum de la década.


Por Daniel Ágreda Sánchez

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