Es
difícil decir cuándo un disco es mejor que otro, especialmente porque en la
actualidad los mejores no son precisamente pocos. A veces el criterio depende
de la novedad y el riesgo, como pudo ser el caso de Andrew M. Pisanu el año
pasado, quien sorprendió con un disco completamente inesperado para quien no despuntaba mucho entre el montón. Otra veces se
considera la trayectoria, la prestancia (qué tan bien sonó y sigue sonando un
artista) y, eventualmente el riesgo. Trayectoria y prestancia tienen y tendrán,
por ejemplo, David Bowie, Iggy Pop y Paul McCartney. Pero Robert Plant tiene,
además, ganas de ir más allá, de no seguir haciendo lo mismo de siempre. Con sus casi 70 años,
Plant editará este año "Lullaby And... The Ceaseless Roar" (Nonesuch / Warner Bros., 2014). En él, además de poner el énfasis en las melodías y, en general, en la estructura musical de sus canciones (algo poco usual en músicos de su edad y de su
calibre), podríamos decir que se evidencian sus ganas de seguir experimentando con ritmos, sonoridades, atmósferas e imágenes. Se trata un buen álbum que además se
percibe muy 'cool': Plant no parece haberse despeinado mucho en la realización del álbum y
esto, aunque parezca intrascendente, evidencia que solo se mete al estudio de grabación cuando tiene algo qué
decir y cuando sabe cómo lo va a hacer (sin descuidar la parte comercial del proceso, claro está). ¿Las mejores canciones? ¡Todas! "Lullaby And... The Ceaseless Roar" no está concebido como una
sucesión de éxitos pegajosos sino como una unidad. Hay varios momentos vibrantes a lo
largo de los 11 tracks, pero digamos que "Embrace Another Fall" y "A Stolen
Kiss" podrían estar entre lo mejorcito, pero decir que son los puntos más altos sería injusto con el resto de los temas.
Tal vez no se trate de su mejor
disco solista, pero estuvo muy cerca de serlo y si no lo fue, es porque Plant tiene muy alta su propia valla. Y tal vez no se trate del mejor disco del año, pero también estuvo cerca. Y bueno... menos no podíamos esperar de uno de los pilares de Led Zeppelin, pero de todas maneras emociona saber que el oficio y la calidad se mantienen, y que los estándares se superan.
El álbum puede ser escuchado, tema por tema, en este link. Y desde el 9 de septiembre estará disponible en Amazon y en iTunes.
La muerte
siempre es una posibilidad y es la única certeza. La respetamos, le tememos (o
tal vez ya no, según como nos haya ido en la vida) y siempre la queremos lejos
de casa. Y algunos de nosotros solo la toleramos cuando se trata de obras de
arte que la abordan como eje temático.
En su álbum
debut para el sello discográfico BIS, la
apuesta del Sitkovetsky Trio (formado
en Gran Bretaña en 2007) tiene, precisamente, como tema transversal la muerte,
o más bien la situación del ser humano frente a ella. Las tres obras que integran el
álbum “Dvořák, Smetana & Suk: Piano Trios” giran en torno a la muerte de seres
queridos por compositores cuya producción se caracteriza por la facilidad
con que transmiten sus sentimientos mediante sus trabajos.
Alexander Sitkovetsky (violín),
Leonard Elschenbroich (cello)
y Wu Qian (piano) arremeten con un
disco consagrado a dos monstruos de la música, Antonín Dvořák
y Bedřich Smetana,
y cierran la travesía con una adaptación para trío de Josef Suk (el
abuelo), nada menos que la “Elegía (bajo la influencia del poema épico ‘Vyšehradu’
de Zeyer) para violín, cello, cuarteto de cuerdas, armonio y arpa, Op.23”
(1902). El pomposo nombre da cuenta, más o menos, de la carga emotiva de la
pieza. De Dvořák nos ofrecen el Trío para piano No. 3 en Fa menor y de Smetana, el trío para piano en Sol menor.
Los Sitkovetsky
(apellido que aparece una y otra vez cuando se trata de violinistas) se
formaron en 2007, en el Yehudi Menuhin School. Desde entonces han ganado importantes premios casi cada año,
mientras sus integrantes mantienen vivas sendas carreras solistas, todas muy
celebradas pese a (o a propósito de) su juventud.
De la muerte a la vida
Usualmente
con las grabaciones de música clásica sucede una de dos cosas. O bien la interpretación
carece de personalidad y nos deja escuchar las composiciones apenas por la
superficie (digamos, con más o menos el mismo efecto que una versión en midi) o
bien los intérpretes le ponen su sello personal para convertir la obra y
convertirse ellos mismos en un vehículo expresivo. Personalmente, prefiero y
por mucho a los de la segunda estirpe.
Sitkovetsky
Trio, precisamente, le impone un sello muy particular a las obras que
interpreta en este álbum. No las lleva por el lado sombrío porque, entre otras
cosas, las composiciones en sí mismas no son perpetuamente oscuras y algunos de
sus pasajes demandan cierta pericia en la ejecución que difícilmente podríamos
relacionar con sentimientos apesadumbrados. A cambio, le ponen punche en aquello
donde tiene que ir, sin miedo a lindar con lo festivo cuando la música se
desborda en belleza y velocidad. El resultado es, más bien, épico pero en el
sentido shakesperiano: el hombre contra su destino, en una lucha perpetua que
evidentemente perderá en algún momento pero no sin dar batalla. Esto es lo que
queda claro, por ejemplo, en la interpretación de la obra de Dvořák, escrita en
algún momento entre el padecimiento de terribles enfermedades y las casi
inmediatas muertes de su madre y de su gran amigo Smetana.
Con
Smetana, más bien, el trío baja las revoluciones y el piano, que tiene la voz
cantante, parece bajar al llano y dialogar con el cello y el violín. La exposición
de los temas queda tan clara que casi podría decirse que se trata de una obra narrativa.
Se supone que atendemos a la exposición de la impotencia y la resignación de un
padre al perder a una de sus pequeñas hijas; es así como escuchamos en el piano
el sonido de la personalidad (prístina y bella) de la niña, la tristeza de los padres
en el violín y la presencia de la muerte amenazante en las melodías del cello. Sin
ser música descriptiva, todo encaja tan bien que, conociendo la historia en
torno a este trío para piano, es imposible que no se nos escape por ahí alguna
lágrima al escucharlo, especialmente en las notas fúnebres que forman parte del
final del segundo movimiento.
Lo de Suk
viene por una onda menos dramática; la elegía se la compuso al fallecimiento de
un amigo, el escritor JuliusZeyer, con quien trabajó en reiteradas oportunidades musicalizando sus
obras teatrales. Cuenta la historia que la pieza excedió la calidad de lo que se supone
tendría que ser un tema para acompañar un funeral, a tal punto que es casi un
obligado en los funerales célebres por tierras checas y aledañas en su versión
para trío con piano. Y con ella, Sitkovetsky Trio opta por el lirismo
interpretativo, como queriendo acompañar en voz baja las oraciones y
reflexiones de los deudos. Esto, evidentemente, contrasta con las interpretaciones
de las piezas previas, convirtiéndose en un excelente cierre del disco.
¿Cuáles son las diferencias entre un violín
y una viola? Pues que la viola arde más tiempo, que en la viola cabe más
cerveza y que el violín puede afinarse.
¿Cual es la diferencia entre un trampolín y
una viola? Pues que hay que quitarse los zapatos antes de saltar sobre un
trampolín.
¿En qué se parece un rayo a los dedos de un
viola? En que ninguno de los dos cae dos veces en el mismo lugar.
¿En qué se parece una bomba a un solo de
viola? En que cuando ya los escuchaste es demasiado tarde para remediarlo.
¿Por qué a los violas no les gusta el Kama
Sutra? Porque no pueden con más de dos o tres posiciones.
Para ver más chistes crueles sobre violas haga click aquí.
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Maxim Rysanov
J.S. Bach: Suites
Nos. 2, 3, 6
BIS, 2014
La viola no es un instrumento muy popular en el mundo de la música clásica. No puede
competir con el protagonismo histérico del violín (mejor dicho, con el de los
violinistas), mucho menos con la furibunda sensualidad del cello… y del piano
ya mejor ni hablemos. Hasta el clarinete ha tenido mejor suerte en estos años, con la
incursión del clan Ottensamer (y, específicamente, con el debut discográfico de
Andreas). Ni mencionemos la diversidad de formas en que un director de orquesta puede, batuta
en mano, meterse al respetable en cualquiera de sus bolsillos con unos cuantos
movimientos y ademanes. Y sobre los cantantes… ay, los cantantes: del escote de Elīna Garanča a las
miradas seductoras del niño bueno de Jonas Kaufmann, pasando por el carisma de la Lemieux,
la energía de la Damrau, el sex Apple de Pape, el hechizo de Domingo… definitivamente, optar por la viola es tener la vocación con un perfil muy bajo.
Y sin
embargo, existen. Existen e interpretan composiciones para viola, arreglos oficiales de obras
para violas y experimentos interesantes para dicho instrumento. Es que los
violas están ahí, y no son pocos quienes han dejado huella en el mundo de la
música: William Primrose (Glasgow, 23 de agosto de 1904 - Utah,
1 de mayo de 1982) está considerado el mejor violista de todos los tiempos
(aunque los violas más eruditos dicen que solo sería el de su tiempo) y destacó con un
repertorio no precisamente escaso. Discípulo de Primrose fue Joseph dePasquale (Filadelfia, 1919), por nombrar otro célebre violista. Hay muchos más, pero en tanto que no son muy
conocidos, no sería muy pertinente hablar de ellos en estas líneas.
Recientemente,
viene destacando el joven violista ucraniano Maxim Rysanov, quien acaba de
lanzar hace poco más de un mes el segundo volumen de sus versiones de las suites para
cello de J. S. Bach, en arreglos de Simon Rowland-Jones.
Las suites
Rysanov
tiene todo lo que puede necesitar un músico contemporáneo para destacar: el talento,
el 'look', la inquietud por lo experimental y la evidente dedicación para
enfrentar partituras de dimensiones míticas como las suites para cello. También es un
buen director de orquesta y en ambas facetas ha tocado con medio mundo hasta la fecha
(sería ocioso mencionar su currículum, para información más detallada mejor
visiten la web oficial).
Las
suites para cello de J. S. Bach no son poca cosa en ninguna de sus adaptaciones. En un primer momento fueron
consideradas un mero grupo de ejercicios para el estudio del instrumento y no fue
hasta que Pau Casals les devolvió su lugar como obras artísticas por mérito propio,
allá por las primeras décadas del siglo XX, que el mundo abrió los ojos y los
oídos a este conjunto de bellísimas obras de arte.
Fruto de
su tiempo, las suites (en general y para instrumentos solistas en particular) tomaron
su forma definitiva con sangre, sudor y lágrimas, entre la revisión académica
de ciertos postulados teóricos musicales y la revuelta social por las guerras
del siglo XVII, que enfrentaron juntos y alborotados a polacos, españoles, alemanes,
italianos, ingleses, daneses y franceses. Las suites, finalmente, son piezas
para la danza (para bailar, más precisamente) aunque en el siglo XXI pocos sean
quienes puedan encontrarle el saoco; sin embargo, un oído medianamente
entrenado y una mente medianamente libre de prejuicios detectarán el sonido festivo y
difícilmente se resistirán a mover cuando menos una patita al compás de la Sarabande o del resto de danzas provenientes
de las nacionalidades antes mencionadas.
J. S. Bach,
como se sabe, fue un experto en las “recicladas” musicales, del material propio
y del ajeno, aunque en su defensa diremos que era una costumbre heredada del Renacimiento
y el Medioevo, cuando los derechos de autor no estaban en la mira de ningún
compositor e incluso el mismo concepto de "compositor" no significaba lo mismo que
para nosotros, así que difícilmente podríamos achacarle plagios. Hay que meterse
en la cabeza y en la época de Bach… pero no tanto, que no se sabe cuánto de descaro
hubo o no en sus "recicladas". Decimos esto porque no sabemos cuánto de propio o de inédito hay en estas obras suyas... como en todas las demás.
Del cello a la viola
Primer volumen, editado en 2010.
Rysanov
es ucraniano, y como tal es difícil que pueda desligarse de la influencia de la escuela rusa en que se formó, la cual transforma en
romántico (o nacionalista) todo lo que toca. Por otro lado, también ha intercambiado experiencias en diversas ciudades
de Europa (actualmente radica en Londres) y esto le ha permitido entrar en
contacto con la interpretación contemporánea del barroco, con sus revisiones de las partituras
originales y con los instrumentos de época. Su viola es una Giuseppe Guadagnini (1780) y entre sus arcos cuenta con un Hill & Bernard y un Alfred Lamy (ambos utilizados en estas grabaciones).
Pues
bien… dicho esto, lo que se evidencia en las interpretaciones de estas suites es, precisamente, la amalgama entre la escuela rusa y los aprendizajes sobre barroco (el mismo Rysanov da cuenta de esto en sus comentarios sobre las grabaciones, señalando que le costó dejar de tocar a Bach pesadamente, con mucho sostenuto y exceso de vibrato). Por lo demás, es poco lo que puede añadirse a esta buena performance.
Segundo volumen (BIS, 2014).
Han
pasado cuatro años desde su primera entrega de las suites (BIS, 2010) y se hace evidente la
evolución en cuestiones como la seguridad y la confianza con que aborda esta vez cada suite,
lindando con la desfachatez en el buen sentido de la palabra, apropiándose de ellas, asumiendo y aprovechando la especificidad del sonido de la viola a diferencia del cello sin temerle a las malditas comparaciones; de hecho, la suite No.
6 mantiene la tonalidad original de Re mayor. Lo interesante es que, como las violas poseen un registro aparentemente a medio camino
entre los agudos del cello y los graves del violín, se hace cómodo para el oyente
enfrentarse a la incertidumbre del resultado: no suena como un cello, de hecho le quita el tono lúgubre de los graves, pero tampoco cae en la (a veces insoportable) belleza del sonido del violín. Estas suites tienen su propia personalidad. Y como es poco común escuchar
violas en el protagónico y a solas contra el mundo, el simple hecho de
descubrir el particular sonido del instrumento, con su belleza y su sentimiento propios, garantiza el disfrute de la
grabación.
Sobre la
interpretación, si debe serse objetivos, solo cabría mencionar que las dificultades técnicas, especialmente
las de la suite No. 6, se hacen un poco evidentes no en cuanto a la ocurrencia de
errores sino a la forma como el sentimiento se diluye un poco en aras de la
perfección interpretativa. A diferencia, por ejemplo, de la No. 2, en que el
timbre de la viola es un crisol de emociones (justamente, esa suite es la que
interpreta con un arco diferente, el Hill & Bernard, y como bien apunta el intérprete, sin un apoyo para el hombro). A diferencia del primer volumen, el
estilo romántico ya no se filtra entre los esfuerzos de Rysanov por procurarse
barroco, más bien aparece como acento delicado en esta revisión del estilo barroco… y esto no necesariamente es malo (ni bueno, queda a gusto del oyente).
La
grabación de este disco se realizó entre junio de 2012 y mayo de 2013, aunque de manera intermitente. Este lapso de tiempo demuestra que Rysanov se tomó
las cosas con calma, considerando además los años que separan este álbum del
primero.
El sonido de la grabación estuvo a cargo nuevamente de Hans Kipfer y Marion Schwebel, mientras que la producción ejecutiva corrió a cargo de Robert Stuff. Las traducciones de los textos al inglés, francés y alemán parecen correctas, así como correctísima resulta ser la fotografía de portada: el disco se ve como suena y transmite el espíritu que subyace tras las interpretaciones. En suma, se trata de un álbum muy bueno cuyo único punto en
contra tal vez sea el hecho de que el texto del folleto repite la misma información
sobre las suites y sobre Bach que el primer volumen, aunque el mensaje al oyente por parte de Rysanov sí es diferente y da cuenta de los progresos en sus estudios de estas obras. En general,
se debió aprovechar para adicionar ideas, historias, chismes… esto no ayuda
mucho a quienes aún no se deciden entre apostar por un original y una copia
pirata, pero también es cierto que quienes se aventuren a escuchar esta revisión para viola de las suite probablemente sepan bastante más sobre el tema de lo que pueda ofrecerles un texto de ocho carillas. En la página de All Music puede escucharse algunos fragmentos del disco. Ahora, si viven en Perú, pueden contactarse con el distribuidor exclusivo de BIS: la tienda Palco (aquí el link al Facebook y al Twitter), donde encontrarán ambos volúmenes. O, si no pueden esperar, también los encuentran en iTunes.