jueves, 1 de mayo de 2014

Bach, del cello a la viola y sin quemarse el pan

Chistes crueles sobre violas:
  1. ¿Cuáles son las diferencias entre un violín y una viola? Pues que la viola arde más tiempo, que en la viola cabe más cerveza y que el violín puede afinarse.
  2. ¿Cual es la diferencia entre un trampolín y una viola? Pues que hay que quitarse los zapatos antes de saltar sobre un trampolín.
  3. ¿En qué se parece un rayo a los dedos de un viola? En que ninguno de los dos cae dos veces en el mismo lugar.
  4. ¿En qué se parece una bomba a un solo de viola? En que cuando ya los escuchaste es demasiado tarde para remediarlo.
  5. ¿Por qué a los violas no les gusta el Kama Sutra? Porque no pueden con más de dos o tres posiciones.

Para ver más chistes crueles sobre violas haga click aquí.

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Maxim Rysanov
J.S. Bach: Suites Nos. 2, 3, 6
BIS, 2014


La viola no es un instrumento muy popular en el mundo de la música clásica. No puede competir con el protagonismo histérico del violín (mejor dicho, con el de los violinistas), mucho menos con la furibunda sensualidad del cello… y del piano ya mejor ni hablemos. Hasta el clarinete ha tenido mejor suerte en estos años, con la incursión del clan Ottensamer (y, específicamente, con el debut discográfico de Andreas). Ni mencionemos la diversidad de formas en que un director de orquesta puede, batuta en mano, meterse al respetable en cualquiera de sus bolsillos con unos cuantos movimientos y ademanes. Y sobre los cantantes… ay, los cantantes: del escote de Elīna Garanča a las miradas seductoras del niño bueno de Jonas Kaufmann, pasando por el carisma de la Lemieux, la energía de la Damrau, el sex Apple de Pape, el hechizo de Domingo… definitivamente, optar por la viola es tener la vocación con un perfil muy bajo. 

Maxim Rysanov (http://www.auditoriomigueldelibes.com)
Y sin embargo, existen. Existen e interpretan composiciones para viola, arreglos oficiales de obras para violas y experimentos interesantes para dicho instrumento. Es que los violas están ahí, y no son pocos quienes han dejado huella en el mundo de la música: William Primrose (Glasgow, 23 de agosto de 1904 - Utah, 1 de mayo de 1982) está considerado el mejor violista de todos los tiempos (aunque los violas más eruditos dicen que solo sería el de su tiempo) y destacó con un repertorio no precisamente escaso. Discípulo de Primrose fue Joseph dePasquale (Filadelfia, 1919), por nombrar otro célebre violista. Hay muchos más, pero en tanto que no son muy conocidos, no sería muy pertinente hablar de ellos en estas líneas.

Recientemente, viene destacando el joven violista ucraniano Maxim Rysanov, quien acaba de lanzar hace poco más de un mes el segundo volumen de sus versiones de las suites para cello de J. S. Bach, en arreglos de Simon Rowland-Jones.

Las suites 

Rysanov tiene todo lo que puede necesitar un músico contemporáneo para destacar: el talento, el 'look', la inquietud por lo experimental y la evidente dedicación para enfrentar partituras de dimensiones míticas como las suites para cello. También es un buen director de orquesta y en ambas facetas ha tocado con medio mundo hasta la fecha (sería ocioso mencionar su currículum, para información más detallada mejor visiten la web oficial).

Las suites para cello de J. S. Bach no son poca cosa en ninguna de sus adaptaciones. En un primer momento fueron consideradas un mero grupo de ejercicios para el estudio del instrumento y no fue hasta que Pau Casals les devolvió su lugar como obras artísticas por mérito propio, allá por las primeras décadas del siglo XX, que el mundo abrió los ojos y los oídos a este conjunto de bellísimas obras de arte.


Fruto de su tiempo, las suites (en general y para instrumentos solistas en particular) tomaron su forma definitiva con sangre, sudor y lágrimas, entre la revisión académica de ciertos postulados teóricos musicales y la revuelta social por las guerras del siglo XVII, que enfrentaron juntos y alborotados a polacos, españoles, alemanes, italianos, ingleses, daneses y franceses. Las suites, finalmente, son piezas para la danza (para bailar, más precisamente) aunque en el siglo XXI pocos sean quienes puedan encontrarle el saoco; sin embargo, un oído medianamente entrenado y una mente medianamente libre de prejuicios detectarán el sonido festivo y difícilmente se resistirán a mover cuando menos una patita al compás de la Sarabande o del resto de danzas provenientes de las nacionalidades antes mencionadas.

J. S. Bach, como se sabe, fue un experto en las “recicladas” musicales, del material propio y del ajeno, aunque en su defensa diremos que era una costumbre heredada del Renacimiento y el Medioevo, cuando los derechos de autor no estaban en la mira de ningún compositor e incluso el mismo concepto de "compositor" no significaba lo mismo que para nosotros, así que difícilmente podríamos achacarle plagios. Hay que meterse en la cabeza y en la época de Bach… pero no tanto, que no se sabe cuánto de descaro hubo o no en sus "recicladas". Decimos esto porque no sabemos cuánto de propio o de inédito hay en estas obras suyas... como en todas las demás.

Del cello a la viola

Primer volumen, editado en 2010.
Rysanov es ucraniano, y como tal es difícil que pueda desligarse de la influencia de la escuela rusa en que se formó, la cual transforma en romántico (o nacionalista) todo lo que toca. Por otro lado, también ha intercambiado experiencias en diversas ciudades de Europa (actualmente radica en Londres) y esto le ha permitido entrar en contacto con la interpretación contemporánea del barroco, con sus revisiones de las partituras originales y con los instrumentos de época. Su viola es una Giuseppe Guadagnini (1780) y entre sus arcos cuenta con un Hill & Bernard y un Alfred Lamy (ambos utilizados en estas grabaciones).

Pues bien… dicho esto, lo que se evidencia en las interpretaciones de estas suites es, precisamente, la amalgama entre la escuela rusa y los aprendizajes sobre barroco (el mismo Rysanov da cuenta de esto en sus comentarios sobre las grabaciones, señalando que le costó dejar de tocar a Bach pesadamente, con mucho sostenuto y exceso de vibrato). Por lo demás, es poco lo que puede añadirse a esta buena performance.

Segundo volumen (BIS, 2014).
Han pasado cuatro años desde su primera entrega de las suites (BIS, 2010) y se hace evidente la evolución en cuestiones como la seguridad y la confianza con que aborda esta vez cada suite, lindando con la desfachatez en el buen sentido de la palabra, apropiándose de ellas, asumiendo y aprovechando la especificidad del sonido de la viola a diferencia del cello sin temerle a las malditas comparaciones; de hecho, la suite No. 6 mantiene la tonalidad original de Re mayor. Lo interesante es que, como las violas poseen un registro aparentemente a medio camino entre los agudos del cello y los graves del violín, se hace cómodo para el oyente enfrentarse a la incertidumbre del resultado: no suena como un cello, de hecho le quita el tono lúgubre de los graves, pero tampoco cae en la (a veces insoportable) belleza del sonido del violín. Estas suites tienen su propia personalidad. Y como es poco común escuchar violas en el protagónico y a solas contra el mundo, el simple hecho de descubrir el particular sonido del instrumento, con su belleza y su sentimiento propios, garantiza el disfrute de la grabación.

Sobre la interpretación, si debe serse objetivos, solo cabría mencionar que las dificultades técnicas, especialmente las de la suite No. 6, se hacen un poco evidentes no en cuanto a la ocurrencia de errores sino a la forma como el sentimiento se diluye un poco en aras de la perfección interpretativa. A diferencia, por ejemplo, de la No. 2, en que el timbre de la viola es un crisol de emociones (justamente, esa suite es la que interpreta con un arco diferente, el Hill & Bernard, y como bien apunta el intérprete, sin un apoyo para el hombro). A diferencia del primer volumen, el estilo romántico ya no se filtra entre los esfuerzos de Rysanov por procurarse barroco, más bien aparece como acento delicado en esta revisión del estilo barroco… y esto no necesariamente es malo (ni bueno, queda a gusto del oyente).

La grabación de este disco se realizó entre junio de 2012 y mayo de 2013, aunque de manera intermitente. Este lapso de tiempo demuestra que Rysanov se tomó las cosas con calma, considerando además los años que separan este álbum del primero.

El sonido de la grabación estuvo a cargo nuevamente de Hans Kipfer y Marion Schwebel, mientras que la producción ejecutiva corrió a cargo de Robert Stuff. Las traducciones de los textos al inglés, francés y alemán parecen correctas, así como correctísima resulta ser la fotografía de portada: el disco se ve como suena y transmite el espíritu que subyace tras las interpretaciones. En suma, se trata de un álbum muy bueno cuyo único punto en contra tal vez sea el hecho de que el texto del folleto repite la misma información sobre las suites y sobre Bach que el primer volumen, aunque el mensaje al oyente por parte de Rysanov sí es diferente y da cuenta de los progresos en sus estudios de estas obras. En general, se debió aprovechar para adicionar ideas, historias, chismes… esto no ayuda mucho a quienes aún no se deciden entre apostar por un original y una copia pirata, pero también es cierto que quienes se aventuren a escuchar esta revisión para viola de las suite probablemente sepan bastante más sobre el tema de lo que pueda ofrecerles un texto de ocho carillas. 

En la página de All Music puede escucharse algunos fragmentos del disco. Ahora, si viven en Perú, pueden contactarse con el distribuidor exclusivo de BIS: la tienda Palco (aquí el link al Facebook y al Twitter), donde encontrarán ambos volúmenes. O, si no pueden esperar, también los encuentran en iTunes.


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