miércoles, 11 de enero de 2012

Andrew Bird: El (verdadero) sonido del mundo

Andrew Bird suena calientito, preciso para el invierno limeño. Cálido, pero además elegante y muy familiar. Debe ser por la textura de su violín multitrack, siempre en registro medio, un viejo artilugio para jugar a las armonías complejas que no lo son en realidad.

O tal vez sea su voz, expresiva pero sin aspavientos. O sus amables melodías, las de sus canciones y de sus temas instrumentales que beben de todos los géneros y épocas imaginables. Tiene de The Beatles y de cualquier grupo folclórico balcánico, sudamericano o europeo; tiene de cumbia y de expresionismo francés. Como sea, la cuestión es que siempre se las arregla para sonar familiar, amable, buena onda. Puede funcionar para el sosiego o para sustituir un rudo golpe de café.

Dice ser un violinista, cantautor y silbador profesional que ha gateado desde el método Suzuki hasta obtener un bachillerato en violín por la Northwestern University, nada menos. Ciertamente, consta el registro de esta travesía en su primera placa, “Music of Hair” (1996) y ese mismo año, con 23 a cuestas, se alista en la Squirrel Nut Zippers, con la misión de reforzar su sonido mitad lounge y mitad Django Reinhardt (con todo lo que pueda sonar en el medio).

En paralelo revisita el folk, el jazz y el swing de las décadas de 1920 y 1930 con la Andrew Bird's Bowl of Fire, editando tres trabajos (el más celebrado, “The Swimming Hour”, de 2001). En paralelo, también se hace miembro del combo de jazz Kevin O'Donnells Quality Six.

Y luego de todo esto, hacia 2003, Bird decide acercarse más bien a todas las tendencias modernas y sonar como suena actualmente.

Se aleja de la música de principios del siglo XX y se moderniza y globaliza casi de golpe. Reemplaza a su banda consigo mismo, convirtiéndose en multiinstrumentista, recurriendo a los samples y demás artificios que le dan un sonido propio y a la vez lo hermanan con otros artistas indie.

De aquí en adelante, la música de Andrew Bird se impregna de la calidez de lo familiar. No es disparatado decir que en “Banking on a Myth” (del álbum “The Mysterious production of Eggs”, 2005), un oído promedio de este lado del planeta podría reconocer una sutil influencia afroperuana… o reconocer melodías altoandinas en varios tracks del “Useless Criatures” (2009). Para otros serán aires del Mediterráneo español o melodías noreuropeas; quizás ritmos turcos y hasta armonías japonesas. Todo serenamente arropado en vaivenes electrónicos de bajas revoluciones y envuelto en una atmósfera acústica no obstante lo anteriormente mencionado.

Por esta época, empieza a estudiar la guitarra como compañera de expresión y composición, y su aprendizaje queda plasmado en “The Mysterious production of Eggs”. En 2007, con “Armchair Apocrypha”, es acogido por el gran público y su carrera deja de ser una incógnita, apareciendo en varios programas de televisión y trepando hasta el nada desdeñable puesto 76 del Bilboard.


Bird continúa perfeccionando en su laboratorio la fusión entre lo acústico y lo electrónico. Presenta “Noble Beast” (2009), con un hit bajo el brazo (“Oh no”), siguiendo la senda del éxito que Sufjan Stevens y otros trovadores personalísimos recorrieran previamente, logrando una mayor presencia en los charts (N° 12 del Bilboard 200, Nº 3 de los álbumes de rock y N° 1 de los independientes).

Las canciones del “Noble Beast” vienen acompañadas por los instrumentales del “Useless Criatures”, tal vez lo más logrado de su producción.

Andrew Bird ha cosechado, en su recorrido, de todas las raíces probables. Su música es un buen ejemplo de honesta globalización; ha conseguido con naturalidad lo que otros buscan desesperadamente. Y eso, en los tiempos que corren, no es poca cosa.



Discografía

Con Bowl of Fire:



Solista:


En directo:
Serie “Fingerlings” 1-4 (2002, 2004, 2006 y 2010)
Live at Bonnaroo Music Festival (2006–EP)
Live In Montreal (2008)

Por Daniel Ágreda Sánchez
(Publicado en la Edición 32 de la Revista Phantom Setiembre/Octubre de 2011)

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