jueves, 19 de diciembre de 2013

Cómo ser “una mujer que canta” y no morir en el intento

Con un disco nominado al Grammy Latino 2013, Albita Rodríguez regresó a la vertiente comercial de la música latina luego de algunos años dedicados a la investigación y el rescate de las raíces más profundas de la cubanía.


Si este artículo estuviese basado en una entrevista con Albita Rodríguez (La Habana, 1962), los tópicos tabú y la discreción serían leitmotiv. A ella no le gusta hablar de su pasado militante en la isla, del que poco se sabe porque, valgan verdades, mientras estuvo allá su carrera artística nunca fue, precisamente, la gran cosa; sus compañeros músicos la miraban muy por encima del hombro pues el talento no parecía desbordársele. Al menos eso es lo que dicen ahora, precisamente, sus compañeros músicos…

Otro tema tabú tiene que ver con su orientación sexual, secreto con el que juega permanentemente. Incluso al editar su primer disco en EEUU trató de explotar la ambigüedad de su apariencia andrógina pero, al parecer, algún asistente de imagen le recomendó dar marcha atrás, censurando incluso escenas del videoclip de “Qué manera de quererte” y presentándose híperfemenina en el de “El chico chévere”.

Aclaremos que ni el arte ni el talento dependen de con quién te acuestas ni a quién le vas políticamente hablando, pero asegurarse el éxito en EEUU sí. Por lo tanto, al llegar a Miami, Albita tuvo que alinear su discurso político con el de los disidentes; aunque, valgan verdades, es muy probable que lo haya hecho de corazón: en la década de 1980 la realidad cubana había llegado a un pico insoportable de escasez y persecuciones. Los Estefan se ofrecieron a cincelarle la carrera así que no podía andarse con medias tintas; ella tenía el talento, la voz y el carisma que nunca tuvo Gloria, así que Emilio debía procurar que, una vez famosa, Albita se hiciera su portavoz.

El largo camino para salir de casa

Albita salió definitivamente de Cuba en 1991, a propósito de una gira con su grupo. Asentada en Colombia y con un contrato de cinco años por cumplir, su situación era la de reinventarse o morir en el intento y, como no le quedaba otra, tuvo que dejar de lado los temas propios y arriar la bandera de la música guajira para izar la del cliché cubano. Así, rastrillando una y otra vez el repertorio de Celina y Reutilio y de La Sonora Matancera, sin querer queriendo se fue entrenando en las diversas claves rítmicas y la performance escénica, y se permitió explorar los registros agudos. Y aún hubo más: pudo tomar contacto con los sintetizadores y las cajas de ritmo, así como con los géneros musicales de otros países junto con aquello que marcó un antes y un después en su carrera: el jazz latino.


Sobre todo esto no hay muchas cosas escritas; Albita no menciona esto en sus entrevistas, tal vez porque no se lo han preguntado aún o quizás porque ella misma no es consciente de su cambio a partir de dichas influencias. Pero esto sí se puede deducir luego de escuchar y analizar su discografía completa, sacando conclusiones, además, a partir de lo que uno ha podido comentar con músicos cubanos que la conocieron, y de contrastar su historia con la de otros artistas en general.

Como sea, la Albita que salió de Cuba ya no era la misma cuando editó “No se parece a nada” (Epic, 1995), “Dicen que…” (1996) y “Una mujer como yo” (1997), una trilogía fundamental que puso en jaque el sonido de la salsa comercial a partir de la incorporación del latinjazz, la música tradicional de Cuba, el regreso a las sesiones de grabación tradicionales (con el grupo completo en el estudio tocando el tema para una única toma, sin regrabar ni superponer pistas) y ese no sé qué propio de Albita que, incluso en la actualidad, le permite siempre presentar un álbum completamente innovador , distinto y superior del que le precede.


Contra los molinos de viento 

Hacia 1997 la carrera de Albita tuvo un traspié. Se especula, porque tampoco hay escritos oficiales de esto, aunque sí abundantes rumores, que ella quiso hacer un disco más personal y sosegado, y que a sus productores no les gustó la idea, y que Albita la peleó hasta morir en su ley. Se dice, además, que el disco llegó a grabarse y que fue congelado (es decir que se prohibió su distribución). Pero la versión oficial da cuenta de una separación amistosa del sello Epic (ya sabemos propiedad de quiénes), además de tres años de silencio hasta la aparición de “Son” (Silva América, 2000).

La Rodríguez, sola contra el mundo, empezaba una cuarta etapa en su carrera (si consideramos que la primera tuvo lugar en Cuba, la segunda en Colombia y la tercera en Miami), mucho más libre y menos comercial, basada en aquello que dejó en ‘stand by’ al salir de La Habana. Retomó la trova en el que tal vez sea su mejor álbum, “Hecho a mano” (Times Square, 2002), una producción 100% acústica que habría retomado el concepto de aquel disco que nunca salió al mercado, para luego incorporar atinadamente el rap y el reguetón en “Albita llegó” (Angel's Dawn Record, 2004; desde entonces, su casa discográfica). Dos producciones en CD/DVD, “Live at the Colony Theatre” (2006) y “Toda una vida” (2010), la posicionaron como una experta en la exposición y fusión de las raíces musicales cubanas. En el ínterin, hizo giras por varios continentes, cimentando su carrera ante diversos públicos y recogiendo influencias de todos los países que visitó (por ejemplo, es evidente que en “Hecho a mano” hay fusiones con tondero y ritmos afroperuanos). Y también ganó premios y reconocimientos, entre ellos varios Grammy. Hasta condujo (o conduce) un programa televisivo.


Sintiéndose libre, libre

Una mujer que canta” (Angel's Dawn Record, 2013) marca, como ya se dijo, el regreso de Albita a una línea un poco más comercial (desde el lanzamiento de “Mis tacones”, en 2009). La salsa impera en todos los temas, lo que evidencia la intención de la cantautora de ponernos a bailar y gozar. Pero también se hacen presentes las consabidas fusiones musicales con rap, jazz, merengue y techno, entre otros, más la incorporación de todo lo aprendido en décadas pasadas. Ahora ella se encuentra en absoluto dominio de su arte y no le debe nada a nadie (“Libre” parece ser el tema que da fe de ello): ya no tiene que construirse una carrera así que no tiene que ocultarnos nada, según escuchamos en “A quién le importa”.


Los puntos fuertes de Albita siempre han sido la poesía, basada en el juego de palabras y en los referentes populares matizados con mucho sentido del humor, y los arreglos vocales. Justamente, en este disco ambos elementos están potenciados e incorporan, además, ciertos tópicos sociales como la migración, el feminismo y la diversidad de género.

De otro lado, artistas como Amaury Gutiérrez la acompañan en “Si no fuera por ti”, Elain Morales en “Caliente” y El Mola en “Libre”. El álbum incluye un homenaje a la música de la región en el meddley “América mía”, experimentos bailables como “I wanna party” y especulaciones más artísticas como “Canto a una sirena”.


En octubre, “Una mujer que canta” consiguió una merecida nominación al Grammy Latino 2013 como mejor álbum de salsa. La competencia fue dura, porque Albita se las vio con artistas de la talla de Víctor Manuelle, Tito Nieves y Gilberto Santa Rosa, y además con una compilación de músicos a cargo de Sergio George (que finalmente se llevó el galardón), pero la nominación en sí misma es una demostración de que Albita se encuentra en plena vigencia artística y sin enemigos, a fuerza de buena onda, carisma y muchísimo trabajo. Y pese a todo lo que evidentemente le costó llegar donde está, o quizás justamente por eso, parece que nadie la moverá de la cima por muchas décadas más.



Por Daniel Ágreda Sánchez
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