martes, 3 de diciembre de 2013

Cecilia Bartoli versus los trapitos sucios de la ópera

Aunque sus detractores se la pongan difícil, Cecilia Bartoli, la mezzosoprano más exitosa de la historia, continúa con su labor musicológica en busca de obras inéditas, compositores olvidados y versiones más que originales de obras consagradas.


El mundo de la ópera puede llegar a ser una buena mierda. Como en todos los otros mundos paralelos del arte, abundan los críticos aferrados a tradiciones (muchas de las cuales no son otra cosa que imposiciones más bien modernas) y que desde sus influyentes tribunas en diarios y revistas, no escatiman adjetivos cuando algún artista empieza a escribir su propia historia más allá de los renglones más mediocres del conservadurismo.

Otra de los críticos: los grandes sellos musicales mueven ingentes cantidades de dinero para comprar las opiniones de reseñistas y críticos, a favor y en contra; esta, y lo sabemos quienes trabajamos en periodismo, es una práctica que también se da en literatura, en cine, en teatro… y en política y en deportes; se le conoce como mermelada.

También hay mafias que contratan personas para que abucheen a las y los cantantes cuando se presentan en escenarios importantes. Y si bien hasta ahora nadie ha sido asesinado (que sepamos), sí tenemos registrados incidentes como la extraña agresión de la que fuera víctima John Boehr a principios del pasado octubre: conocido popularmente como uno de los barítonos más sexys del mundo, a sus 31 años, fue asaltado y golpeado en el rostro hasta ser desfigurado.

Como vemos, puede llegar a ser una verdadera mierda, el mundo de la ópera.

Controversia aplicada

Ella no ha sido víctima de ataques físicos pero sí de críticas malintencionadas, viscerales y evidentemente ‘esponsoreadas’. Claro que será bastante más que difícil tumbarse a Cecilia Bartoli (Roma, 1966): ella es la cantante de ópera que más discos ha vendido en la historia y la que más ganancias ha generado para Decca, sello del cual es artista exclusiva; ingresos por encima de los generados por Luciano Pavarotti.

Bartoli no es conformista y está dispuesta a revolucionarlo todo. En mayo de 2013, por ejemplo, lanzó al mercado una “edición crítica” de “Norma”, la ópera de Bellini, y cuyos aportes fueron: el regreso a la tonalidad original, la interpretación con instrumentos de época según las partituras originales y una mezzosoprano (Bartoli, ¡quién más!) en el rol principal. Todo sustentadísimo en investigaciones propias y ajenas. El resultado suena bastante raro, es cierto, en comparación con las versiones registradas hasta la fecha, pero cuenta con momentos realmente bellos y, claro, con excesos, muchos excesos por todos lados… que hasta cierto punto es el elemento transversal de la ópera; en todo caso, se trata de una “Norma” bastante buena e innovadora.

Los críticos adversos, entonces, acusaron a la Bartoli de 1) elegir un casting poco apropiado y mediocre con el fin de sobresalir ella por encima de los demás, 2) arreglar mediante ‘software’ y ecualizaciones su propia voz (y la de sus supuestamente “limitados” compañeros de canto), y 3) adaptar a su antojo la partitura para poder cantar el papel tradicionalmente consagrado a una soprano. Esto, claro, ornamentado de insultos y otras injurias así como de vaticinios sobre la cercanía del final de su carrera.

En la otra esquina, sus fans (como ella misma dice, tiene “hordas de seguidores”) se deshicieron en elogios que incluso sonrojaron a la mismísima diva, quien ya tiene clarísima su hoja de ruta para los próximos  años, para los que se vienen revisiones bartolinianas de óperas de Rossini y Schubert.



Mission: (no tan) imposible

Años antes, había editado dos de sus discos más controversiales y, a la vez, más exitosos. “Sacrificium” (2009), que traía arias de óperas junto con otros temas escritos por diversos compositores del barroco para voces de ‘castrati’, todas en estreno absoluto. Uno de los motivos por los cuales este disco causó polémica fue que, en el libro que acompañaba al CD, se mostraran fotos de la Bartoli al desnudo posando como estatua con fisonomía masculina, con genitales y sin ellos. “La idea”, dijo la Bartoli en una entrevista, “es que las personas se pregunten por qué les afecta ver a una mujer con cuerpo y genitales masculinos y, sin embargo, no se escandalizan por lo que se le hizo a los ‘castrati’: ellos eran niños a quienes se les sometía a tratamientos horribles con el fin de que pudieran mantener un timbre vocal determinado; eran niños, no adultos que optaban por una reasignación de sexo”. Prácticas que fueron avaladas e incluso promovidas por la misma iglesia católica, que al mismo tiempo las condenaba con pena de muerte.


Con todo, “Sacrificium” hizo que Bartoli ganara su quinto Grammy y la disparó, nuevamente, en ventas. El disco deja claro que se trata de una de las mejores mezzosopranos de la historia, y que además puede llevar su voz (y sus pulmones) a más de un límite sorprendente. En más de un tema uno puede contar casi 40 compases en los que la diva no solo no respira sino que además sostiene notas agudas y se da el gusto de ornamentarlas. La acompañaba Il Giardino Armonico dirigido por Antonioni, con quienes colaboró en otro éxito de ventas también ganador de un Grammy: “TheVivaldi Album” (1997).

Donna Leon y Cecilia Bartoli.
Como consecuencia directa de “Sacrificium” (y de “Opera proibita”, de 2005) llegó “Mission” (2012), un álbum en el que investigaba la vida y obra del enigmático Agostino Steffani (1654-1728): compositor, instrumentista, obispo, político y espía de El Vaticano en diversas ciudades. “Mission” fue furor de ventas tanto por la calidad de la música como por el calibre de las estrellas invitadas (Philippe Jaroussky, entre otros); el disco también motivó la aparición de un ‘best-seller’ literario, de la pluma de Donna Leon, llamado “Las joyas del paraíso”, basado en algunos aspectos no esclarecidos de la vida de Steffani, abordados en clave especulativa. El libro parte de la negativa de El Vaticano a la solicitud de Cecilia Bartoli para acceder a los archivos musicales del compositor que se encuentran guardados en la Santa Sede. ¿Será que esconden algo más que sinfonías, óperas, misas y sonatas? ¿Secretos políticos? ¿Escándalos sexuales? ¿Conspiraciones y asesinatos?

“Mission” y “Sacrificium” tuvieron tal éxito que siguen siendo editados una y otra vez en diversos formatos (incluyendo el vinilo). Este año, la Bartoli publicó en setiembre el “StabatMater” de Steffani; además promovió la grabación de un álbum instrumental con obras del mismo compositor, “Steffani: Danze e Overtures” a cargo de los músicos que siempre la acompañan en su cruzada agostiniana: I Barocchisti, bajo la batuta de Diego Fasoli. Pero el disco no vendió mucho, razón por la cual en noviembre saldrá a la venta un ‘boxset’ que lo incluirá junto con otros discos de la Bartoli (“Mission” entre ellos). 


Una mezzo contra el mundo

Cecilia Bartoli fue abucheada en la Scala en 2012, mientras era dirigida por Daniel Barenboim, nada menos, e interpretaba obras de Händel, Mozart y Rossini (autores con los cuales cimentó su fama). “Es un honor haber sido abucheada en Milán”, señaló a la prensa, con su característico sentido del humor, “a María callas y a Montserrat Caballé le hicieron lo mismo; ya soy su compañera de nómina”. Pero también agregó que “fue un boicot”, uno de los tantos que promueven las mafias de empresas y sellos dedicados al arte de la guerra en la ópera. Ella había recibido semanas atrás el premio Herbert Von Karajan, así que la Scala ese día estaba llena también de fanáticos (y, cuando hablamos de fanáticos de ópera, hablamos de gente que en su fanatismo son la mezcla de un barra brava futbolero y un ‘Little Monster’). Es así que casi se arma una batalla y de las feas entre el ‘loggione’ (la zona de los detractores) y los defensores de la diva. Barenboim y Bartoli tuvieron que parar repetidas veces el recital y hacer callar a ambos bandos… “todo fue muy divertido”, dijo ella. “Pero esta payasada deja de ser divertida si vemos que es el reflejo del legado de Berlusconi en cuanto a políticas culturales”, añadió.

A las pocas semanas obtuvo un éxito rotundo en L’Auditori de Barcelona, “con un público muy joven y entusiasta; me sentí como una estrella del rock”. Ese mismo año, 2012, asumió la dirección artística del festival de Salzburgo de Pentecostés (en Viena), reemplazando a Riccardo Muti y montando como primer número la complicada ópera “Giulio Cesare in Egitto”, de Händel. Así las cosas hasta la fecha, ya sabemos que habrá controversia para rato en la vida y en la obra de la Bartoli.


A ella le gusta ir contra la imagen de la ‘prima donna’ estirada y perfecta, casi divina. Apareció calva y disfrazada de detective en las páginas interiores de “Mission”, desnuda y transexualizada en “Sacrificium” y montando un cohete en una escena de evidentes alusiones fálicas para su versión de “Giulio Cesare in Egitto”.

Esperemos que se mantengan intactos el ímpetu y el espíritu aventurero, siempre fuera de los límites de lo convencional, de esta cantante que impuso el barroco por encima del pop y el rock en los charts europeos (con “The Vivaldi Album” en 1999 y “The SalieriAlbum” en 2003), y que trajo de regreso a la vida a las divas de siglos atrás, como “María Malibran” (2007). Gracias a ella, mucha de la historia de la ópera ha cobrado nueva vigencia. Y ella... pues ella, como dice la siguiente aria, está contenta: 



Por Daniel Ágreda Sánchez
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