martes, 20 de marzo de 2012

Con trompeta y con cajón


El peruano Gabriel Alegría ha descubierto un nuevo género musical, producto de la fusión de lo afroperuano con el jazz. Él y su sexteto llevan más de seis años presentándose con mucho éxito ante el público nacional y extranjero, y hace unas semanas dieron un concierto en nuestra capital, con material inédito que formará parte de su tercer álbum.


Para Occidente, África es a la música lo que Asia a la pintura. La gran revolución ocurrida en nuestra civilización luego del descubrimiento de las artes plásticas del Lejano Oriente solo puede ser comparada con el impacto de la música africana, sus cantos de armonías extrañas y sus ritmos hasta entonces indescifrables. Y fue tal su trascendencia que no solo cambió la música académica sino que además influenció en el arte popular, derivando en géneros tan variados como el blues, el jazz, el rock y la salsa.

Hablando del jazz, según explica Joachim E. Berendt en su libro “El Jazz: de Nueva Orleans al Jazz Rock”, este género  musical fue producto de “la confrontación de los negros con la música europea”, siendo la melodía, la armonía y los arreglos instrumentales propios de occidente mientras que el ritmo, el fraseo y el sonido en general provienen de la conceptualización africana de la música.

Foto: Boris Mercado
Hablando de música afroperuana, esta resulta ser una mezcla de la europea, principalmente de influencia mozárabe (el arte español tras cuatro siglos de dominio árabe de los pueblos norafricanos) y de la música africana que llegó directamente con los esclavos procedentes, en su mayoría, de las etnias bene, yoruba, congo y bantú del corazón del continente.

Y, finalmente, hablando de jazz afroperuano, podemos decir que se trata del encuentro de los elementos comunes de dos vertientes con similar origen, que empieza a trabajarse desde finales del siglo pasado y cuyo principal exponente es el proyecto del trompetista peruano Gabriel Alegría, fundador del Afro-Peruvian Sextet.

Siete conversó con él y con la saxofonista de su grupo, Laura Andrea Leguía, sobre diversos aspectos de su trabajo, que van desde lo técnico hasta lo espiritual; todo cuenta cuando se trata de buena música.

- ¿Por qué fusionar música afroperuana con jazz?

Foto: Boris Mercado 
Gabriel Alegría: El jazz, por tradición, es un género que permite explorar nuevas maneras para expresarse. Nosotros hemos encontrado que existe una simbiosis, una especie de conexión entre los ritmos afroperuanos y del jazz. Es muy fácil encontrar los lugares musicales y espirituales en que ambos géneros se juntan. Como en el tondero que tocamos al inicio del concierto, que tiene una estructura armónica propia del blues, del más puro lenguaje del jazz, pero que de alguna manera se hace uno con el sentimiento del tondero.

Laura Andrea Leguía: Descubrimos esto hace varios años, justamente en una sesión que tuvimos aquí, en el Jazz Zone. Recuerdo que alguien trajo un cajón y cuando tocábamos “Footprint”, de Wayne Shorter, que tiene un ritmo de 6/4, de pronto se transformó en un landó. Luego “Caravan”, de Duke Ellington, que va a 2/8, se convirtió en un festejo. “Summertime”, de Gershwin, también terminó en landó… No es que hayamos decidido primero lo de hacer jazz afroperuano. Las cosas se dieron naturalmente.

- ¿Por qué no experimentar con la música andina, por ejemplo? También tiene mucha riqueza rítmica, al punto de resultar compleja y hasta agresiva para los oídos occidentales…

GA: La música andina, como el huayno, es pentatónica y llama a ciertos colores que, en mi experiencia, no resultan compatibles como el jazz tradicional que nosotros utilizamos como inspiración. He escuchado proyectos donde se usan elementos de la música andina y del jazz, pero el resultado es siempre world music. Para que el jazz suene a jazz, debe tener necesariamente la experiencia armónica del blues, la armonía funcional que te lleva de un lugar a otro. Esto no está presente ni en la world music ni en la música andina.

Foto: Boris Mercado 
LAL: Creo que desde que aparecieron los músicos de jazz en el Perú, se intentó hacer trabajar con la música afroperuana y no con la andina… o sea, hay intentos muy buenos pero no son propiamente jazz. Mucho antes que nosotros estuvo Richie Zellon, Los Hijos del Sol y Perú Jazz.

GA: Para mí, fusionar jazz con música andina sería mezclar elementos que no necesariamente están llamados a combinarse. Yo soy fanático de la música andina y la encuentro muy rica en cuanto a ritmos y armonías. De hecho, cuando vamos al Cuzco siempre nos juntamos con grupos de allá, para sentir su energía musical, que es una experiencia interesantísima y muy profunda.

- ¿Sienten que hemos llegado un poco tarde a la fusión de lo afroperuano con el jazz? Los cubanos y los brasileños empezaron hace más de 60 años fusionando su propia música con el jazz…

LAL: Es cierto. Hemos conversado mucho sobre el porqué y no hemos llegado a una respuesta que nos satisfaga. Personalmente, creo que no tengo la edad para comparar la experiencia de estos países con la nuestra, pero asumo que las coyunturas políticas y socioeconómicas peruanas influyeron para que el jazz no tenga un contacto importante con otros géneros.

GA: La experiencia en otros países fue diferente. En el caso de Cuba, fue Dizzy Gillespie quien llegó a la isla, encontró una tremenda riqueza musical y se llevó la experiencia a Nueva York, poniendo la semilla de lo que hoy conocemos como latin jazz. Stan Getz hizo algo parecido en Brasil. En la época en que el jazz era muy agresivo, armónicamente hablando, como con John Coltrane, Getz descubrió el bossa nova y el público, que buscaba algo más fresco y llevadero simplemente enloqueció.

Foto: Boris Mercado 
LAL: Para el caso peruano, Wendor Salgado opina que no tuvimos una industria musical tan fuerte como la cubana o la brasileña… finalmente la música se vuelve popular porque a alguien le resulta rentable. Alguien que toca para cien personas no genera una tendencia muy importante, pero si este mismo músico puede conectarse con millones de personas, la cosa cambia.

GA: Hace unos días conversábamos sobre este tema: ¿por qué en Perú no se le había ocurrido a nadie la idea de hacer esta fusión? Nuestra conclusión fue que la música afroperuana no ha estado en el mapa sino hasta la década de 1950. Luego vino Velasco, en 1970, época en que Nicomedes y Victoria Santa Cruz popularizaron las décimas, el landó y el festejo. En 1980 vinieron los primeros intentos, como Los Hijos del Sol, pero ellos no eran jazz sino world music. Aclaro que a mí me gustan mucho y soy uno de sus mayores fanáticos, pero lo cierto es que ellos no tenían al blues como elemento expresivo y en sus temas no había armonías funcionales que llevaran de un lado a otro la historia armónica; más bien, ellos trabajaban con armonías modales y sonoridades largas. En el jazz, los acordes se suceden a toda velocidad.

LAL: Bueno… jazz o world music… es muy difícil etiquetar la música. Louis Armstrong dijo algo muy cierto y bonito: “solo hay dos tipos de música: la buena y la mala”. Los Hijos del Sol son buenos; tal vez no sean jazz sino una especie de rock progresivo… qué sé yo, preferimos que sean los periodistas quienes pongan las etiquetas, je je.

- La propuesta de jazz afroperuano suena bastante agresiva, en el buen sentido de la palabra.

Foto: Boris Mercado 
GA: Tal vez el adjetivo exacto sea intenso en vez de agresivo. Y sí… esa es la característica de nuestro grupo en el ámbito internacional. Es distinto tocar en Lima, donde todos conocen la música peruana pero no tanto el jazz, que tocar en el extranjero, donde todos saben de jazz pero ignoran el elemento peruano. De hecho, en otros países el público vive nuestra música y no tiene tiempo para filosofar sobre cuestiones técnicas musicales; no les damos ese espacio. Somos un grupo de jazz con espíritu de peña. Nosotros grabamos nuestros discos en Estados Unidos por cuestiones de infraestructura, y siempre tenemos que ser muy claros con las instrucciones para que no borren elementos como el guapeo, por ejemplo. Este no solo tiene que estar presente sino que además debe ir en primer plano.

Foto: Boris Mercado 
- Al margen de no anular el guapeo, que es algo que puede aprenderse, ¿se necesita alguna sensibilidad especial para ser ingeniero de sonido de un grupo de jazz afroperuano? 

GA: Sí, claro. Por eso mezclamos nuestros discos en Perú. Nuestro ingeniero de sonido sabe qué hacer con un cajón en relación con una trompeta y un saxo. En los Estados Unidos tienden a poner los metales en primer plano y el cajón de fondo, como si fuera una conga o una percusión brasileña. Cuando mezclamos en Perú, ponemos la trompeta, el saxo y el cajón como si fueran tres instrumentos de viento, todos en primer plano. Eso le da la energía característica. En los temas más lentos pasan otras cosas y la energía se mueve de otra manera, pero básicamente nuestra impronta musical va por ese camino.


Material de estreno

Gabriel Alegría reside en Perú y Estados Unidos y estuvo en Lima presentando los temas de su nuevo álbum en el Jazz Zone.  “Siempre estrenamos nuestros discos aquí, en Perú, porque somos un grupo peruano; pero también debemos manejar las cosas en términos de economía musical y eso muchas veces te lleva a trabajar en el extranjero en busca de una mejor infraestructura”, dice. Pronto regresará con el proyecto Tour Perú, con el que la banda recorre el Perú acompañada de estadounidenses a quienes muestra algo de nuestras costumbres.

La formación del Afro-Peruvian Sextet para el concierto en Lima fue con Gabriel (trompeta) y Laura Andrea (saxo), acompañados por Mario Cuba en el contrabajo, Marco Mosquera en el cajón, Hugo Alcázar en la batería y Yuri Juárez en las guitarras. Los temas presentados fueron “Timming con fuga de tondero”, “La princesa voladora”, “Karachacha”, “La esquina del pensamiento”, “Caras”, “Moon River”, “Carrousel de luces” y “El primer final”.

Gabriel ha editado anteriormente los álbumes “Pucusana” (2005) y “Nuevo mundo” (2007). Por su parte, Laura Andrea acaba de lanzar “Saxofón criollo” (2011). El nuevo álbum del sexteto , aún sin nombre, saldrá el presente año.





Por Daniel Ágreda Sánchez
(Publicado en la Edición 11 de la Revista Siete del 29/01 al 04/02 2012)

No hay comentarios:

Publicar un comentario