sábado, 17 de marzo de 2012

Marika, con "K"


“Un transformista hace con el cuerpo lo que el buen drama hace con la condición humana hasta el punto de mostrar lo absurdo al desnudo. Se trata del teatro de lo ridículo inspirado por un existencialismo extremo donde el objeto del arte ya no es un hecho externo”. Frau Diamanda.

Foto: Boris Mercado.

Centro Histórico de Lima, 10 p.m. Me reciben a la puerta del bar el lobo-hombre parisino, del grupo español La Unión y un puñado de parroquianos que beben gaseosas.

Mucho menos oscuro de lo que imaginé, el Zela Bar (avenida Nicolas de Piérola 961) recibe a los clientes con la amabilidad extrema de sus custodios. Yo llegaba preparado para ver a Frau (Héctor Acuña) y Juca (Juan Carlos Cajigas), integrantes del dúo Porno Stars, en un concierto electromarikapop punk travesti contestatario; estaba mentalizado para desafiar miradas de todo calibre, darle al pogo poderoso, presenciar sexo en vivo sobre el escenario, emborracharme o tal vez fumar un porro, evadir (o sumarme, quién sabe) al sexo casual en los baños, prestarme al chongo de la mariconada ‘in estrictu sensu’. Pero el ambiente, así como está, es apto para todos; buena onda y normalito. Los tiempos cambian y la rebeldía también.

El Zela Bar es inmenso. Ocupa territorio sobre la pista con un local de paredes tranparentes, tipo café restaurante para turistas, simulando el vagón de un tren frente al local principal, este sí sobre el lado correcto de la acera. El primer piso es amplio y bullicioso, pero lo bueno ocurre en el sótano, que es donde se presentarán Los Porno Stars.

Bajo por las escaleras y lo primero que veo, además de un derroche de luces amarillas, es a una niña jugando con unas chapitas que encontró sobre el suelo. Pregunto por los Porno Stars, que aún no llegan, y me mandan a la barra a esperarlos. “¿Cómo los reconoceré cuando lleguen?”, pregunto a quien, sin mucho entusiasmo, vigila la entrada, y este me responde con una carcajada gigante. “No te preocupes, los vas a reconocer al toque!”, me dice él, sin dejar de reír.

Espero 45 minutos sentado a la barra del bar, cerveza helada para el calor y un cigarrillo en la mano para las angustias. Presencio la lenta transmutación del iluminadísimo sótano en una discoteca, con las luces haciendo mutis una por una, salvo las azules y las rojas, que se quedan para revolotear sobre el piso y las paredes llenas de espejos. Suenan por los parlantes y se dejan ver sobre un ecran, al fondo del escenario, la novia que la Honorable Sociedad perdió en Groenlandia, la punta de navaja con que Loquillo amenaza a su amada, la oda a la resaca de Mecano. Y así sucesivamente. Aparecen las chelas y los tragos cortos. el aire se densifica con el humo de los cigarrillos. Los clientes cambian de actitud. Todo empieza a encajar, menos aquella niña que sigue metiendo goles en un arco imaginario.

Héctor Acuña / Frau Diamanda

Foto: Boris Mercado.
Llega Héctor Acuña. Polo verde, blue jeans, cuarenta años, metro setenta tal vez, pelo pintado pero hasta ahí nomás, sin señas particulares que anuncien a la Frau Diamanda que lo cohabita. Quien me dijo que lo reconocería en cuanto lo viese no sabe nada de la vida, pienso, o tal vez sea que conozco a personas demasiado diversas. Se presenta amablemente, me pide esperar a Juan Carlos (Juca) para la entrevista y se marcha para (tras)vestirse. Mientras tanto, más música punk ochentera de fondo para quienes empiezan a armar el escenario con sintetizadores, micrófonos, computadoras... y para de contar, que se va a presentar un grupo de electromarikapop que será él mismo la música, el show y la escenografía.

Llega un grupo de veinteañeros en polo y jean, y otros más formalones, con camisas de manga corta (ellos) y politos de tirantes (ellas). Clase media universitaria de norma heterosexual. La música, cada vez más fuerte, empieza a sonar en inglés: A Flock of Seagulls, New Order, Dead or Alive, Depeche Mode. Los ochenta presagian una fiesta interesante. Pido una nueva cerveza, enciendo otro cigarrillo y recapacito. “¿Qué hago sentado en la barra?”, me pregunto y decido buscar a Héctor, para entrevistarlo mientras se transforma en Frau. Pero él me manda a volar; no quiere que vea el proceso. Entiendo. No soy la clase de periodista que invade el espacio ajeno. Regreso a mi cerveza en la barra. Suena el secreto de la Orchestral Manoeuvres in the Dark mientras observo la transformación del ambiente, nunca mejor dicho.

El alcohol de las cervezas empieza a hacerme efecto. Lo noto cuando la música sube aún más de volumen y levanto la cabeza en dirección a los parlantes, notando que todo me da vueltas un poco. Veo a Juan Carlos Cajigas, que ya llegó y está sobre el escenario, sudoroso y apresurado para la prueba de sonido. Trato de acercarme a él pero pierdo un poco el equilibrio. De reojo, veo a Frau Diamanda aparecer con los labios y los párpados azules, base blanca, chompa verde y plateada iridiscente, licra carmesí, medias celestes, zapatillas blancas. Me toma de un brazo y me propone conversar con ella en el camerino (que además es sala de proyección, sala de sonido, cocina y almacén), ahora impregnado de olor a cosméticos, como si fuera el dormitorio de una mujer.

Entramos. Lo primero que hago es preguntarle en qué radica lo porno de Porno Stars. “Es un juego de palabras para llamar la atención, pero no es la esencia de la propuesta”, me dice Frau Diamanda con voz grave y ligeramente mariconcita. “Juca y yo practicamos la estética drag; nuestro trabajo apunta al activismo político por medio del cuerpo feminizado, travestido, trastocado según el punto de vista de las normas sociales.” Coge una brocha y empieza a retocarse el maquillaje. “No solo hacemos escándalo sobre el escenario con nuestros movimientos y canciones sino que también tenemos una actitud política; al fin y al cabo estamos reclamando por el ejercicio de nuestros derechos y, sobre todo, los de la comunidad transgénero, a quienes representamos”. Ella acerca el espejo a su rostro y se mira a sí misma, una sombra por aquí, otra sombra por allá. “La comunidad travesti sigue siendo marginal en nuestra sociedad y nosotros queremos llamar la atención sobre nuestra situación, ya sea por medio del arte o del escándalo, ayudando a un cambio de mentalidad para que podamos tener acceso a más derechos y a más espacios”.

Carajo. No debí tomar esas cervezas. Esto no va a ser fácil.

Yo elegí ser travesti

Foto: Boris Mercado. 
Me quedo callado por unos segundos que parecieron meses. Solo atino a acotar que “la propuesta es mucho más seria de lo que parece”. “En realidad, sí”, dice Frau. Pasamos algunos meses más en silencio hasta que ella, resignada, suspira y con tono de “¿ustedes los periodistas tienen todos el mismo esquema mental, ¿no?” acota: “contrario a lo que muchos piensan, nosotras trascendemos la desfachatez; pero no te hagas bolas que esto es punk, en el fondo es más simple de lo que crees”. Solo le faltó terminar con un “darling”.

La música afuera suena más y más fuerte, y el público que va siendo más nutrido debe gritar para entenderse al momento de conversar. Y a gritos fue el resto de la conversación con Frau:

– Yo pude ser ingeniero o periodista, conservador o comunista, pero elegí ser travesti y músico. Este es mi tercer proyecto mjusical y es el menos experimental de todos.
– ¿Y el travestismo da para vivir? –titubeo un poco antes de preguntar, no quiero enfadarla.
– Fíjate que sí. Me llaman para hacer shows en horas locas, despedidas de solteros y hasta matrimonios –dice, y observo lo que dibuja sobre su rostro con la brocha cargada de maquillaje–. Pero además estoy vinculada al mundo del diseño y del arte, soy traductor de profesión y curadora de exposiciones artísticas, doy charlas sobre roles de género y orientación sexual, entre otros temas.
– Entiendo… y tu atuendo de hoy, ¿significa algo en especial?
– Es solo la parte visual del proyecto. Sonamos punk pero somos pop en nuestra propuesta visual. Somos antifashion, tenemos la moda de la calle, lo travesti y radical– dice, mientras saca unas gafas estrafalariamente rojas de su bolso.
– ¿Es idea mía, o la comunidad travesti tiene mayor presencia ahora? ¿La sociedad ha cambiado o cambiaron ustedes?
– Creo que hay de ambas cosas. La comunidad trans ha sido históricamente marginalizada y no solo por la comunidad heterosexual capitalista. En la misma comunidad LGBTI hay muchos roces: los gays no se llevan con las lesbianas, las lesbianas con los travestis y los travestis estamos en la periferia… ahora eso está cambiando. Pero las divisiones solo son una muestra de la diversidad, algo que recién estamos entendiendo aquellos que también somos diversos.
– ¿Y cómo ha sido tu preparación, como ser humano, para llegar a este punto de tu vida? –Frau abre las gafas rojas de plástico, con unas rejillas rojas reemplazando a los vidrios.
– Lógicamente, he sufrido todo lo que sufre un homosexual común y corriente: el rechazo de la familia, la marginalidad, los insultos y el bullying, todo eso que vivimos quienes somos diferentes. Pero a la larga, uno puede convertir todo lo negativo en un motor para lo creativo –se coloca, en cámara lenta y con mucha actitud, las gafas–. Es la premisa de lo ‘queer’: apropiarnos de todo lo negativo y convertirlo en una revolución política. Por ejemplo, a mí me gusta que me digan marika pero no maricón; eso sí me llega al pincho. Yo soy marika, pero con K.

Juan Carlos Cajigas / Juca


Foto: Boris Mercado. 
Frau anuncia el final de la entrevista caminando hacia la salida mientras recoge sus cosas y continúa hablando. “Yo me considero transgénero, adopto lo femenino y lo masculino sin paltas. Me da igual que me llamen hombre, mujer, Héctor, Frau, bollo, marika o lo que sea. Ese es el poder que me da la identidad transgénero. Nuestro público es heterosexual, alucina. Creo que resultamos ser demasiado contestatarios para ser acogidos por una comunidad gay que está desesperada por adoptar el modelo heterosexual.” Abre la puerta. “Espera aquí, que Juca ya terminó con la prueba de sonido. Le diré que venga.”

Sale dejando la puerta abierta. A los pocos minutos entra Juan Carlos y me pregunto si él también es homosexual o no, y si valdrá la pena preguntárselo. Me llama la atención el aro de matrimonio en el dedo y le pregunto por él. “Estoy comprometido con mi novio”. Genial, eso me ahorró la pregunta.

Juca ha hecho pintura, teatro y música, cantando y tocando teclados. Estudió enfermería y ahora trabaja como cocinero. Le pregunto por la postura ideológica de Frau, si la comparte. “Ella tiene un rollo político más marcado con eso del transformismo”, dice. “Yo he hecho performances pero casi siempre estoy como me ves”. Jeans y camisa verde, a punto de entrar en la treintena pero aparentemente mucho menor, será por la baja estatura. Pasaría desapercibido en la facultad de letras de cualquier universidad. “Todos me dicen que soy un niño eterno, pero en el escenario crezco, je je”.

“Porno Stars comenzó como un juego, viendo las bandas de otros países donde el cantante es un travesti. De hecho es jodido porque no somos una banda común, mucho menos para la movida limeña underground”. Juca se ve cansado y tenso; pasó cerca de media hora tratando de ajustar el sonido de los equipos al estándar del grupo y parece que la tuvo difícil porque no quiere hablar de eso. Prefiere referirse a la asoción de lo gay con el desenfreno sexual: “sé que la gente espera performance terribles cuando viene a vernos; a veces nos dicen que no pueden presentarnos como Porno Stars sino como ‘Frau y Juca’. De hecho, nunca mencionan que somos un dúo gay o marika.”

Elektromaricapop

Juca se disculpa. Quiere relajarse un poco antes de su presentación. “Sería chévere venir a tocar y encontrar todo enchufado, no tienes idea de cómo detesto hacer conexiones”.

Salimos del camerino. Él a la calle y yo a la barra por la tercera cerveza helada; hace demasiado calor en este sótano. La música se pone más bulliciosa y más oscura: Gary Numan, The Clash, Björk. El público, me incluyo, refrescamos nuestra humanidad en cervezas al polo. Ru Paul revolotea proyectado en el ecran y multiplicado por los espejos. El calor empieza a ser insoportable pero se respira la fiesta con olor a cerveza y cigarrillos.

Foto: Boris Mercado.

Frau se mezcla con nosotros. Va de mesa en mesa a conversar y por unos minutos se sienta en una de ellas, solo e inmóvil. Las luces la iluminan. Chilla Mika en los parlantes, diciéndonos “relájense, tómenlo con calma, nenes”. El local se llenó de heterosexuales, homosexuales de ambos lados del clóset y chicas todoterreno.

Foto: Boris Mercado.
Empieza el show con Eric Rabina, telonero que suena como el cruce de Brian Eno con John Zorn bajo los efectos del poppers; hiperdisplicente, solo le falta maullar. La gente está ratoneadísima y empieza a bailar, por lo menos las chicas. Estamos todos borrachos y empapados en sudor. Sobre el ecran ahora hay travestis más urbanas, casi familiares. Las chelas se entibian en cuestión de segundos. Es la una de la mañana y se armó la juerga en el otrora bar luminoso apto para todos. Por cierto, no queda rastro de la niña de las chapitas.

Sube al escenario Juca. Frau, desde el llano, anuncia el inicio de todo. El público presta atención. “Somos Porno Star y hacemos electromarikapop”. Y arrancan con un tema que samplea una declaración harto reconocible: “porque el homosexual no tiene que ser un maricón o un tipo escandaloso”, en la voz de Phillip Butters, se repite tantas veces que nos queda claro a todos que esto va a ser diversión y reflexión en dosis similares.

Siguen temas enérgicos como “Póntelo”, “Chico plástico”, “Puntos” y “Traca robótica”. Invitan al baile. Cualquiera podría ser un hit. Frau tiene una performance impecable, posando como modelo en sesión fotográfica mientras canta. Juca se crece tras las computadoras, dejando atrás la timidez. Ambos mariconean de alma con la complicidad del respetable. Todos soltamos las trenzas. Si Phillip Butters nos viera, ¿se atrevería a patearnos a todos?
Foto: Boris Mercado.
Los músicos definen el techno, pop o punk como el “punchi punchi punchi”, por el sonido de las percusiones, y muchos lo menosprecian porque, piensan, no es muy creativo. En realidad, sucede que no es melódico, y que debe ser escuchado bajo contexto. “Chico plástico me llaman, aunque yo no quiero ir a la cama”. “¡No, no, no, no, no! ¡No estás misio!”. Dos chicas guapetonas se besan en la penumbra por allí. Hay un conato de pelea por allá. “Sexo, drogas y alcohol”, dice otra canción. A estas alturas, todos estamos sudados, borrachos y bailando.

“Ahora viene algo bien mariquita”, anuncia Frau. Y con su permiso, yo también me sumo al juergón.  Dejaré de escribir; el alcohol y el electromarikapop hicieron su efecto. Soy uno más del público y también tengo derechos: al baile y a la perdición.

http://www.myspace.com/lospornostars


Por Daniel Ágreda Sánchez
Fotografías de Boris Mercado.
(Publicado en la Edición 10 de la Revista Siete del 22/01 al 28/01 2012)

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